BADAJOZ Constituciones para los ordenandos de esta Casa. (1828)

Mitxel OlabuénagaFormación Vicenciana sin categorizarLeave a Comment

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En el tiempo en que acaecieron los sucesos que acabamos de referir eran pocos los individuos de esta Casa de Bada­joz; sólo había en ella dos Misioneros, que eran el Sr. José Javier Zabalza y el Sr. Juan Roca, y dos Hermanos Coad­jutores, que se llamaban Pedro Coll y Miguel Clos. Con­cluida la guerra y vuelta la paz a nuestra Patria, se au­mentó el personal de esta Casa, llegando a ser en ella cua­tro o cinco Sacerdotes y unos tres Hermanos Coadjutores. Aplicábanse todos con fervor y celo a la instrucción y edu­cación de los ordenandos, aplicando los reglamentos que, calcados en las sabias doctrinas de San Vicente de Paúl, estaban en uso en muchos Seminarios de Espata y Fran­cia. Deseaban, sin embargo, nuestros Misioneros que se hiciesen Constituciones propias para aquella Casa de Ordenandos, y expusieron repetidas veces su pensamiento al fundador de ella el Ilmo. Sr. D. Mateo Delgado y Moreno, el cual, al fin, las formó y publicó el 26 de Noviembre de 1828, siendo también aprobados por el Sr. Salhorgne, Superior General de nuestra Congregación, el 21 de Mayo de 1829.

Parécenos muy conveniente ponerlas aquí, porque son reglas sabias y muy prácticas y pueden ser muy útiles a nuestros Hermanos de Congregación que están dedicados en los Seminarios Conciliares a la formación del Clero en la ciencia y virtud de que debe estar adornado. Hélas, pues, aquí:

El principal objeto de un ordenando ha de ser aspirar a la perfección, practicando las virtudes propias del alto y sublime estado que pretende, para poderle desempeñar cabalmente para gloria de Dios y utilidad de las almas, que después estarán a su cargo, imitando a Jesucristo, que empezó a hacer antes que a enseñar.

Para que después pueda ser operario idóneo y traba­jar incesantemente en la viña del Señor, se aplicará con diligencia al estudio de su ciencia respectiva, mayormente a la Teología dogmática y moral, para adquirir los Conocimientos necesarios y ser el depositario de la ley del Señor y de cuya boca la deberán oir y aprender los legos.

Observarán puntualmente todos los ordenandos el re­glamento del día, haciendo cada cosa en su tiempo y lugar, y obrando siempre justa y cabalmente.

Se levantarán todos a las cinco menos cuarto. Luego que despierten, darán el primer pensamiento a Dios, rin­diéndole gracias por haberle criado y conservado en aque­lla noche.

En tocando la campana para despertar, se vestirán con toda modestia y diligencia, rezando al mismo tiempo Te Deum laudamos; Sub tuum… otras devociones que cada uno tenga a la Reina de los Ángeles, al Santo Angel de su Guarda y a los Santos de su, devoción.

Al sonido de la campana acudirán con prontitud a la Capilla para hacer media hora de oración mental, a que se dará principio a las cinco, se harán los cinco actos del Ejercicio para la mañana, como están en el Manual de Me­ditaciones, y servirán de preparación para la oración, conforme al aviso que nos da el Eclesiástico, a fin de no ir a tentar a Dios en la misma oración.

Concluida la oración en seguida oirán Misa: después rezarán las frases del Dul­císimo Nombre de Jesús, en memoria de aquel himno que Cristo Nuestro Redentor rezó con sus Discípulos la noche de la Cena, celebrada la primera Misa.

Rezadas las preces, se retirarán en silencio cada uno a su cuarto para estudiar hasta las ocho menos cuarto, en el modo y forma que prescribiere el Director, para que todo se haga con orden y medid.

A las siete y tres cuartos se tocará la campana para el almuerzo, a cuyo toque acudirán todos con puntualidad e irán juntos al refectorio. Observarán allí un gran silen­cio. No se llevarán al aposento la porción que les tocó, como peras, queso, pasas, etc., sino que la comerán allí mismo, ni saldrán comiendo por los corredores.

A las ocho en punto irán con el balandrán a clase, juntos con el Catedrático, quien cuidará de abrir y cerrar la puerta que da al Colegio; por lo que todos serán muy puntuales en dando la hora, para no hacer esperar al Ca­tedrático En saliendo de clase volverán a casa todos jun­tos, sin pararse en el Colegio, para que el Catedrático pue­da cerrar la puerta. En la clase se portarán con mucha edi­ficación; observarán tal modestia y compostura, que los se­glares puedan de ellos tomar ejemplo., Oirán atentamente la explicación; y cuando se les ofrezca alguna dificultad, la preguntarán al Catedrático, pero con sumisión y respeto, imitando la modestia y humildad del Niño Jesús cuan­do estaba en el templo oyendo y preguntando a los sabios y doctores de la ley.

Salidos de clase irán todos a recreación por media hora. Procurarán evitar la gritería y porfía. Concluida la recreación se retirarán, guardando silencio, cada uno a su cuarto, para estudiar su lección. Y los obligados al rezo di­vino rezarán las horas menores, cada cual en su aposento, con el recogimiento y atención posibles de la mente, para no incurrir en la terrible maldición de Dios fulminada con­tra aquellos que hacen negligente y fraudulentamente sus obras.

A las doce se tendrá el examen particular, al que seguirán la comida y recreación, en la que se tratará de cosas edificativas, de casos morales, o de Historia Eclesiás­tica; mas esto se hará, no con gritos, contenciones y por­fías, sino con paz y mansedumbre.

En tiempo de recreación podrán cantar algún cán­tico espiritual y devoto, pero con armonía y concierto, para fomentar la piedad. Jamás cantarán cosas profanas, ni canciones de mundo, que corrompen las buenas costum­bres.

A la una y media se concluirá la recreación y se irán todos en silencio a sus aposentos para hacer siesta un rato los que quieran. En este tiempo se abstendrán todos de hacer el menor ruido, para no incomodar a nadie. Los obligados a las horas canónicas rezarán Vísperas y Com­pletas attente el devote, orando con la boca y con la mente.

A las tres irán puntualmente a clase, se portarán en ella y se volverán a casa en la forma que lo hicieron por la mañana, Si alguno tuviese alguna indisposición, o estuviese legítimamente ocupado, avisará antes al Catedrático para que no le espere.

Después que hayan vuelto de clase se hará señal con la campana para que concurran todos los obligados a rezar Maitines y Laudes en Comunidad con voz semitonada. Harán la pausa correspondiente en los asteriscos o me­diaciones de los versos, y acompañarán la atención de la mente al sonido de las palabras, como lo practicaba San Pablo.

Al mismo tiempo que se toque la campana para el rezo divino, los no obligados a él asistirán al lugar desti­nado para enseñar el Canto Gregoriano. Se aplicarán con cuidado a aprenderlo bien, para poder después alabar a Dios y edificar al pueblo en sus iglesias, cantando con concierto y sabiduría, como nos lo manda el Profeta: Psallite sapienter.

Concluido el rezo y canto llano irán todos a recrea­ción, y estarán en ella hasta las cinco y tres cuartos. Nadie se separará de los demás por ningún pretexto, yéndose al cuarto ó a otra parte sin expresa licencia del Director. En la recreación se divertirán en el Señor, evitando siempre los gritos inmoderados, las noticias impertinentes, y las cuestiones inútiles.

A las cinco y tres cuartos se hará señal con la cam­pana, y todos acudirán A la Capilla para rezar el Rosario a María Santísima. Todos los sábados y vigilia de festivi­dad solemne de la Virgen se cantarán las Letanías, que en los demás días eran sólo rezadas. Concluido el Rosario se irán a estudiar hasta las ocho. Los días de campo rezarán el Rosario a las once y tres cuartos.

A las ocho, a golpe de campana, acudirán todos los ordenandos a la Capilla para tener media hora de lectura espiritual. Estarán atentos a lo que se lee.

A las ocho y media harán el examen particular; luego se seguirá la cena y la recreación como al medio día. Siempre que vengan de la Capilla al refectorio, irán de dos en dos, quedando un notable espacio entre el uno y el otro, con paso grave, no apresurado, y sin hablar palabra, si es que el Superior no dispone que se rece en voz alta y clara el salmo miserere.

A las nueve y tres cuartos se acabará la recreación, y hecha la señal con la campana, concurrirán todos sin tar­danza al lugar destinado para hacer el examen general: Al fin del examen se leerá el primer punto de la medita­ción de la mañana siguiente, e inmediatamente se retirará cada uno a su aposento. Apagará la luz al toque de la campana y se acostará, haciendo algunos actos de contrición.

Como la Escritura dice que en el mucho hablar no fal­tará pecado, fuera del tiempo de recreación se guardará estrecho silencio; por lo que los señores ordenandos, y convictores no hablarán por los corredores, escaleras, ni en otros lugares públicos, especialmente en el refectorio; cuando están almorzando. Y en todo lugar, cuando la nece­sidad obligué a hablar, sea con las menos palabras que se pueda, y en voz baja, acordándose que hay tiempo de hablar y tiempo de callar.

En tiempo de vacaciones, como son las Pascuas de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo y Resurrección, se arreglarán las horas de rezo, estudios, canto llano, ceremonias, recreaciones, etc., a prudencia del Superior. En nuestros días de vacanza ninguno podrá irse a su casa ni a otros ne­gocios sin obtener primero la licencia expresa del Sr. Obispo, la que, obtenida, manifestará al Superior y Director, y entonces podrá irse con la bendición de Dios. Mas si alguno hiciere lo contrario, no será admitido en la Casa sin nueva licencia de S. S. I. a quien se debe estar sujeto y obediente.

Estando obligados los eclesiásticos a llevar el vestido conveniente a su estado, porque (como dice el Tridentino, ses. 14, cap. VI) por la decencia del hábito exterior manifiestan la honestidad interior de las costumbres, todos los ordenandos y convictores llevarán sombrero de canal y vestido talar; de forma que si no van de calzón corto (que sería lo más conforme), tendrán particular cuidado en doblar para arriba los pantalones, de modo que jamás se puedan ver. Asimismo procurarán que las mangas de la chaqueta y todo el vestido exterior sea negro como la sotana y no azul ni de otro color. Llevarán los cabellos honestamente cortados, y nada aparezca en ellos de mundano ni mujeril, pues este exquisito adorno no es de Cristo, sino del Anti-Cristo.

Se  esmerarán en conservar una honesta limpieza, singularmente en los vestidos, pero sin afectación. Además tendrán lim­pios y en buen orden los muebles de sus aposentos, los que barrerán una vez a la semana y siempre que haya nece­sidad.

Por la mañana, después de vestidos, compondrán decen­temente su cama, y nadie saldrá del aposento sin sotana. Cuando estén dentro de los cuartos, sea de día, sea de no­che, jamás tendrán cerrada la puerta por dentro, para que el Superior ó Director puedan libremente entrar siempre que les parezca bien para ver cómo s portan, pues a ellos toca velar sobre su conducta, como que han de dar cuenta a Dios de las almas que tienen a su cargo.

Los domingos y días de vacación se levantarán a las seis de la mañana. La oración mental y la Misa more solito. El desayuno; rezar horas menores en comunidad; asistir a la Misa solemne a la hora competente. Si no hu­biere Misa cantada estudiarán todos hasta las diez; de diez a once recreación; de once a tres cuartos para las doce asistirán para instruirse en las sagradas ceremonias de la Misa cantada y rezada, ó bien Canto Gregoriano. Tener lectura espiritual según determinare el Superior, quien con su prudencia ordenará las horas, y ejercicios de los días de vacación, a fin de que todas las cosas se hagan con orden.

En los días ya dichos, rezadas Vísperas y Comple­tas en comunidad, saldrán todos de paseo con el Director.

Los que están destinados para enseñar la doctrina cris­tiana en la Parroquias, según está mandado por S. S. I.,

procurarán reunirse cuanto antes con los demás en el lu­gar ó sitio que les habrá señalado el Director. No se sepa­rarán unos de otros haciendo corrillos, ni se alejarán de la vista del Director, ni se volverán a casa antes que él lo dis­ponga. Llegados a la portería, esperarán todos hasta que haya llegado el Director, y entonces entrarán y se reco­gerán a sus aposentos, sin hablar ni divagar por los corre­dores.

Como las buenas costumbres y la salud eterna de los pueblos dependen de los buenos Sacerdotes, y ninguno puede serlo sin ser hombre de oración, todos procurarán con suma aplicación instruirse en las partes de la oración mental y aprovechar cada día en ese santo ejercicio, para que, llenos del espíritu de Dios, lo difundan después en los demás, y por este medio se reforme el pueblo cristiano y todos lleguen a alcanzar el fin para el cual han sido criados.

Como ninguna cosa hay, según dice el Concilio de Trento, que más mueva a los fieles a la piedad que el buen ejemplo de aquellos que fueron llamados a la herencia del Señor, por esto es preciso que los clérigos vivan tan ajus­tadamente y sean de tan santas y religiosas costumbres, que en sus vestidos, en su modo de andar, en sus palabras y en todo su exterior no respiren sino gravedad, compos­tura y religión. Por lo que evitarán con toda escrupulosi­dad los juegos menos decentes y hasta el tocarse unos a otros, aunque sea por modo de chanza. Andando por las calles irán de dos en dos con paso grave, modesto e igual, y cada uno se hará cargo de conciencia de derramar la vista por balcones y ventanas. Así serán un ejemplar de modestia a todos los que los miren.

Los señores ordenandos y clérigos que quieran ser admitidos en este departamento del Colegio-Seminario de San Atón tendrán propios los libros siguientes: una Biblia, Regula cleri, los autores de la ciencia que estudian y un autor de rúbricas para aprender las sagradas ceremonias de la Misa cantada y rezada. Estos libros los tendrán siem­pre consigo para estudiar en ellos, a imitación del Apóstol de las gentes, que, sin embargo de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo, en donde se le infundió aquella cien­cia tan celestial y divina, no por eso dejaba de estudiar los Libros sagrados y sus propios escritos, que siempre lle­vaba consigo, como consta de su Carta segunda a Timoteo, en la que encarecidamente le pide que le traiga sus libros y membranas, que eran sus escritos, que había de­jado en Troade en casa de Carpo.

ADVERTENCIAS GENERALES

1.ª Los señores ordenandos confesarán y comulgarán de quince en quince días.

2.ª Cuando entren en la Casa harán los Ejercicios espi­rituales, los que repetirán todos los años antes de princi­piar el curso.

3.ª El ordenando que no esté para la apertura de curso, se le diferirán las Órdenes.

4.a Todos los ordenandos y clérigos tendrán sobrepe­lliz, balandrán y bonete propios.

5.ª Asistirán a los divinos oficios con sobrepelliz, usa­rán del balandrán y bonete en clase y siempre que estén dentro de casa. A la academia, que se tiene todos los do­mingos, llevarán el manteo, por ser costumbre en esos ac­tos públicos.

6.ª No se permite fumar; tampoco que ningún externo de cualquier condición que sea, entre en los aposentos de los ordenandos (excepto en algún caso extraordinario en que el Superior podrá dispensar). Y así, cuando algún ex­terno viniere a visitarlos, sin entretenerse a hablar con él en el corredor lo introducirán en el locutorio. No hablarán de cosas de mundo, ni permitirá el ordenando que el seglar fume en su presencia.

7ª El jueves se afeitarán de nueve y media a once, yendo unos después de otros al lugar señalado para este fin. Observarán allí el más exacto silencio. Si alguno quiere afeitarse solo, podrá hacerlo en su aposento, mas no podrá admitir a otro en él para afeitarle. En este día barrerán y asearán sus aposentos; a las once irán a recreación hasta las doce menos cuarto.

8ª El domingo darán todos la ropa blanca al que está encargado de entregarla a la lavandera. Darán la nota del número de piezas y marca que llevan, para que nada se pierda. El que tenga cuidado de la ropa, bajará a recibirla cuando la traiga la lavandera.

9ª Ningún ordenando faltará a los actos de piedad; y, si a tiempo de ellos está con alguna visita, la despedirá cortésmente y asistirá puntual.

10ª Nadie se irá de los actos de comunidad, aun de la recreación, sin notificar la causa al Director.

11ª Si alguno con legítima causa no pudiere estar pre­sente a la oración o a otro ejercicio de comunidad, lo participará al Director.

12ª Si alguno se halla indispuesto  o enfermo cerciora­rá cuanto antes al Superior o al Director el motivo y el estado de su indisposición, a fin de tomar las providencias necesarias para su curación o remedio. Con la advertencia que los médicos y medicinas correrán a cuenta del enfer­mo, y no de la casa.

13.ª Siendo cosa cierta que el desorden en el comer produce indigestiones y enfermedades, todos procurarán no comer fuera de las horas regulares y acostumbradas. Y jamás se permitirá que ordenando alguno vaya a la cocina a freir ni a cocer cosa alguna; ni el hermano podrá en­cargarse de hacerlo sin expresa licencia del Superior, quien difícilmente la concederá.

14.ª Nadie saldrá fuera de la casa sin licencia expresa del Superior; obtenida ésta, pedirán al Director que les se­ñale el compañero que mejor le pareciese.

Obsérvense estas constituciones . — Badajoz, 26 de No­viembre de 1828.—Mateo, Arzobispo-Obispo de Badajoz.

ANALES 1911

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