- LA MISIÓN DE LA IGLESIA Y LOS OBREROS DEL EVANGELIO.
El Papa Francisco, al proponer la urgencia de la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo de hoy, exclama: «¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!».
Para esta etapa evangelizadora invoca el Papa al Espíritu Santo: «Le ruego que venga a renovar a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida litera ele sí para evangelizar a todos los pueblos» . Y describe a los evangelizadores como «evangelizadores con Espíritu, evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo»; «evangelizadores que oran y trabajan»; «evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios».
Al contemplar la situación que vive la Iglesia en Europa, o al recibir noticias de los misioneros y de las Hijas de la Caridad que han partido hacia tierras lejanas, Vicente de Paúl insistía en la necesidad que la Iglesia tiene de disponer de obreros, de personas que trabajen para continuar la misión de Jesucristo, de verdaderos apóstoles.
¡Ay!, la Iglesia tiene bastantes personas solitarias, gracias a Dios, y demasiadas inútiles, y otras muchas más que la desganan. Lo que necesita es tener hombres evangélicos, que se esfuercen en purgarla, en iluminarla y en unirla a su divino esposo; … para ir a anunciar a Jesucristo al pobre pueblo y a trabajar por la formación de los sacerdotes. Trabajemos en ello, padre, con todas nuestras fuerzas, confiando en que nuestro Señor, que nos ha llamado a su manera de vivir, nos hará partícipes de su espíritu y finalmente de su gloria».
Acabamos de enviar tres sacerdotes y tres hijas de la Caridad a Narbona, a doscientas leguas de aquí; todavía necesitamos más para algunas nuevas fundaciones que se están presentando. Se están preparando algunos para el viaje a Madagascar que se hará a finales de mes. Nos piden obreros de todas partes; la mies es grande; hay que pedirle a Dios que suscite hombres apostólicos para trabajar en ella».
Vicente de Paúl recuerda emocionado los trabajos apostólicos de los misioneros en Berbería o en Madagascar:
Nuestro misionero de Berbería y los que están en Madagascar, ¿qué no han emprendido? ¿qué no han ejecutado? ¿qué es lo que no han hecho? ¿qué es lo que no han sufrido? … En Madagascar, los misioneros predican, confiesan, catequizan continuamente desde las cuatro de la mañana hasta las diez, y luego desde las dos de la tarde hasta la noche; el resto del tiempo lo dedican al oficio y a visitar a los enfermos. ¡Esos sí que son obreros! ¡Esos sí que son buenos misioneros! ¡Quiera la bondad de Dios damos el espíritu, que los anima y un corazón grande, ancho, inmenso!»
Obreros, hombres apostólicos son las expresiones que utiliza San Vicente de Paúl para referirse a quienes tienen la dicha de ser llamados para «cooperar en la extensión de la Iglesia por otros lugares»; «no a una parroquia, ni sólo a una diócesis, sino por toda la tierra».
Dirigiéndose a sus compañeros, recurre Vicente de Paúl a la autoridad del señor Duval para subrayar la importancia de que los sacerdotes sean incansables obreros:
El padre Duval, un gran doctor de la iglesia, decía que un eclesiástico tiene que tener más faena de la que pueda realizar; pues, cuando la vagancia y la ociosidad se apoderan de un eclesiástico, todos los vicios se echan encima de él… ¡Oh, Salvador! ¡Mi buen Salvador! ¡Quiera tu divina bondad librar a la Misión de este espíritu de ociosidad, de búsqueda de la comodidad, y darle un celo ardiente de tu gloria, que la haga abrazarlo todo con alegría, sin rechazar nunca la ocasión de servirte!».
Trabajar como Jesucristo y en lo que hizo Jesucristo es la mayor dicha para la Familia Vicenciana:
¡Qué felicidad para usted poder trabajar en lo que Él mismo hizo! Él vino a evangelizar a los pobres y esa es también su tarea y su ocupación. Si nuestra perfección se encuentra en la caridad, corno es lógico, no hay mayor caridad que la de entregarse a sí mismo por salvar a las almas y por consumirse lo mismo que Jesucristo por ellas. Y a eso es a lo que ha sido usted llamado.
Porque la evangelización de los pobres no consiste únicamente en la proclamación de las grandes verdades de la fe, sino que, como la realizó Jesucristo, implica la realización de los signos anunciados por los profetas: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los pobres son evangelizados…».
Puede decirse que venir a evangelizar a los pobres no se entiende solamente enseñar los misterios necesarios para la salvación, sino hacer todas las cosas predichas y figuradas por los profetas, hacer efectivo el evangelios`’.
Santa Luisa de Marillac se dirige a las primeras Hermanas señalando que no es posible recibir en la Compañía a quien no esté en condiciones de trabajar»; porque para el servicio a los pobres se requiere buenas trabajadoras. Las Hijas de la Caridad deben ganarse el pan con su trabajo;; salir a buscar a los pobres enfermos de los pueblos cercanos sin contentarse con recibir sólo a los que llegan a su casa.
San Vicente y santa Luisa recurrieron a la experiencia de las relaciones entre los amos y los criados, para describir la vida de las Hijas de la Caridad como «siervas» de los pobres, sus «amos y señores»
La madre Lucía Rogé resumía bien esta aportación del carisma vicenciano a la Misión de la Iglesia: «Cuando se leen las instrucciones dadas por san Vicente y santa Luisa a las primeras Hermanas, se advierte que quisieron hacer una transposición, tan aproximada corno fuera posible, de esta función de sirvientas en favor de los Pobres, «nuestros Amos y Señores». Mucho se ha repetido que las Hijas de la Caridad, Siervas de los Pobres, yendo y viniendo, representan en su época una revolución en el plano de la vida consagrada en la Iglesia. Pero de la misma firma, representan también una revolución en el plano de la vida social».
Al comienzo de su pontificado, el papa Benedicto XVI se presentaba como «humilde obrero de la viña del Señor». Obreros, trabajadores apostólicos, siervas: una significativa aportación del carisma vicenciano a la Misión de la Iglesia, a la autocomprensión de los evangelizadores.
Corpus Juan Delgado, cm
Editorial CEME, 2015