Celam: Documento de Medellín (1968)

Francisco Javier Fernández ChentoConsejo Episcopal Latinoamericano1 Comment

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Author: CELAM · Year of first publication: 1958.
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Resumen

Introducción

celamLa Asamblea General del Episcopado Latino Americano que se celebra en Medellín entre agosto y septiembre de 1968, marca, sin duda, un antes y un después en la historia de la Iglesia Latino-americana. Quizá ningún documento de la Conferencia ha sido más citado.

El comienzo de la Conferencia se retrasó, ya que debía haberse celebrado en 1965 (10 años después de Río), precisamente porque se estaba celebrando entonces el Concilio Vaticano II que terminaría en Diciembre del año 66. Ello fue ocasión de la primera visita de un Papa a América Latina, pues Pablo VI viajó a Colombia para inaugurar la Conferencia de Medellín.

La II Asamblea General de la Iglesia L.A. se enmarca así en la revisión a fondo de su pastoral, en el escrutar los signos de los tiempos y en la renovación en profundidad que marca el Vaticano II. Pero, además, Medellín también es deudor del magisterio de Pablo VI: principalmente de su Encíclica «Populorum Progressio», de la Homilía de Navidad de 1967, deI Mensaje de la Paz del 1° de Enero de 1968, y de los Discursos que el Papa pronunció en Colombia con ocasión de su visita en diversos encuentros.

Sus ponencias y conclusiones, que orientan y muestran derroteros nuevos para el caminar de una Iglesia en búsqueda y preocupada por la situación del pueblo latinoamericano, recogen, a la vez, muchos de los esfuerzos e iniciativas ya presentes en esa Iglesia, que está viva y ha optado por los marginados, comenzando a vivir en mayor pobreza, a tener una ubicación más cercana al mundo de los pobres, y a compartir con los pobres, sufrimientos y ansias de liberación.

Precisamente Pablo VI en su discurso de apertura hace de esto un público reconocimiento: «estamos informados de los rasgos generosos realizados en algunas diócesis que han puesto a disposición de las poblaciones necesitadas las propiedades de terrenos que les quedaban siguiendo planes bien estudiados de reforma agraria», «existen en la Iglesia personas que ya experimentan las privaciones inherentes a la pobreza, por insuficiencia a veces de pan y frecuentemente de recursos».

Y son los propios Obispos los que en su Mensaje a los Pueblos de América Latina que, reconociendo que «nuestros pueblos aspiran a su liberación y a su crecimiento en humanidad», pedirán para un primer compromiso: «inspirar, alentar y urgir un orden nuevo de justicia que incorpore a todos los hombres en la gestión de sus propias comunidades».

De esta forma Medellín va a tener una gran resonancia no solo en la Iglesia de América Latina, sino que su mensaje va a llegar también a Europa y a otros continentes, que ven el compromiso de una Iglesia fuerte a pesar de sus limitaciones. Sobre todo los documentos de «Justicia» y «Paz» con una clara denuncia profética de la situación tendrán una voz que se prolongará más allá de sus fronteras y que aún hoy permanece viva.

Aunque damos la importancia debida a las ponencias (que el Celam publicó conjuntamente) nos referiremos sólo a las Conclusiones que están recogidas en 16 documentos, repartidos en tres áreas:

Área de promoción humana: Justicia. Paz. Familia y demografía. Educación. Juventud. Area de evangelización y crecimiento en la fe: Pastoral popular. Pastoral de élites. Catequesis. Liturgia. Area de Iglesia visible y sus estructuras: Movimientos de laicos. Sacerdotes. Religiosos. Formación del clero. Pobreza de la Iglesia. Pastoral de conjunto. Medios de comunicación social.

2.1. Ejes más importantes

Medellín hace un claro discernimiento de la situación de pobreza y subdesarrollo en que viven las grandes mayorías de los pueblos I.a., denuncia con claridad algunas causas de este estado y toma posición y aporta directrices muy importantes para una nueva pastoral I.a.. Lo sintetizamos en los siguientes ejes:

a) Desarrollo, justicia y paz. Conocedor de los numerosos estudios sobre la situación del hombre latinoamericano, y haciendo alusión a sus propios documentos de trabajo, Medellín comienza el documento de «Justicia» diciendo: «En todos ellos se describe la miseria que margina a grandes grupos humanos. Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo». Y va reseñando la situación de: familia, juventud, mujer, campesinos, clase media, el éxodo de profesionales, los pequeños artesanos e industriales, para terminar diciendo: «no podemos ignorar el fenómeno de esta casi universal frustración de legítimas aspiraciones que crea el clima de angustia colectiva que ya estamos viviendo».

También denuncia una situación de injusticia en lo que atañe a la cultura y a los ejes económicos: «Una situación injusta es también la falta de integración sociocultural, que ha dado origen a la superposición de culturas. Y, por lo que toca a lo económico, se han implantado sistemas que contemplan sólo las posibilidades de los sectores con alto poder adquisitivo, lo que origina una frecuente inestabilidad política y la consolidación de instituciones puramente formales.»

En relación al mundo de las estructuras económicas, Medellín denuncia por igual tanto al sistema liberal capitalista como al marxismo: «El sistema liberal capitalista y la tentación marxista parecieran agotar en nuestro continente las posibilidades de agotar las estructuras económicas. Ambos sistemas atentan contra la dignidad de la persona humana…»

Medellín fiel al espíritu y la letra de la «Populorum progressio» va a unir tres términos: desarrollo, justicia y paz, y denunciará que: «el subdesarrollo latino-americano, con características propias de los diversos países, es una injusta situación promotora de tensiones que conspiran contra la paz».

El documento de la «Paz» sistematiza estas tensiones en tres grandes grupos:

Tensiones entre clases y colonialismo interno: las más diversas formas de marginalidad, desigualdades excesivas entre las diversas clases sociales, frustraciones crecientes, formas de opresión de grupos y sectores dominantes, poder ejercido injustamente, todo lo cual se hace cada vez más intolerable por la creciente toma de conciencia de los sectores oprimidos.

Tensiones internacionales y colonialismo externo: destacando «las consecuencias que entraña para nuestros países su dependencia de un centro de poder económico en torno al cual gravitan. De allí resulta, que nuestras naciones, con frecuencia, no son dueñas de sus bienes ni de sus decisiones económicas», puesto que hay: «distorsión creciente del comercio internacional (las materias primas cada vez valen menos con relación al costo de los productos manufacturados) lo que significa el empobrecimiento de unos países mientras que los países industrializados se enriquecen cada vez más» Y más todavía con la fuga de capitales económicos y humanos, evasión de impuestos y fuga de las ganancias, endeudamiento progresivo, monopolios internacionales e imperialismo político tanto indirecto como directo.

Tensiones entre los países de América Latina: Aunque el fenómeno tiene orígenes históricos-políticos, manifiesta Medellín que debiera estar ya superado, sin embargo todavía permanecen factores que favorecen las tensiones entre nuestras naciones, y el documento señala dos: Un nacionalismo exacerbado en algunos países y el armamentismo.

b) Paz y violencia. Haciendo una reflexión doctrinal, nos presenta una visión cristiana de la paz, que le pone muy por encima de la ausencia de violencia, lo desarrolla en tres puntos:

«La paz es ante todo obra de la justicia. Supone y exige la instauración de un orden justo, en el que los hombres puedan realizarse como hombres, en donde su dignidad sea respetada, sus legítimas aspiraciones satisfechas, su acceso a la verdad reconocido, su libertad garantizada. Un orden en el que los hombres no sean objetos, sino agentes de su propia historia. Allí, pues, donde existen injustas desigualdades entre los hombres y naciones, se atenta contra la paz».

De aquí, deduce que: «la paz en América Latina, no es por lo tanto la simple ausencia de violencias y derramamientos de sangre. La opresión ejercida por los grupos de poder puede dar la impresión de mantener la paz y el orden, pero en realidad no es sino el germen continuo e inevitable de rebeliones y guerras».

En segundo lugar, «la paz es un quehacer permanente que implica constantemente cambio de estructuras, transformación de actitudes, conversión de corazones». «La paz no se encuentra, se construye. El cristiano es un artesano de la paz».

En tercer lugar, «la paz es fruto del amor» expresión de una real fraternidad entre los hombres, fraternidad aportada por Cristo, Príncipe de la Paz, al reconciliar a todos los hombres con el Padre».

Los obispos son también conscientes del peligro de la lucha armada en el continente y por ello advierten: «La violencia constituye uno de los problemas más graves que se plantean en América Latina. No se puede abandonar a los impulsos de la emoción y de la pasión una decisión de la que depende todo el porvenir de los países del continente» «Debemos reafirmar nuestra fe en la fecundidad de la paz. La violencia no es ni cristiana ni evangélica. El cristiano es pacífico y no se ruboriza de ello. No es simplemente pacifista porque es capaz de combatir. Pero prefiere la paz a la guerra».

Pero también señalan que «América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada… No debe extrañarnos, pues, que nazca en América Latina la tentación de la violencia. No hay que abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante años una condición que difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia de los derechos humanos».

Justamente es lo que destacan en la segunda y tercera línea pastoral de las conclusiones del documento: «Defender, según el mandato evangélico, los derechos de los pobres y oprimidos, urgiendo a nuestros gobiernos y clases dirigentes a que eliminen todo cuanto destruya la paz social: injusticias, inercia, venalidad, insensibilidad» y «denunciar enérgicamente los abusos y las injustas consecuencias de las desigualdades excesivas entre ricos y pobres».

c) Opción por los jóvenes. Si destacamos este eje en los Documentos de Medellín no es por la calidad de sus aportes, que son más bien pequeños, sino por la importancia de que por vez primera se dedique un documento completo a la juventud. Es como una llamada de atención ante la importancia de este campo donde la Iglesia y la sociedad se juegan algo muy importante.

Ya el Vaticano II, mostró su preocupación al dedicar una Declaración al problema de la educación cristiana de la juventud, y también el Papa Pablo VI en el discurso de apertura de la II Asamblea del Episcopado mantiene esa misma preocupación cuando dice que es un tema: «digno del máximo interés y de grandísima actualidad». Ahora el tema es recogido por los obispos que le dedican un documento bajo el título genérico de «juventud» y le dan toda la importancia ya que la juventud «constituye hoy no sólo el grupo más numeroso de la sociedad latinoamericana, sino también una gran fuerza nueva de presión».

En primer lugar los Obispos hacen un pequeño análisis de las características de la juventud actual.

Reconocen que «la juventud se presenta como un nuevo cuerpo social portador de sus propias ideas y valores, que vive a la vez una época de crisis y cambios que son causa de conflictos, lo que exige un sincero esfuerzo de comprensión y diálogo».

Expresan, sin embargo, que la juventud no es algo monolítico: hay sectores que aceptan pasivamente las formas burguesas, mientras otros lo rechazan con marcado radicalismo, por considerarlo falto de autenticidad.

El documento señala también que la juventud es particularmente sensible a los problemas sociales y reclama los cambios profundos y rápidos que garanticen una sociedad más justa, reclamos que a veces se sienten tentados a expresar por medio de la violencia. También tienen la tendencia a reunirse en grupos o comunidades, tendencia que crece cada día más, pero rechazando las organizaciones demasiado institucionalizadas, rígidas o las de agrupación masiva.

Tras este somero análisis, Medellín establece unos criterios básicos de orientación pastoral y finaliza con algunas recomendaciones pastorales entre las que destacan:

«Que la Iglesia adopte una actitud francamente acogedora hacia la juventud, esto le ayudará a comprender sus valores y auscultar sus actitudes»… «Sabiendo lo que representa para los jóvenes el valor de la autenticidad debe ayudarles a profundizar en ella, y a que se hagan una autocrítica de sus propias deficiencias».

Al pedir que se manifieste en la Iglesia una sincera voluntad de diálogo con la juventud, recuerda que esta voluntad implica entre otras cosas «que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres».

d) Pastoral popular. Según las estadísticas América Latina es un continente muy mayoritariamente católico, algunos países lo son casi exclusivamente, pero sabemos las condiciones en que viven su fe la mayoría de los católicos. Es importante el saber discernir las directrices para una adecuada pastoral popular, respecto a ello se hacen primero unas constataciones que hay que tener muy en cuenta:

Constataciones:

La primera constatación es la enorme dificultad y complejidad para conservar o transmitir la fe. «en la gran masa de bautizados de América Latina las condiciones de fe, creencias y prácticas religiosas son muy diversas, no solo de un país a otro, sino incluso entre regiones de un mismo país y entre los diversos niveles sociales. A esto se añade el proceso de transformación cultural y religiosa, la explosión demográfica, las migraciones internas, los cambios socio-culturales, la escasez de personal apostólico, la deficiente adaptación de las estructuras eclesiales».

La segunda constatación es que «hasta ahora se ha contado principalmente con una pastoral de conservación, basada en la sacramentalización con poco énfasis en la evangelización, que si en un tiempo, por semejanza de estructuras…. pudo ser apta, hoy ya no lo es».

La tercera es recordar que nuestra religiosidad popular: «es una religiosidad de votos, promesas, peregrinaciones y un sin fín de devociones. Se basa en la recepción de sacramentos, sobre todo bautismo y primera comunión, recepción que tiene mas bien repercusiones sociales que un verdadero influjo en el ejercicio de la vida cristiana».

Una cuarta constatación es más bien positiva: «se advierte en la expresión de la religiosidad popular una enorme reserva de virtudes auténticamente cristianas, especialmente en orden a la caridad, aun cuando muestre deficiencias en su conducta moral».

Ante esto «la Iglesia se encuentra en el dilema de seguir siendo Iglesia universal o de convertirse en una secta, al no incorporar vitalmente a sí a aquellos hombres que se expresan en ese tipo de religiosidad. Para ser Iglesia y no secta, deberá ofrecer su mensaje de salvación a todos los hombres, corriendo quizá el riesgo de que no todos lo acepten del mismo modo y con la misma intensidad».

Finalmente, dice Medellín, «al enjuiciar la religiosidad popular no podemos partir de una interpretación cultural occidentalizada, propia de las clases medias y altas urbanas, sino del significado que esa religiosidad tiene en el contexto de la subcultura, de los grupos rurales y de los grupos marginados».

Sus expresiones pueden estar deformadas y mezcladas en cierta medida con su patrimonio religioso ancestral, tienen el peligro de ser influidas por prácticas mágicas y supersticiosas. Incluso en el fenómeno religioso existen motivaciones distintas que, por ser humanas, son mixtas y pueden responder a deseos de seguridad, contingencia, impotencia o a necesidad de adoración o gratitud.

Recomendaciones:

El estudio serio: «En primer lugar, Medellín, pide estudios serios y sistemáticos sobre la religiosidad popular y sus manifestaciones, así como de las subculturas propias y de las exigencias y aspiraciones de los hombres».

Impregnar de evangelio. «Que las manifestaciones populares, como romerías, peregrinaciones, devociones diversas, se impregnen de la palabra evangélica…»

Corregir errores. «Que se revisen las devociones a los santos para que no sean tomados sólo como intercesores sino también como modelos de vida de imitación de Cristo». «Que las devociones y los sacramentos no lleven al hombre a una aceptación semifatalista, sino que lo eduquen para ser cocreador y gestor con Dios de su destino».

Formación de comunidades: «Que se procure la formación del mayor número de comunidades eclesiales en las parroquias especialmente rurales o de marginados urbanos». Comunidades que deben basarse en la Palabra de Dios y en cuanto sea posible en la celebración eucarística… por el sentido de pertenencia harán que sus miembros sean solidarios en una misma misión común y logren una participación activa, consciente y fructuosa en la vida litúrgica y en la convivencia comunitaria.

e) Pobreza de la Iglesia. Fiel a la línea eje que se refleja en todos los documentos, los Obispos abordan el problema de la pobreza de la Iglesia desde la situación de «las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria».

El pueblo reclama de la Iglesia una actitud más clara: «Un sordo clamor brota de millones de hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega», pero, sin embargo, llegan «las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos».

Por eso Medellín desea hacerse eco de estas llamadas, llamando a la Iglesia a una actitud de autocrítica. Los Obispos, aun precisando que muchas veces se confunde la apariencia con la realidad, puesto que hay muchísimas parroquias y diócesis que son extremadamente pobres y que hay obispos, sacerdotes y religiosos que viven llenos de privaciones y se entregan al servicio de los pobres; reconocen, sin embargo, que existen muchas causas que han podido contribuir a crear esa imagen de Iglesia rica: los grandes edificios, las casas de párrocos y religiosos cuando son superiores al barrio donde viven, los vehículos propios a veces lujosos, la manera de vestir. Por otra parte, añaden, el sistema de aranceles, las pensiones escolares, el mantenimiento de obras educacionales, han llegado a ser mal vistos y a crear una opinión exagerada de las sumas percibidas. Aunque debemos reconocer que hay casos aislados de condenable enriquecimiento que, sin embargo, han sido, indebidamente, generalizados.

– Como consecuencia de esta doble constatación: de la vida de las grandes mayorías y de la realidad eclesial, los Obispos afirman una verdad elemental pero que hace pensar: «los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre. Y no faltan casos en que los pobres sientan que sus obispos, o sus párrocos o religiosos, no se identifican realmente con ellos, con sus problemas y sus angustias».

Motivación doctrinal para una vida de pobreza en la Iglesia.

Se distinguen en el documento tres clases de pobreza: La pobreza (como un mal contraria a la voluntad de Dios), la pobreza espiritual, como esa actitud de apertura a Dios de quien todo lo espera y que aunque valorice los bienes del mundo no se apega a ellos, y la pobreza como compromiso, que asume voluntariamente y por amor la condición de los necesitados para testimoniar el mal que ella representa y la libertad espiritual frente a los bienes.

En este contexto de la pobreza como compromiso una Iglesia pobre: -Denuncia la injusticia de la carencia de bienes necesarios y el pecado que lo engendra. -Predica y vive la pobreza espiritual y se compromete ella misma en la pobreza material, recordando que la pobreza de la Iglesia es una constante en la Historia de la Salvación.

Orientaciones pastorales. Reclama para la Iglesia en América Latina que sea evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos, para ello debe tener:

Una primera línea de acción de preferencia y solidaridad. Preferencia efectiva a los sectores más pobres y necesitados y a los segregados por cualquier causa. Agudizando la conciencia de solidaridad con los pobres, haciendo nuestros sus problemas y sus luchas, denunciando la injusticia y la opresión en la intolerable situación que soporta y estableciendo con ellos una línea de promoción humana que respete su dignidad personal.

– Un testimonio efectivo: obras, instituciones, vivienda, estilo de vida modestos y sin ostentación. Asimismo el tratamiento que debe renunciar a cualquiera ostentación honorífica. Superar el sistema arancelario, reemplazándolo por otras formas de cooperación económica desligadas de la administración de los sacramentos. Incorporar a los laicos en la administración de los bienes diocesanos o parroquiales. Poner los medios técnicos necesarios al servicio de la comunidad. Dar testimonio de pobreza y desprendimiento.

El motor para este servicio de la Iglesia Latino Americana se toma de la frase de la Gaudium et Spes recogida en el discurso de clausura del Vaticano II: «no impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna sino que quiere ser humilde servidora de todos los hombres».

– Por eso los Obispos concluyen: «Queremos que nuestra Iglesia Latino Americana esté libre de ataduras temporales, de convivencias y de prestigio ambiguo, que, libre de espíritu, respecto a los vínculos de la riqueza, sea más transparente y fuerte su misión de servicio; que esté presente en la vida y las tareas temporales, reflejando la luz de Cristo, presente en la construcción del mundo.

f) Pastoral de conjunto. Es también uno de los aportes centrales de Medellín. La necesidad de reclamar una pastoral de conjunto nace de la opción por los pobres que la Iglesia ha tomado con claridad. Precisamente el documento comienza por señalar la dimensión de la tarea que tiene la Iglesia: «millones de hombres que se encuentran marginados en la sociedad e impedidos de alcanzar la plena dimensión de su destino». Esta situación reta a la Iglesia a activar el proceso de integración de los marginados a los beneficios de la vida social y la integración económica y cultural.

La Iglesia debe afrontar este reto con estructuras pastorales aptas, es decir: marcadas por el signo de la organicidad y la unidad, estructuras que ayuden a satisfacer las necesidades, y, al mismo tiempo, estructuras que deben estar dentro de la naturaleza de la Iglesia.

La renovación de estructuras es el segundo gran aporte de Medellín en relación a la pastoral de conjunto. En el conjunto de estructuras reclamadas por Medellín, destacan dos: la ubicada en la misma base, y la última en la cúpula.

En la base Medellín reconoce y propone a las comunidades cristianas de base, realidad aún incipiente en América Latina que para Medellín es «el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial, y foco de la evangelización, y actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo».

En la parte final de la pirámide, habiendo recorrido antes también: parroquias, vicarias foráneas, zonas, diócesis y conferencias episcopales, Medellín propone con fuerza a los Organismos Continentales, concretamente el CELAM, que en su conjunto y a través de sus Departamentos, promuevan la reflexión integral y continuada y la enriquecedora comunión de experiencias en el campo pastoral.

 

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One Comment on “Celam: Documento de Medellín (1968)”

  1. QUIERO SABER EL NOMBRE DEL ARZOBISPO DE MEDELLIN QUE DEJO EL PALACIO PARA IRSE A VIVIR A UN BARRIO POPULAR

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