Como cristianos católicos, celebramos, un año más, la maravilla de un Dios que se hace hombre y pobre, mendigo de nuestro amor. Y este misterio de la Encarnación, celebrado de manera especial en cada Navidad, lo vivimos en cada Eucaristía.
Sí, cada día, y de manera especial el domingo, día del Señor, nos reunimos como comunidad cristiana para acoger a un Dios presente y cercano en la forma del pan eucarístico. En cada Misa, el Dios hecho carne se nos ofrece como alimento, fuente de caridad y esperanza. Dios se hace presente pero, ¿Somos conscientes, de esta presencia que es más que física?
¿Somos conscientes realmente para ofrecernos con Él en el sacrificio eucarístico, para dejar que Él transforme nuestras mentes y nuestros corazones, para que ilumine nuestra mirada sobre el mundo, sobre cada persona y sobre nuestra vida?
¿Es la Eucaristía signo de nuestro ser católico? ¿Es el centro de nuestra vida y de nuestro tiempo? En mi país, el domingo es el momento más fácil de identificar a la familia católica, pues todos se visten especialmente para participar en la misa. Así, la Santa Misa no es sólo una actividad espiritual propia al católico/a, sino también un elemento que empapa el tiempo y la vida humana. En Navidad, contemplamos a un bebé pobre, acostado en un prese-
bre, con una sonrisa tierna. Allí empieza el sacramento de la Eucaristía, el don del pan roto para nutrir a la humanidad. En Navidad, celebramos la alegría de nuestra liberación del pecado, el acontecimiento de nuestra salvación. Es lo que esperaron muchas generaciones de profetas y que tenemos la gracia y alegría de contemplar.
¿Estarás presente en esta Navidad o los agobios de la fiesta (regalos, comidas, fiestas, etc.) harán que pase la Navidad antes de que te hayas dado cuenta que Dios te estuvo esperando?
Intenta estar presente en cada momento y a cada persona. Reconoce al Niño Dios en los que te necesitan en este tiempo. Sé ante Dios para que puedas ser y estar plenamente en el mundo.
Vive intensamente esta Navidad. Vive intensamente cada Eucaristía, pequeña Navidad en nuestro caminar diario. Hoy más que nunca, el mundo está muy necesitado de alegría y esperanza que nos trae el Niño Dios en Navidad y en cada Eucaristía.