«Por eso os digo que cojáis las armas que Dios da, para poder hacerlas frente (a las fuerzas del mal) en el momento difícil y acabar el combate sin perder terreno. Con que en pie: abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la honradez; bien calzados, dispuestos a dar noticia de la paz. Tened siempre embrazado el escudo de la fe, que os permitirá apagar todas las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la salvación y por espada el Espíritu, es decir, la palabra de Dios». (Ef 6,13-17).
«Deseando continuar la misión de Cristo, nos entregamos a los pobres en la Congregación todo el tiempo de nuestra vida. Para realizar esta vocación, abrazamos la castidad, la pobreza y la obediencia conforme a las Constituciones y Estatutos. En efecto, `la pequeña Compañía de la Misión… para dedicarse a la salvación de las almas, sobre todo de los pobres del campo, ha pensado que no podía usar de armas más fuertes y más adecuadas, que las que usó la Sabiduría eterna con tanto éxito y tanta eficacia. (RC II, 18)». (C 28).
«Armarse con las mismas armas» es otra de las expresiones felices de San Vicente. Ciertamente lleva en sí eco de guerra. La vida espiritual se ha visto, en gran parte, como lucha contra el pecado que hay en nosotros. Lo mismo se puede decir de la instauración del Reino de Dios. Hay que luchar contra las fuerzas del mal. Profesar los Consejos Evangélicos es, para San Vicente, armarse del mejor modo para trabajar en la propia vida espiritual y en la salvación de los demás.
1. «Todos guardaremos con fidelidad y perseverancia la pobreza, la castidad y la obediencia».
Los Consejos Evangélicos de pobreza, castidad y obediencia tienen en la Congregación de la Misión la finalidad de ayudar a alcanzar el fin de la Congregación de un modo más eficaz y seguro:
«Nuestro Señor, al ser enviado por su Padre al mundo para cumplir una misión y salvar las almas, viendo que el honor, el placer y las riquezas habían causado tantos estragos en el mundo y que el espíritu maligno se había servido de la ambición, de la codicia, y del deseo desordenado de las riquezas para perder a las almas y atraerlas hacia sí, quiso servirse de las armas contrarias para apartarlas de sus manos y conquistarlas para Dios, su Padre, esto es, de la pobreza, la castidad y la obediencia. Así también la Misión, al ver que el mundo se pierde por la ambición de los placeres, las riquezas y los honores, y atraída hacia la misión de nuestro Señor, a la que nos ha hecho el honor de llamarnos para continuar su obra, ha visto que lo mejor que podía hacer era abrazar los medios de que se sirvió nuestro bendito Salvador. Y es lo que ha hecho la Compañía». (XI 638; cf. RC II, 18).
2. «Para evangelizar a los pobres como nuestro Señor».
Jesús es, como siempre, el modelo en el que el Misionero debe inspirarse para practicar la pobreza, la castidad y la obediencia. La vida de Jesús es la que nos indica hasta qué grado se deben vivir esos Consejos Evangélicos.
«Tenemos que estar agradecidos a Dios por el estado en que nos ha puesto por su misericordia. Es el estado en que puso a su Hijo, que dice de sí mismo: «He sido enviado a evangelizar a los pobres». ¡Qué gran consuelo encontramos en este estado! ¡Evangelizar a los Pobres como nuestro Señor y de la misma manera que El lo hacía, utilizando las mismas armas, combatiendo las pasiones y los deseos de tener riquezas, placeres y honores! Es verdad que nuestro Señor no tenía estos defectos ni estas pasiones, pero practicó de esta forma admirable y eminente las virtudes contrarias a esos defectos, deseos y pasiones, a saber, la pobreza, la castidad y la obediencia. ¡Dios mío! ¡Hasta dónde llevó El la práctica de estas virtudes! ¡Nacer pobre, vivir pobre y morir pobre». (XI 639).
3. «Toto vitae tempore».
La vocación del misionero es un don de Dios dado para siempre. San Vicente quiso que sus misioneros, desde la propia libertad, aceptaran el plan de Dios sobre ellos y sobre la Compañía por la profesión, sin límite de tiempo, de la pobreza, de la castidad y de la obediencia para evangelizar a los pobres en la Congregación de la Misión:
«Dios ha querido afianzar a las personas de cada estado en su vocación por medio de promesas expresas o tácitas que hacen de vivir y morir en aquel estado: los judíos por medio de la circuncisión… los cristianos por el bautismo, los sacerdotes por la promesa de castidad y obediencia, los religiosos por los tres votos… los rasados por el matrimonio… Si esto es así, es justo que la Congregación de la Misión tenga algún vínculo que ate a los misioneros a su vocación para siempre». (V 296).
- ¿Estoy convencido de la relación que existe entre la práctica de los Consejos Evangélicos de pobreza, castidad y obediencia y la eficacia de la labor apostólica?
- ¿El compromiso, asumido por el voto de estabilidad, de vivir en la Congregación durante toda la vida es, de verdad, un motivo fuerte de perseverancia y entrega?
Oración:
«Oh Salvador, Tú nos has destinado a esta misión en ins ideas eternas; haz que la cumplamos debidamente con tu santa gracia. Pero, Salvador mío, ¿de quiénes te sirves para la conversión de los pueblos y para continuar tu misión? No somos más que unos pobres hombres. ¡Cuánta confusión para nosotros! Señor, concédenos la gracia de hacernos dignos de esta misión y de nuestra vocación, combatiendo generosamente ese vicio de la pasión y del deseo de las riquezas, de placeres y de honores, mediante la práctica de la pobreza, castidad y obediencia, y de tener siempre en las manos la hoz de la mortificación para mejor conseguirlo y dejar nuestro ejemplo a la posteridad. Es esta, Señor, la gracia que te pedimos. Amén». (XI 647).






