Beata María Ángela Truszkowska (Sofía Camila) (1825 – 1899). Beatificada por Juan Pablo II el 18 de abril de 1993.
Nacida el 16 de mayo de 1825, en Kalisz, Polonia, de padres nobles y acomodados, piadosos cristianos y patriotas. Nacida prematuramente, era de salud frágil. Su familia se trasladó a Varsovia en 1837, y allí ella continuó sus estudios en la Academia de Madame Guérin, donde bajo la influencia del poeta Estanislao Jachowicz creció su preocupación por los pobres. A los dieciséis años sufrió de tuberculosis y debió ir a Suiza para curarse. Allí se despertó más profundamente su amor a Dios y aprendió a orar, según ella misma reconoció. Aprovechando la biblioteca de su padre estudió detenidamente los problemas sociales de la época, sus causas y efectos, aprendizaje que completaba con las informaciones que le daba su padre, juez del tribunal juvenil.
Muy dada a las prácticas de piedad, pensó en ingresar a la Orden de la Visitación, pero su confesor le recomendó seguir asistiendo a su padre enfermo. Viajando por Alemania con su padre, en Colonia sintió una iluminación del Señor que le hizo entender que su destino estaba entre los pobres. Ingresó a la Sociedad de san Vicente de Paúl y repartía su tiempo entre el servicio a los pobres, y la oración para confiarse a la voluntad de Dios. Finalmente, a los 29 años de edad tuvo una visión clara de su misión y comenzó a buscar y ayudar a los niños abandonados de los barrios pobres de Varsovia y a los ancianos sin casa. Con la ayuda financiera de su padre y el apoyo de su prima Clotilde se hizo cargo permanentemente de 6 niños, y este centro comenzó a conocerse como el Instituto de la Señorita Truskowska. La habilidad de Sofía y su dedicación atrajeron muchas voluntarias y devotos amigos influyentes, de modo que la obra del Instituto floreció.
En respuesta al consejo del P. Honorato Kozminski, su confesor y director espiritual, se hizo Terciaria Franciscana y tomó el nombre de Angela; el 21 de noviembre de 1855 ante la imagen de María, ella y su prima se consagraron a hacer la voluntad de Dios. Así comenzó la comunidad de las Hermanas Felicianas.
La Madre Angela fue una mujer de una gran visión de futuro, que supo responder a las necesidades nacientes de su tiempo y tuvo un gran sentido social unido a una profunda oración; es la primera Comunidad activa•contemplativa en la Iglesia. Al ser suprimidas las comunidades religiosas en Polonia, ella logró mantener en secreto su comunidad; al quedar Polonia bajo el control de Austria, pudo reunir a sus religiosas y enviarlas de nuevo por el mundo. Acarició y logró realizar el proyecto del envío a América, donde se difundieron ampliamente, a partir de 1874, cuando envió y bendijo personalmente a las primeras 5 hermanas. A los 44 años, siendo Superiora General por tercera vez, entregó el gobierno de la Congregación, a causa de la sordera y la enfermedad. Pero no se desentendió de ellas, sino que siguió alentándolas con sus escritos y encuentros.
Literalmente devorada por el cáncer, murió el 10 de octubre de 1899. Pero los últimos treinta años de su vida, que podrían haber hecho que fuera olvidada, realmente fueron vida oculta que fecundó su obra en forma admirable.