CAUSA DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN DE LUISA DE MARILLAC (V)

Mitxel OlabuénagaLuisa de MarillacLeave a Comment

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Efectos de la publicación del Proceso.

Estos son: 1.0, que los interrogatorios, y lo mismo las declaraciones de los testigos, ya no se cierran en un so­bre ni se sellan con los sellos de los Sres. Jueces y Sub-promotor, como se venía haciendo en todas las sesiones, por más que se guarde todo con la debida prudencia para que nada se extravíe; 2.<>, que desde el momento de la publica­ción cesa para todos la obligación de guardar secreto, lo mismo para los Sres. Jueces como para todos los testigos y demás personas que juraron no decir cosa alguna abso­lutamente a nadie; 3.°, que en seguida el Notario adjunto jura que cumplirá fielmente su oficio bajo pena de perjurio. Su oficio es asistir a la compulsa o  confrontación del Pro­ceso original con su copia, y tener cuidado de que ésta sea enteramente conforme al original. Aquí fue Notario adjunto D. Ildefonso Alonso de Prado; 4.º, que en seguida, los que han sido elegidos Amanuenses o copistas del Proceso, juran que lo copiaron fielmente. Aquí no se practicó este punto, porque ya se había hecho en la sesión 30ª, por el motivo que allí se dijo. Tampoco el Subpostulador entregó docu­mento alguno impreso o manuscrito, porque ya los había presentado o entregado en las, primeras sesiones.

Sesiones 39ª, 40ª, 41ª, 42ª y 43ª

Cinco sesiones nos ocupó la compulsa o cotejo de la copia del Proceso con su original: La 1.a se tuvo el día 25 de Noviembre, y duró tres horas y media. La 2.a el día 26, y duró cerca de tres horas. La 3.a el día 27, y duró cinco horas. La 4.a el día 2 de Diciembre, y duró tres horas. Y la 5.a el día 3, y duró tres horas.

Dos cosas pueden llamar la atención respecto a estas cinco sesiones: la primera es el poco espacio de tiempo en que se tuvieron, y la segunda el mucho tiempo que en ellas se invirtió; la una y la otra se explican perfectamente. Para la inteligencia de la primera basta decir que los. Amanuenses, al concluir las vacaciones de verano y re­anudarse en Septiembre las sesiones, tenían ya copiadas todas las anteriores, y luego se dieron buena mafia en co­piar las siguientes, según se iban teniendo; de este modo pudo hacerse la compulsa sin perder tiempo. Claro está que trabajaron mucho y sudaron no poco, pero también al­gunos días se refrescaron, y no las manos, sino las gargan­tas. En cuanto a que se emplearan tantas sesiones y tantas horas en cada sesión, diré que, además de que el Proceso formó un volumen de mayor tamaño que un misal antiguo, hay que tener en cuenta que la compulsa o cotejo no con­siste sólo en leerlo, sino que también se ha de corregir cualquier errata o  disconformidad que se note entre el ori­ginal y la copia. No quiere esto decir que las equivocacio­nes fueran muchas, pero algunas hubo; y como las correc­ciones varían, según los casos, y en algunos han de ir fir­madas por los dos Notarios que asisten a la compulsa, esto es, por el Actuario y por el Adjunto, se comprenderá fácil­mente que se empleara más tiempo del que, a primera vista, parece que debía haberse empleado. A todo esto no dejaré de añadir que el Notario adjunto quiso cumplir con tan laudable exactitud el juramento que había hecho, que no dejaba pasar, no ya una palabra, pero ni siquiera una letra, por más que ya se entendiera la palabra sin necesi­dad de corregir la letra equivocada, en lo cual hizo muy bien.

A todas estas sesiones asistieron también los cuatro Jue­ces y el Sr. Subpromotor, D. Manuel Basulto. No habría habido necesidad de molestarlos, aunque ellos asistieron con la buena voluntad de siempre, si las cosas hubieran salido como era de esperar. Digo esto porque, sabiendo el Subpostulador que la Sagrada Congregación de Ritos fá­cilmente autoriza para que baste en estas sesiones la pre­sencia de un Juez, escribió a su debido tiempo al Ilustrí­simo Sr. Postulador de la Causa en Roma para que, si le parecía bien, consiguiera la dicha autorización y me la remitiera. Así lo hizo, pero, como en Francia hay una po­blación que se llama Chambery, el documento se fue a Chambery de Francia; de allí lo devolvieron a Roma; de Roma fue remitido otra vez a Madrid, y esta vez llegó bien, pero tarde, pues ya se habían concluido las sesiones del cotejo. Como lectores del Proceso asistieron a estas cinco sesiones dos Hermanos estudiantes que, al mismo tiempo, hicieron de testigos instrumentarios. Terminada la sesión 43.a, que fue la última de compulsa, el Subpostulador expuso a los Sres. Jueces que era llegada la hora de elegir Portitor, esto es, la persona que ha de llevar la copia del Proceso a Roma, para que pudiera jurar en la siguiente se­sión que Cumpliría fielmente el encargo, pues a ellos per­tenece elegirlo, conforme prescriben las Letras Remisoria-les, como ellos sabían muy bien. Entonces los cuatro, sin dudar un momento, dijeron que nombraban al mismo Subpostulador, y éste les dio las más expresivas gracias por la confianza que en él tenían encargándole un asunto de tanta responsabilidad.

Dos palabras sobre las declaraciones de los testigos.

Antes de relatar la última sesión voy a decir dos palabras sobre las declaraciones de los testigos. Durante el Proceso el Subpostulador, que, además de los deberes que se han indicado al principio de esta relación, tiene el de hacer cuanto pueda a favor del asunto que en él se bala, puede enterarse de los Interrogatorios ni (le lo que diem’ los testigos, porque, no perteneciendo al Tribunal, la ni poco puede asistir a las sesiones secretas, y ni los señores Jueces ni los testigos le dicen cosa alguna (y no se lo di­rían ni a su madre), porque unos y otros juran no revelar nada, absolutamente a nadie, bajo las penas que ya se han indicado; al menos en esta ocasión ninguna de las perso­nas que en el Proceso han intervenido ha faltado al jura­mento, lo cual no puedo menos de alabarlo, al mismo tiempo que me causa gran satisfacción el haber elegido personas tan religiosas y tan dignas de toda confianza. En estas circunstancias es natural que el Subpostulador desee saber lo que pasa en el Proceso, pero no puede ser hasta su publicación. Mas, una vez publicado el Proceso, enton­ces sí; ya sea hablando con los Sres. Jueces y Sres. Subpromotores, ya sea preguntando a los testigos, ya leyendo u oyendo leer las actas, pues, conforme se ha indicado ha cesado la obligación de guardar el secreto, puede en­terarse de todo, y así lo hice. Enterado, pues, de todo, pude ver y vi claramente que el asunto no podía haber marchado mejor, ni en el fondo ni en la forma; mi sorpresa no fue grande, porque, a la verdad, lo esperaba y suponía esto mismo; pero al verlo escrito y hecho, no pude menos de alegrarme.

Sabía ya perfectamente que los testigos salían conten­tísimos del Tribunal por el trato exquisito y atenciones que para con ellos tenían aquellos señores, y más de una vez me dijeron que habían entrado con miedo, espe­cialmente las Hermanas, pero que salían con ganas de vol­ver. Sabía también, porque estas cosas no caen bajo el juramento, que los señores del Tribunal estaban satisfechísimos de las brillantes cualidades que adornan a los testigos, sobre todo del respeto y humildad que con ellos se portaron. Lo que no sabía, ni podía saber hasta que se publicó el Proceso, es (ole todas, absolutamente todas las declaraciones, con sólo ligeras variaciones, lo cual no podía menos de suceder, pues ni se convinieron ni po­dían convenirse, eran acordes y favorables a que la cura­ción repentina de Sor María era verdaderamente sobrena­tural. Sobre todo, como es natural, las de los cuatro Médi­cos, los dos que la asistieron y los dos de oficio, y aun más, si cabe, las de los dos últimos. Contestando con un no o con un sí, redondos a las diferentes preguntas que ya antes se han indicado, pusieron al Proceso una hermosa corona que honra por igual a todos: Laus Deo.

Sesión última

El día 17 de Diciembre de 1909 se tuvo la última sesión del Proceso, en la que se cierra y se da por terminado. Esta sesión es siempre pública y solemne como la primera, y, por tanto, a ella asiste todo el personal. Se lee el acta de la anterior y la de esta misma sesión para compulsarlas; lue­go firman y sellan el acta de esta última sesión, lo mismo en el original que en la copia, con sus respectivos sellos, y en lacre el Prelado, el Sr. Vicario general, los cuatro Jueces, los dos Subpromotores, el Notario adjunto y el Ac­tuario; los dos testigos instrumentarios sólo firman. Ade­más, el Prelado firma y sella sin lacre una carta duplicada, que dirige a la Sagrada Congregación de Ritos, dándole cuenta de lo que se ha hecho en el Proceso. El Sr. Vicario General y los cuatro Jueces firman y sellan del mismo modo otra carta duplicada, dirigida también a la Sagrada Congregación de Ritos, comunicándola su parecer acerca de la cualidad de los testigos é importancia de sus decla­raciones, con todo lo demás que pertenece al curso del Proceso. Los Subpromotores, por su parte, hacen lo mismo en otra carta duplicada, pero ésta va dirigida al Reveren­dísimo Sr. Promotor de la Fe, en Roma.

Por la bondad del Prelado y de los indicados Sres. Jueces y Subpromotores me enteré de todas estas cartas, y puedo asegurar que en ellas nada hay que sea perjudicial al Proceso o a lo sobrenatural de la curación que en él se trató, antes bien, todas hablan muy favorablemente del uno y de la otra. Luego el Prelado y el Notario actuario firman y sellan con sus sellos respectivos, pero sin lacre, el acta duplicada de la entrega de la copia del Proceso al Portitor como también la dirección duplicada a la Sagrada Congregación de Ritos. Todos estos documentos van en latín.

Hecho esto, el Portitor presta juramento, con las forma­lidades que ya se ha dicho, que cumplirá fielmente su mi­sión, esto es, que llevará la copia del Proceso a Roma y que lo entregará a la Sagrada Congregación de Ritos o a su Secretario, pero absolutamente a nadie más, y lo firma. En seguida un ejemplar de cada una de las susodichas cartas, un ejemplar del acta de entrega de la copia del Proceso al Portitor y un ejemplar de la dirección que ya se ha indicado, se añaden al final del Proceso original. El otro ejemplar de cada uno de los referidos documentos, menos el de la dirección, se colocan en un sobre grande, que el Notario actuario cierra y sella en lacre. Delante se escribe la dirección de estos documentos a la Sagrada Con­gregación de Ritos, y esta dirección va firmada y sellada sin lacre por el Prelado y por el Notario actuario, quien hace entrega del dicho sobre el Portitor, para que éste la lleve también a Roma y lo entregue a la Sagrada Congregación de Ritos. Luego los dos libros, esto es, el original y la copia del Proceso, que ya están encuadernados, se cie­rran y se atan cada uno con una correcta con hebilla, que forma parte de su encuadernación en pergamino, pues está prohibido que sea en pasta, y cada ejemplar se envuelve en un papel fuerte que se asegura por medio de una cinta que da vuelta a los cuatro costados; esta cinta y el frente de cada ejemplar va sellado en varias partes con el sello del Prelado en lacre. El número de estos sellos puede va­riar, poco más o menos, entre cinco y quince; mas en el acta de entrega debe hacerse constar el número que se pone. En este Proceso se pusieron ocho, y ocho son los que constan en el acta de entrega. Después cada ejemplar se coloca en una caja de madera labrada y preparada de un modo especial, para que pueda colocarse el libro de llano y no de canto; debe, además, tener una tapa con cerradu­ra, para que se pueda cerrar con llave, la cual, luego que se ha cerrado la caja, se pone en una hendidura o hueco que se ha hecho a propósito en la misma caja, y allí se ase­gura por medio de la cintita con que está atada la llave y por medio de lacre, sobre el cual se coloca el sello del Pre­lado. Después de esto se pega con engrudo ú otra cosa equivalente en el frente de la caja el otro ejemplar que contenía la dirección a la Sagrada Congregación de Ritos y que, como se ha dicho, está firmada y sellada por el se­ñor Obispo y por el Notario actuario. Esta es la caja que debe llevarse el Portitor a Roma. En la otra, que es la que contiene el Proceso original, se pega un papel en que se indica brevemente lo que la caja contiene, pero sin firma alguna, y se deposita en el archivo del Palacio Episcopal.

Esto es lo que está mandado y esto es lo que, gracias a Dios, se hizo, con el auxilio de personas de muy buena vo­luntad.

Camino de Roma.

Habiendo el Ilmo. Sr. Postulador de la Causa en Roma escrito al Subpostulador en Madrid que hiciera todos los esfuerzos posibles para que el Proceso estuviera en Roma antes de Navidad, ante ferias Natalitias, el Portitor salió de Madrid, con la copia del proceso, el mismo día 17 de Diciembre, a las nueve de la noche, en el tren exprés para París, adonde llegó sin novedad el dia 19, a las cinco de la mañana. Lo mismo en la frontera de Francia que en su capital, los aduaneros y consumeros respetaron la caja que contenía la copia del Proceso, y la dejaron pasar sin dificultad. De París salió para Roma el mismo día 19, a las dos de tarde, llegando a Roma sin novedad a las siete de la tarde del día 20. En la aduana de la frontera de Italia se empeñaron en querer abrir la caja, para saber lo que contenía, creyendo, sin duda, que llevaba contraban­do; pero pude convencerles ‘que era un Proceso sobre un milagro, y me dejaron pasar. En Roma nada me dijeron, ni en la estación ni en los consumos. Me hallaba ya, gracias a Dios y a la Santísima Virgen, en la Ciudad Eterna, y con el Proceso intacto, que era lo que más cuidado me daba. Al día siguiente, a la hora oportuna, fui a saludar y ofrecer mis respetos al Ilmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Troode, Postulador de la Causa en Roma: me recibió muy bien y me hizo varias preguntas sobre el Proceso, a las cuales satisfice perfectamente sin dificultad y después de venir en la hora más a propósito para entregar el Proceso, nos despe­dimos hasta luego. Efectivamente, antes de la hora conve­nida estaba ya con mi caja a la puerta del Palacio de la Sagrada Congregación de Ritos; al poco rato llegó el Ilus­trísimo Sr. Postulador de la Causa, y juntos hicimos entre­ga del Proceso al Secretario de la mencionada Sagrada Congregación. Había, pues, cumplido mi juramento. El Sr. Secretario tuvo a bien darme el correspondiente recibo, que copiado literalmente dice:

«SACRA RITUUM CONGREGATIO.—Fidem facio ego infrascriptus a R. P. Ioanne Madrid y Duarri, Pbro., Sac. Mis., exhibitum esse in Actis Sacrae Rit2111111 Congrega-Monis Exemplum seu Transsumptum publicum el authen-licum Processus Apostolici in Curia Matritensi constructi super miraculo quod attribuitur Ven. Servae Dei Ludovicae Marillac Confundatricis Puellarum Caritatis.

Ex Secretaria eiusdem Sacrae Congregationis.

Die 21 Decembris 1909. — PHILIPPUS, CARD. DI FAYA,

Substitutus.»—Hay un sello, con el escudo del Papa, que dice: Sacra Rituum Congregatio.

Traducido al castellano, dice:

«SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS.—Yo, el infrascrito, doy fe que el R. P. Juan Madrid y Duarri, Pbro., de la Con­gregación de la Misión, ha entregado en la Secretaría de la Sagrada Congregación de Ritos un ejemplar o  copia pública y auténtica del Proceso Apostólico que se ha formado en Madrid sobre un milagro que se atribuye a la Venerable Sierva de Dios Luisa de Marillac, Confundadora de las Hijas de la Caridad.

Dado en la Secretaría de la misma Sagrada Congre-(D’ación.

Día 21 de Diciembre de 1909.—FELIPE, CARD. DI FAYA, Substituto.»—Hay un sello, con el escudo del Papa, que dice: Sagrada Congregación de Ritos.

Aquí concluyó mi misión, y aquí concluye también la re­lación histórica de este Proceso.

Sólo añadiré que en el mes de Enero, y ya consagrado el Sr. Subpromotor, D. Manuel Basalto y Jiménez, Obispo de Lugo, se cantó un solemnísimo Te Deum, oficiando el referido Ilmo. Sr. Obispo, en la Iglesia de la Casa Cen­tral de las Hijas de la Caridad, estando presente el perso­nal afecto al Proceso, como también los testigos, para dar gracias a Dios por la feliz terminación del Proceso y por las bendiciones que nos concedió a todos, bendiciones que no pocas veces pertenecieron a una providencia entera­mente particular.

EL SIMPOSTULADOR, S. O. M.

ANALES1910

 

 

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