«Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, no puede ser discípulo mío». (Lc 14,26).
“Cumpliremos fácilmente los deberes para con nuestros padres, pero con la moderación necesaria para realizar nuestra misión y guardar la vida comunitaria” (E.15,11).
La disciplina respecto a las ayudas y visitas a padres y familiares ha variado mucho desde el tiempo de San Vicente hasta hoy; sin embargo, el consejo de Jesús a sus seguidores permanece invariable. Entonces como ahora, Jesucristo evangelizador de los pobres espera de los Misioneros el desprendimiento necesario de los parientes para desempeñar fielmente las funciones apostólicas y los compromisos de la vida en común. El pensamiento del Fundador está sustancialmente recogido, por Io que al amor a los familiares se refiere, en los textos siguientes.
1. «Hemos de amarlos en nuestro Señor».
San Vicente interpreta de este modo el texto del Evangelio que encabeza la meditación:
«Creo que nuestro Señor lo entendió de esta manera: que hay que abandonar a los padres que se oponen a la felicidad de sus hijos que quieren entregarse a Dios; en este caso hay que renunciar al afecto de los Padres. Pero, me objetaréis, nuestro Señor no lo hizo, ya que vivió siempre con San José y la Santísima Virgen y trató con sus parientes. Sí, pero sus padres tenían
siempre su entendimiento y sus deseos sujetos a este divino niño y sus acciones y afectos se. conformaban con la divina voluntad gracias a la sabiduría admirable y a la providencia eterna del Padre. Nuestros parientes, por el contrario, muchas veces están lejos de esta sumisión a los designios de Dios y se empeñan en impedirnos que los sigamos; y entonces tenemos que odiarlos y abandonarlos. Y si no son así, mejor entonces; hemos de amarlos en nuestro Señor, no ya sintiendo afecto hacia ellos por ser buenos, sino porque se despegan de nosotros, para que seamos mejores siguiendo a nuestro común Salvador, que es el único perfecto». (XI 515).
2. «En caso de extrema necesidad tienen derecho a reclamar a sus hijos».
Ya en tiempo de San Vicente la necesidad de los padres obligaba, por derecho natural y de la Iglesia, a que los hijos salieran incluso de las Congregaciones para poder asistirlos. San Vicente se hace cargo de esta obligación:
«Dicen los cánones que los padres o las madres que se encuentran en un caso de extrema necesidad tienen derecho a reclamar a sus hijos, en cualquier lugar o condición en que se hallen, para ser socorridos por ellos en medio de sus sufrimientos, cuando se trata de una necesidad natural, y que los hijos pueden salirse de la Congregación, después de haber pedido permiso a los superiores, tanto si lo obtienen, como si no lo obtienen. Esto se entiende, como he dicho, en caso de verdadera necesidad, y no de una necesidad supuesta. Por tanto, pueden salir y acudir a su lado, y volver luego al sitio o estado de donde habían salido, tal como muchos lo han hecho; podría poner muchos ejemplos». (XI 515).
3. «No nos dejemos llevar por la pasión de ir a verlos».
Matizando un poco lo anterior, sigue hablando cl Fundador:
«Pero muchas veces los padres fingen que tienen necesidad de vosotros; no se sienten a gusto; les gustaría estar mejor; no es la necesidad presente la que les apremia, sino el temor del futuro, por no tener confianza en Dios… Si así es, hay que contentarse con rezar a Dios por ellos y contribuir, de la forma que se pueda, a su consuelo y alivio, para que amen y sirvan a Dios. Sí, hemos de arreglar esto de forma que no nos dejemos llevar por la pasión de ir a verlos, ya que con el pretexto de atender a su salvación, pondríamos la nuestra en peligro, abandonaríamos las ocupaciones en que Dios nos ha puesto y, en vez de renunciar a los parientes, iríamos a buscarlos, dejaríamos a nuestro Señor por ellos v entonces caeríamos en el reproche que El nos dirige: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí» (Mt 10,37). Fijaos; a los que quieren ser sus discípulos les dice llanamente que tienen que apartarse del afecto a sus padres». (XI 515-516).
- ¿Cumplo fielmente con las obligaciones para con los padres y familiares, tal como está ordenado por las Constituciones, Estatutos y Normas Provinciales?
- ¿Abandono los ministerios y la convivencia comunitaria para ir a visitar a la familia sin necesidad y sin el debido permiso?
Oración:
«Señor Dios nuestro, que, por la gracia del Espíritu Santo, has infundido los dones de la caridad en el corazón le tus fieles, concede a nuestros familiares y amigos, por quienes te rogamos, la salud del cuerpo y del alma, para que te amen con todas sus fuerzas y realicen con generoso corazón todo lo que es agradable a tus ojos. Por nuestro Sentir Jesucristo». (Mro, oración por los familiares y amigos).