Los Romanos Pontífices, desde Gregorio XVI (Papa cuando se fundó la Sociedad de San Vicente de Paúl), han alabado y recomendado las Conferencias de San Vicente de Paúl. Pío IX concedió a la Sociedad, Cardenal Protector, siéndolo, desde entonces (1851), generalmente, el Cardenal Secretario de Estado; y Pío XII, hasta su elevación al solio pontificio. Y le concedieron múltiples y especiales indulgencias por diferentes breves y rescriptos: Gregorio XVI, Pío IX, León XIII, Pío X, etc.
Pero, sobre todo, se han distinguido los Papas:
León XIII, quien, en su carta encíclica «Humanum Genus» (20-IV-1884), dice: «No dejaremos de mencionar la Sociedad llamada de San Vicente de Paúl, tan benemérita de las clases pobres y tan insigne públicamente en su ejemplaridad. Bien conocidas son su actuación y sus. aspiraciones; se emplea en adelantarse espontáneamente al auxilio de los menesterosos y de los que sufren, esto con admirable sagacidad y modestia, pues cuanto menos quiere mostrarse, tanto es mejor para ejercer la caridad cristiana y más oportuna para consuelo de las miserias«.
Y concedió, precisamente a petición del Consejo general de la Sociedad de San Vicente de Paúl, con motivo del cincuentenario de la fundación de ésta, a San Vicente de Paúl el título de Patrono universal de todas las obras de caridad provenientes de él de cualquier modo.
Pío XII, en alocución al Consejo general de la Sociedad, recibido en audiencia privada (27-IV-1952), proclamó lo que puede llamarse «Carta magna» de las Conferencias de San Vicente de Paúl: «Gran consuelo, en medio de tantas angustias, procuráis a nuestro corazón, amados hijos e hijas de las Conferencias de San Vicente de Paúl, reunidos en congreso en esta alma ciudad»… En el cuadro de la previsora adaptación a los tiempos, Nos vemos el surgir, el consolidarse y el prosperar de las Conferencias de San Vicente de Paúl, cuyo nombre resuena para gloria de toda la Iglesia. ¿Cuál fue el primer pensamiento que a los ocho estudiantes de París, les animó a fundarlas? Lo sabéis muy bien por las palabras mismas de aquel que con razón fue llamado su alma: el gran apóstol seglar del siglo XIX, Federico Ozanam… «Fue entonces cuando nos dijimos —decía Ozanam—: ¡Manos a la obra! Socorramos a nuestro prójimo, y coloquemos nuestra fe bajo la protección de la caridad». Así nacieron vuestras Conferencias, que, no obstante los años transcurridos, conservan cual signo propio de las obras queridas por Dios toda la lozanía primitiva, como si se les hubiese comunicado la juventud, sin ocaso, de sus fundadores…
«Puesto que habéis sido llamados por Dios a este particular trabajo de su viña, nada mejor podríais hacer para cumplir en vosotros la divina voluntad, para contribuir al triunfo de la Iglesia, para cooperar a la salvación de las almas… Así es cómo las Conferencias de San Vicente de Paúl, con las frecuentes visitas a los pobres, con la asistencia a la infancia abandonada, con el proveer los medios financieros, haciéndose sus miembros en cierto modo madi-cantes por los pobres, pueden bastar como escuelas de santidad y como palestra de cristiana perfección, de la misma manera que lo fueron o lo son para otras almas el claustro, el desierto, la escuela, el apostolado directo, las misiones entre infieles…
«Bien sabéis que vuestras Conferencias nacieron con finalidad apostólica. Muy pronto brillaron entre las más eficaces formas de apostolado, que con tanto vigor se desarrollan hoy en la Iglesia…
«Id, pues, a vuestros pobres como buenos sembradores, como amorosos padres y hermanos, apologistas frecuentemente ignorados, pero siempre queridos de Dios. Si amáis a los pobres con la misma caridad de Cristo, E) pondrá en vuestros labios las palabras que iluminan, rinden y convierten, y nadie podrá resistir a la fuerza del amor.
Aquella actuación a la que recientemente hemos exhortado a los fieles para la salvación del mundo, para el triunfo de la justicia y de la paz, para superar la dura crisis del tiempo presente, podéis vosotros conducirla con éxito, precisamente ejercitando la caridad en el seno de vuestras Conferencias.
«Contemplad una vez más a vuestro abanderado Federico Ozanam. ¡Qué multiplicidad de obras en su vida consagrada a la Iglesia! Fue escritor, orador, profesor erudito, y hasta hombre político. ¡Cuán grande actividad en cuarenta años de existencia! Y, sin embargo, ¿cuál es la obra que más le hace célebre, sino las Conferencias por él fundadas?
«Pero existe otro campo de acción, en el cual la actividad de las Conferencias puede aportar una directa cooperación a los fines que Nos tan frecuentemente hemos enunciado: el campo de la asistencia social, en el que podéis trabajar, aun continuando estrechamente adheridos a vuestra institución, la cual, como bien sabéis, tiende a estimular toda obra atenta a la realización de la justicia social y la elevación de las clases más humildes. Y así no os sean extrañas obras como los patronatos de obreros, las escuelas populares, las oficinas de colocación, la provisión de casas, las colonias veraniegas y las demás formas de asistencia social, que el espíritu juvenil de las Conferencias os sugerirá…
La divina Providencia ha sido generosa con vosotros, al inspiraras abrazar las Conferencias de San Vicente de Paúl, pues en ellas os ofrece un medio incomparable de santificación, de apostolado y de acción social. Sed, igualmente generosos en corresponder, seguros de obtener frutos maravillosos para vosotros mismos y para la Iglesia. Señalad a otros vuestro programa, a los jóvenes, que quizá buscan en vano un noble ideal para la vida, y a aquellos que, desilusionados de otros ideales, sienten un inmenso vacío en torno a sí y en sí mismos. Estrechaos fieles y concordes bajo las banderas de la caridad cristiana; trabajad con entusiasmo y con humildad; penetrad con la dulzura de Cristo en los tugurios de la miseria y de la desventura, para llevarles aquel Jesús que pasó por la tierra haciendo bien y sanando. El calor de aquel Corazón divino, acogido primero en el vuestro, será irradiado al mundo del egoísmo y de la frialdad, para salvación de muchos.»
Juan XXIII: En su primera carta al presidente general de la Sociedad (1959-VI; «Boletín» 1.076): Después de elogiar «los progresos de la acción perseverante del Consejo general para adaptar la labor de las Conferencias a las necesidades actuales, permaneciendo siempre fiel al espíritu que Federico Ozanam y sus compañeros infundieron a la Sociedad», recomendó: «Preservad el alma profunda de la Sociedad, insistiendo sobre la formación cristiana de sus miembros y exhortando a éstos a cimentar en la oración y en la recepción de los sacramentos el ejercicio de una auténtica caridad, fervorosa y activa, la que debe distinguiros; caridad sobrenatural con respecto a los pobres. Al lado de tantas obras sociales o filantrópicas buenas en sí mismas, la Sociedad de San Vicente de Paúl ha querido sobre todo, desde sus orígenes, llevar a los desafortunados un testimonio concreto del amor de Jesucristo y revelarles el verdadero rostro maternal de la Iglesia. Tal labor de asistencia espiritual y material es ahora más útil que nunca».
También, y en ocasión relevante (21-11-1960), Juan XXIII declaró: «El 17 de diciembre del año pasado, en el Consistorio Público, nos alegramos de aceptar la introducción de la causa de beatificación de Federico Ozanam. ¡Qué enseñanzas se desprenden aún hoy de este apóstol de la caridad de los tiempos modernos?… Que este ejemplo de deber, vivido con generosidad y fervor hasta la muerte, sea para vosotros un estímulo para hacer el bien, para dedica-ros incansablemente a mitigar las necesidades espirituales y materiales de los hermanos. De hecho, entre todo lo grande y laudatorio que se puede hacer en el mundo, la caridad practicada y vivida es la única que permanece y brilla con luz purísima hasta la eternidad» («Boletín» 1.085, 1960).
Pablo VI: Manifestó al Consejo General de la Sociedad, en audiencia privada (5-11-1975), que: «Había sido desde los doce años, y continuaba siendo, hermano vicentino, pero que los deberes de su cargo le impedía prácticamente continuar, en el momento actual, lamentándolo mucho». El presidente general escribió sobre esta visita al Romano Pontífice: «El Papa ha subrayado que los hermanos vicentinos deben ser un ejemplo de espiritualidad en su vida personal. El Santo Padre ha insistido fuertemente acerca del esfuerzo de humanización y de verdadera caridad, que deben desarrollar los hermanos vicentinos frente a una organización social demasiado impersonal. A este respecto ha subrayado el interés por detectar las capacidades ocultas que permite el encuentro de persona a persona».
En nombre del Papa escribió al presidente general, señor Rouast, el Cardenal Villot, secretario de Estado: «Ya conocéis los sentimientos del Santo Padre respecto de vuestra Sociedad. Él se regocija siempre con vuestro amor por la Iglesia y con vuestra devoción filial respecto de aquellos que han sido constituidos Pastores. El aprecia vuestras múltiples iniciativas de seglares para hacer más ampliamente presente y eficaz el testimonio de caridad de los cristianos. El os estimula a promover por doquiera la dignidad de las personas con una atención especial a las múltiples formas de pobreza y hacer a los hombres, ricos y pobres, artífices de la solidaridad del compartir y de la ayuda en un mundo que tanto la necesita».
En audiencia privada (8-X1-1964) al Consejo General de la Sociedad y séquito, Pablo VI pronunció un discurso, semejante en importancia al de Pío XII (27-IV-1952), diciendo: «Saludamos, pues, y bendecimos afectuosamente a toda esa variada y numerosa familia de hermanos, a los que os une vuestro propósito de caridad fraterna. La amistad con nuestros semejantes necesitados es, precisamente, una característica que podríamos llamar obligación, instancia, virtud, estilo, confirmación del oficio pastoral, y al verla asumida en vosotros como propósito y programa de vida, nos proporciona un inmenso placer, y esto os acerca, a cuantos sois fieles al espíritu vicentino, en corazón y en obras, a nuestro oficio apostólico, a nuestra persona, y os insertáis magníficamente en la circulación vital de la Santa Madre Iglesia.
«La pobreza evangélica es humildad, paz y también renuncia… no debilita el trabajo y su prodigiosa organización, sino que le humaniza y le infunde esa sabiduría que nos hace posible la inserción de las virtudes morales en el juego de los intereses materiales, sin paralizarlo; antes bien, haciéndolo más funcional y beneficioso.
«El discípulo de Cristo descubre en su severa escuela de pobreza una relación maravillosa entre la pobreza y la caridad; se podría decir de complementariedad… porque quien ama está a la búsqueda de quien pueda recibir los signos externos de su amor; es decir, la caridad necesita la pobreza para desarrollar la energía de bien que le es propia.
«Instauráis, vicentinos, una pedagogía de primer orden: la educación de apertura a la escena social… en la solidaridad con quien sufre y está falto de muchas cosas… del ejercicio personal, directo, no delegado del hacer el bien; en el sacrificio del bolsillo, del tiempo, de los gustos, para dar expresión, en forma concreta y eficaz, a los sentimientos y a las personas.
Instauráis, vicentinos, en una palabra, la educación verdaderamente cristiana. Este es un método pedagógico de vuestra actividad, que si no tuviera otro, la justificaría y la ennoblecería, y nos haría sin más desear que se conserve y extienda especialmente en nuestras escuelas, en nuestras asociaciones, en las filas, en fin, de nuestra juventud.
«Este método fue la vanguardia y el estímulo para el desarrollo de los programas modernos asistenciales y que conserva su valor original de primer orden… El ejercicio del amor al prójimo, realizado con las formas y el espíritu de las Conferencias de San Vicente de Paúl, es todavía un argumento convincente de la verdad del Evangelio, actuada en el catolicismo…»
Juan Pablo II: Siente gran estima hacia las Conferencias de San Vicente de Paúl, desde que las conoció en su Diócesis y comprobó su buen espíritu y la eficacia de su apostolado cristiano, según resaltó Radio Vaticano, en emisión especial (13-V11-1979) sobre la actualidad de la Sociedad de San Vicente de Paúl, extendida por 113 países, con 30.000 Conferencias, 750.000 socios.
En carta-respuesta (31-1-1981), en nombre del Papa, el Cardenal secretario de Estado (Cardenal Casaroli) dice: «El Santo Padre se siente siempre complacido al conocer la expansión de la Sociedad de San Vicente de Paúl en los distintos continentes y en los diferentes medios. El alienta vivamente a todos estos laicos cristianos, de quienes sabe que están animados de una fe profunda y que cuidan grandemente su fidelidad a la Iglesia, de hacerse servidores de la caridad, correspondiendo a las múltiples necesidades de los pobres de nuestro tiempo. Esto forma parte del testimonio, magnífico y exigente, de la Iglesia, cuyos hijos están todos invitados a mostrarse como testigos y artesanos de la misericordia inagotable de Cristo y de su Padre, según la reciente encíclica. El año del cuarto centenario del nacimiento de San Vicente de Paúl es particularmente propicio para recordarlo, lo mismo que el ejemplo de vuestro querido fundador, Federico Ozanam…» («Vincenpaul», número 173).
En audiencia concedida (30-V-1979) al presidente general de la Sociedad, quien le entregó los tres tomos de las «Cartas de Federico Ozanam», le dijo el Papa: «Agradezco vuestro apostolado. El apostolado y la caridad marchan juntos…» («Vincepaul», 153). Juan Pablo 11 manifestó (31-1-1981): «El ejemplo de vuestro querido fundador, Federico Ozanam, es particularmente propicio para recordarlo». Y refiriéndose a la audiencia privada que le concedió el Papa (31-111-1982), el nuevo presidente general de la Sociedad, Amín de Tarrazi, dijo: «El Papa, muy impresionado de la presencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl en todos los frentes de la pobreza, bendijo su acción calurosamente y animó a todos para que permanezcan con valor y perseverancia al servicio de los pobres» («Vicenpaul», 186).
Con lo que, en cierto modo y resumidamente, queda patente la constante estima y consideración de los Romanos Pontífices hacia la Sociedad de San Vicente de Paúl, desde su nacimiento, otorgándole siempre su alabanza y recomendación. Por lo que no es extraño que la Santa Sede diera en forma oficial la aprobación de alabanza y recomendación a la Sociedad, por rescripto: «Societatem Sancti Vincenti a Paulo», el 13 de noviembre de 1920.