CAUSA DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN DE LUISA DE MARILLAC (II)

Mitxel OlabuénagaLuisa de MarillacLeave a Comment

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Sesión 2

El día 3 de Febrero se tuvo la segunda sesión en la Ca­pilla de Palacio, conforme determinaron los Sres. Jueces en la sesión precedente. Esta también fue pública, pero no solemne; por esto sólo asistieron los cuatro Jueces delega­dos, osea los nombrados por el Prelado, un Subpromotor de la Fe, que fue el Ilmo. Sr. D. Manu, y el Notario actuario, D. Francisco Guisasola, que era el que ha­bía de actuar en todo el proceso, menos en la primera sesión.

Constituidos los Sres. Jueces en Tribunal, el Subpostulador pidió respetuosamente se dignaran admitir la lista de los testigos que había elegido y que presentaba para que declarasen en el Proceso Apostólico (estos testigos se lla­man indicen, esto es, presentados por el Subpostulador), como también los Artículos según los cuales deseaba fue­ran examinados. El Subpromotor, conforme a derecho, se opuso a que fueran admitidos ni la una ni los otros, a no ser que el Subpostulador hiciera antes el juramento que se llama de calumnia. Entonces el Subpostulador, que ya sabía sucedería esto, se arrodilló delante de los Ilustrísimos Sres. Jueces y con la mano derecha puesta sobre los Santos Evangelios pronunció la fórmula del referido juramento. Los testigos presentados por el Subpostulador fueron los siguientes:

  1. Eladio Arnáiz y Nebreda, Visitador, C. M.
  2. Mauricio Horcajada y Notario, Presbítero, C. M.
  3. Antolín Martínez y Arnáiz, Presbítero, C. M.
  4. Ignacio Martín y Sanz, Presbítero, C. M.
  5. José Gallud y Molina, Médico.
  6. Aurelio del Río y Mora, Médico.

Sor Cayetana de la Sota y de Rada, Visitadora de las Hijas de la Caridad.

Sor Ursula Tablado y López, Directora de las Novicias.

Sor Juana Meoqui y Orgambide, Vice-Directora de las mismas.

Sor Fernanda Guruchari y Pérez, Superiora de Santa Cruz (Carabanchel).

Sor Martina Vélez y Zabalegui, Superiora del Asilo de Jesús (Madrid).

Sor Leandra Austri y Gamarra, Hija de la Caridad.

Sor Gertrudis Giralt y Riva, H. de la C.

Sor Trinidad Folch y Balcells, H. de la C.

Sor Concepción Lopidana y Mateo, H. de la C.

Sor Justa Dominguez de Vidaurreta é Idoy, H. de la C.

Sor Rosa Llopart y Pairó, H. de la C.

Sor Angeles Mufioz y Altés, H. de la C.

Sor María Ferrer y Nin, H. de la C.

Sor Dolores Ferrer y Nin, H. de la C.

Sor Teresa Sánchez y Ferrándiz, H. de la C.

Sor Concepción Picayo y del Canto, H. de la C.

Sor Josefa Tomás y Puig, II. de la C.

Total: 23 testigos.

Después que el Subpostulador hubo prestado y firmado el juramento de Calumnia, como queda dicho, pidió respetuosamente a los Sres. Jueces que se dignaran admitir a jurar a los testigos allí presentes, y, habiendo accedido, juraron de uno en uno tres Sacerdotes y ocho Hijas de la Caridad. Si juran dos o más a la vez, su juramento y su declaración son nulas. Cada uno, pues, arrodillado delante de un Crucifijo con dos velas encendidas y de los Sres. Jueces, con la mano derecha puesta sobre los Santos Evangelios, juró por los mismos que diría la verdad, lo mismo en los Interrogatorios que en los Artículos, y que a nadie revela­ría lo que en los Interrogatorios se contiene, ni las respues­tas que diere, bajo pena de perjurio y de excomunión Latae sententiae, reservada solo al Soberano Pontífice, me­nos en la hora de la muerte. En el acta la fórmula del ju­ramento se escribió, según está mandado, tantas veces cuantas fueron los testigos que juraron porque cada tes­tigo debe firmar su juramento, añadiendo: «Juré como arriba». A continuación, firmaron los Ilmos. Sres. Jueces, y el Subpromotor de la Fe; después los dos testigos instrumentarios, que también fueron dos Sacerdotes, C. M. Por fin el Notario actuario levantó acta de todo, la firmó y se­lló con su sello, dándose por terminada esta sesión. Antes, sin embargo, de separarnos, el Subpostulador pidió respe­tuosamente a los Ilmos Sres. Jueces que tuvieran a bien examinar antes que a ningún otro testigo a Sor Dolores Ferrer y Nin, que en el Colegio de la Unión (Carabanchel) se encontraba bastante enferma, pero no imposibilitada para declarar en el Proceso, a fin de que no se perdiese su declaración, que el Subpostulador estimaba muy impor­tante para la Causa, y designaran día, hora, lugar y lugar de lugar para la próxima sesión. Entonces determinaron que la próxima sesión se tuviera en Carabanchel, por las, razones indicadas, el día 5, a las tres de la tarde; como lu­gar señalaron el mismo Colegio de la Unión, y como lugar de lugar el aposento de la enferma.

Sesiones 3ª y 4ª

Efectivamente, el viernes día 5 de Febrero de 1909, a las dos de la tarde, salían de Madrid en dos landós para Carabanchel los cuatro Jueces, el Subpromotor, Ilmo. Sr. Don Manuel Basulto, el Notario actuario y el Cursor. El Subpostulador, conforme estaba convenido, se adelantó y los esperó a la puerta del Colegio de la Unión. Después de las presentaciones de rúbrica pasaron todos a saludar a la Hermana enferma, a quien encontraron muy animada y dispuesta para hacer su declaración como testigo ocular de la enfermedad y curación de su hermana, Sor María. Después de un breve descanso se constituyeron en Tribu­nal, y en su presencia Sor Dolores Ferrer y Nin, ayudada por su hermana, pronunció muy bien la fórmula del jura­mento de que se ha hecho mención en la sesión anterior. Acto seguido empezó la declaración, pero antes nos retira­mos todos los que no habíamos jurado guardar secreto.

En esta sesión fue cuando se abrió el sobre que contenía los interrogatorios y la carta del Rvdmo. Sr. Promotor de la Fe en Roma, pues, como se ha indicado ya, está prohi­bido sub poena nullitatis que se abra antes de la primera sesión en que declare el primer testigo. Para no fatigar demasiado a la enferma, los Sres. Jueces dispusieron que terminara la sesión sin concluir ella su declaración, la cual podría continuar al día siguiente, sábado, a la misma hora y en el mismo lugar. La enferma, sin embargo, estaba tan animada y tan resuelta, que más de una vez nos dijo que por ella podían continuar hasta concluir su declara­ción; mas los Sres. Jueces, obrando con mucha prudencia, insistieron en dejarlo para el día siguiente. Concluida la sesión, el Notario cerró los interrogatorios y la declaración de la Hermana en un sobre grande y a propósito: este so­bre fue sellado en lacre con los sellos de los Sres. Jueces y del Sr. Subpromotor de la Fe. Esto debe hacerse, sub poena nullitatis, en todas las sesiones secretas hasta la publica­ción del Proceso. En cada sesión, antes de empezarla, los mismos señores han de reconocer este sobre para ver si se han roto o no los sellos, y todo se hace constar en el acta; esto al principio, y lo otro al final de cada sesión.

Al día siguiente, sábado, los mismos señores volvieron a Carabanchel, y constituidos en Tribunal, Sor Dolores Fe­rrer y Nin renovó el juramento, conforme está mandado; luego continuó su declaración, que concluyó sin novedad, aunque algo cansada. El Notario actuario levantó acta de todo, lo cerró en un sobre del modo que ya se ha dicho y se dio por terminada la sesión. Para la próxima señala­ron el miércoles de la semana siguiente, día 10, y después de despedirse de la Superiora y demás Hermanas, especial­mente de la enferma, a quien trataron con toda la conside­ración posible, volvimos a Madrid, donde nos despedimos hasta el día 10. Pero ¡ay! una vez más se cumplió el cono­cidísimo refrán que dice: «El hombre propone y Dios dis­pone», como luego se verá.

Sor Dolores Ferrer y Nin, según ella manifestó repetidas veces a los Sres. Jueces y a las Hermanas, especialmente a su hermana Sor María, se quedó muy tranquila después de su declaración, cosa que ella había deseado vivamente, hasta llegar a decir que sentiría morirse sin haber decla­rado en el Proceso. Esta tranquilidad hizo concebir espe­ranzas de que poco a poco mejoraría de su grave enferme­dad, y aun de que se pondría bien del todo; pero no fue así, porque después de llevar con santa resignación los dolores y molestias de su enfermedad, expiró dulcemente el día 20 del mismo mes. Por su vida laboriosa y su paciencia, lo mismo estando buena que durante su enfermedad, dejó a sus Hermanas ejemplos bellísimos que imitar. Antes de mo­rir llamó a su lado a su hermana Sor María y la dijo: «Voy a darte un encargo para que lo cumplas después de mi muerte: ¿lo cumplirás?» — «Sí, contestó Sor María, pues siendo cosa tuya no dudo que será una cosa buena y con­forme a mis deberes y a los tuyos.» Entonces le comunicó lo que le encargaba, y exclamó: «¡Ahora ya muero tran­quila!» Y poco después su alma pura é inocente dejaba este valle de lágrimas para vivir eternamente en la celestial Jerusalén, que es la verdadera patria de los que mueren en el Señor: Beati mortui qui in Domino moriuntur. (Apo­calipsis, cap. XIV, vers. 13.)

Sesión 5ª

Cuando todo iba marchando velozmente, Dios, que todo. lo dispone perfectísimamente, dispuso que enfermara don Manuel del Moral, que era el Juez presidente del Tri­bunal del Proceso. El día 7, domingo, cayó enfermo en cama, y los síntomas de su enfermedad pronto indicaron que tardaría en reponerse, mejor diré, que no se levanta­ría más de la cama, y, por consiguiente, que no volvería a presidir sesión alguna. Cuando el Cursor D. Remigio Díez me avisó, fui a verlo y lo encontré muy animado. Ya ve usted—me dijo—que yo no puedo asistir a la sesión del miércoles; pero dígale al Sr. Provisor que presida en mi lu­gar, para que no se interrumpa el Proceso.—No se moleste usted, D. Manuel—le contesté yo;—lo que importa es que usted se ponga bien; el Proceso se continuará cuando se pueda, pues ya sabe usted que tenemos un año de tiempo, y, si hace falta más, pediremos prórroga. Mientras duró su enfermedad, todas las semanas iba a verlo una o  dos veces, y siempre me preguntaba si habíamos tenido alguna sesión, porque era entusiasta como el que más por el ade­lantamiento del Proceso, pues le agradó mucho el asunto que en él se trataba desde que lo supo por la relación ver­bal que le hice de la curación milagrosa de Sor María Fe­rrer y Nin al proponerle si tendría la bondad de aceptar el oficio de Juez.

Durante el mes de Febrero también visité algunas veces a los otros Sres. Jueces, especialmente al Ilmo. Sr. Vicario General, quien siempre me recibió con la amabilidad que le caracteriza; pero, aunque sus buenos deseos eran gran­des, no podía por sus muchas y graves ocupaciones acce­der a mis indicaciones de que asistiera a las sesiones. Por fin, el día 26 me dijo que avisara a los demás Jueces para el lunes, día 1.° de Marzo, en que, sacrificando otros asun­tos, asistiría a la sesión.

Aquí es ocasión de indicar que, según está prescrito en las Letras Remisoriales, no puede haber sesión, a no ser qué asistan el Prelado o su Vicario General y dos Jueces; mas, no asistiendo el uno o el otro, se requieren los cuatro Jueces delegados: de otro modo cualquier sesión que se tenga es nula; de ahí la insistencia de D. Manuel del Moral para que viera yo al Sr. Provisor y le suplicara que asis­tiera a las sesiones. Avisados por el Cursor, que es a quien corresponde, los Sres. Jueces, los Sres. Subpromotores, el Sr. Notario actuario y la testigo Sor Ursula Tablado y López, el 1.° de Marzo, a las cuatro de la tarde, que era el día señalado por el Sr. Provisor, como Presidente, para tener sesión, no faltó nadie, y, después de constituirse en Tribunal el Sr. Provisor o  Vicario general, D. Ricardo del Río y D. José Enríquez, Sor Ursula, testigo de vista, pues­ta de rodillas y tocando con la mano derecha los Santos Evangelios, renovó el juramento que hizo el día 3 de Fe­brero, recitando la misma fórmula. Acto seguido empezó BU declaración, después de retirarnos los que no podíamos oirla, y cerraron las puertas.

ANALES1910

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