Amigos de los sacerdotes

Francisco Javier Fernández ChentoEspiritualidad vicencianaLeave a Comment

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Author: Flores-Orcajo · Year of first publication: 1981 · Source: CEME.
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«Esa copa de la bendición que bendecimos, ¿no signifi­ca solidaridad con la sangre del Mesías? Ese pan que partimos, ¿no significa soli­daridad con el Cuerpo del Mesías?» (I Cor 10,16).

«Presten, además, los Misio­neros ayuda espiritual a los sacerdotes, favoreciendo su formación continua y fomen­tando el estudio pastoral. Susciten en ellos el deseo de cumplir la opción de la Igle­sia en favor de los pobres». (C 15).

La ayuda que la Congregación de la Misión ha pres­tado a la Iglesia, ya desde el tiempo del Fundador, no termina en la obra de los Seminarios, sino que se ha extendido a otros ministerios que redundan en provecho de los sacerdotes; tales son, por ejemplo, dar ejercicios y retiros espirituales al clero, fomentar con ellos los movimientos de caridad, hacerles partícipes de las mi­siones populares, etc. Todo esto ha contribuido a crear lazos de amistad y fraternidad entre el clero diocesano y la Congregación. El texto constitucional nos recuerda esta tradición, que debe incrementarse más cada día, teniendo en cuenta la necesidad que sufren los pobres.

1. «Unidos todos entre sí por la íntima fraternidad sacramental».

El Decreto sobre el ministerio y la vida de los Pres­bíteros, del Concilio Vaticano II, nos recuerda las ver­daderas razones que obligan a fomentar la unión de los sacerdotes entre sí, aun perteneciendo a Diócesis o Con­gregaciones distintas. Dichas razones son del orden teo­lógico:

«Los Presbíteros, constituidos por la Ordenación en el Orden del Presbiterado, están todos ligados entre sí por una íntima fraternidad sacramental… Porque, aunque se entreguen a diversas funciones, desempeñan, con todo, un solo ministerio sacerdotal para los hombres. Para cooperar en esta obra son enviados todos los Pres­bíteros, ya ejerzan el ministerio parroquial o interparroquial, ya se dediquen a la investigación o a la enseñan­za, ya realicen trabajos manuales, ya desarrollen, final­mente, otras obras apostólicas u ordenadas al aposto­lado». (PO 8).

2. «Ayúdense mutuamente para ser siempre colaboradores de la verdad».

Los motivos expuestos arriba se especifican aún más en los siguientes, tomados del mismo Decreto:

«Es muy importante que todos los Presbíteros, dio­cesanos o religiosos, se ayuden mutuamente para ser siempre colaboradores de la verdad. Cada uno está uni­do a los demás miembros de este Presbiterio por pecu­liares lazos de caridad apostólica, de ministerio y de fra­ternidad, lo cual ya desde la antigüedad viene significa­do litúrgicamente cuando se invita a los Presbíteros presentes a imponer las manos sobre el nuevo elegido junto con el Obispo que ordena, y cuando concelebran la Sagrada Eucaristía con espíritu unánime. Todos los Presbíteros están unidos a sus hermanos con el vínculo de la caridad, de la oración y de la absoluta colabora­ción, y así se manifiesta aquella unidad con la que Cristo quiso que los suyos formasen una sola cosa, a fin de que el mundo conozca que el Hijo ha sido enviado por el Padre». (PO 8).

3. «Caridad sin límites con los hermanos en peligro»

La caridad y amistad con los sacerdotes, procuradas por los Misioneros, no se reduce a una simple camara­dería con ellos, sino que ha de conducirlos al gozo del ministerio y al ejercicio pastoral sobre todo, a aquellos sacerdotes que se ven turbados por dificultades. En este sentido, son muy provechosos los consejos del Vati­cano II:

«Reflexionen los sacerdotes sobre la amonestación del Santo Concilio, que los exhorta a la común partici­pación en el sacerdocio para que se sientan vivamente responsables respecto de los hermanos turbados por di­ficultades, que exponen a serio peligro el don divino que hay en ellos. Sientan el ardor de la caridad para con ellos, pues tienen más necesidad de amor, de com­prensión, de oraciones, de ayudas discretas pero efica­ces, y tienen un título para contar con la caridad sin límites de los que son y deben ser sus más verdaderos amigos». (SC 81).

  • ¿Trato con respeto y caridad a los sacerdotes, prestándoles toda clase de ayuda que está a mi alcance?
  • ¿Niego mi amistad y colaboración a los sacer­dotes diocesanos y religiosos, que buscan en mí un apoyo espiritual o pastoral?
  • ¿En qué grado intereso a los sacerdotes en fa­vor de los pobres?

Oración:

«Oh Dios, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a tu Hijo único sumo y eterno sacer­dote, concede a quienes El eligió para ministros y dispensa­dores de sus misterios la gracia de ser fieles en el cumpli­miento del ministerio recibido. Por nuestro Señor Jesu­cristo». (Mro, Votiva de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote).

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