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Hno. Andrés Rodríguez |
18-08-94 |
La Orotava |
Anales 1994 Dic. Pg. 600 |
El 20 de noviembre de 1944 llegaba al puerto de Cádiz, procedente de Las Palmas de Gran Canaria, el Hermano Rodríguez Martín. Los Padres Paúles, avisados de la llegada de «un tinerfeño de dos metros de altura», se desojaban sin poder localizar al Goliat del siglo XX. El Hermano Andrés Rodríguez dio vueltas y más vueltas por el puerto y cuando vio, una y otra vez, a unos sacerdotes que claramente esperaban a alguien, se identificó ante ellos, estallando todos en una gran carca jada por la broma que les habían gastado desde el Lomo Apolinario. (El Hno. Andrés medía 1,40 cms.).
El 26 de noviembre de 1944 vistió la «santa sotana». En su noviciado sobresalió como «enormemente hábil» para toda clase de trabajo manual, pero «de carácter enérgico y dominante, aunque humilde cuando se le hacían ver sus imperfecciones y limitaciones». El 8 de diciembre de 1946 pronunció los Santos Votos, a los que fue fiel hasta su muerte, aunque podría haber hecho «carrera» en el mundo, dadas sus dotes para cualquier trabajo manual así como su carácter enérgico y decidido.
Estuvo destinado en Huelva, Málaga y La Orotava. En todos estos destinos destacó por su extraordinaria pericia como jardinero, hortelano y cocinero. El P. Vicente Franco (q.e.p.d.) decía: «Nunca he comido mejores gambas o saboreado mejor paella que las preparadas por el Hno. Andrés». Y los feligreses de nuestra parroquia de Málaga afirmaban que jamás había estado la Iglesia mejor adornada y floreada que con el Hno. Andrés. Yo pude presenciar cómo, en La Orotava, semana tras semana, preparaba los mejores ramos para nuestra humilde capilla. También pude admirar cómo tarde tras tarde, antes de retirarse a su habitación, se pasaba un largo rato ante el Santísimo, pidiendo perdón de sus pecados y encomendándose a la infinita misericordia de Dios. Y, ¿quién, en La Orotava, no le vio, mañana y tarde, con el rosario en la mano? Y, ¿acaso no decían los Padres Salesianos orotavenses, cuya iglesia sirvió, como acólito, durante lustros, que era un ejemplo de piedad, incluso para ellos?
Con el Hermano Andrés Rodríguez desaparece el último coadjutor tinerfeño de la C.M. ¿Por qué no han brotado nuevas vocaciones para hermanos? ¿Por qué, tampoco, desde hace treinta años, ha surgido ningún nuevo candidato al sacerdocio, dentro de la C.M.?
Querido Hno. Andrés: Pide a Dios que sobreviva la C.M. en Tenerife. Tú, que cuando perdía Tenerife, Club de Fútbol, te ponías enfermo, no permitas que la C.M., de tanto arraigo en la isla del «Padre Teide» se extinga lenta e inexorablemente. La Laguna, 4-2-1914. La Orotava, 18-9-1994
Jesús Larrañeta