«Identificados con Jesús, los bautizados se consagran también a la obra de Jesús. Ofrecen su vida, en su seguimiento y como Él. Reproducen “ingenuamente” el acto del único Sacerdote, Jesús» (SV XII, 368 / ES XI, 640)
Job se dirige, por primera vez, directamente a Dios. Hace una larga descripción de su enfermedad, para comprobar que le lleva directamente a la muerte y al olvido. Compara la condición humana a la de un esclavo o un soldado, con todo lo que estas vidas tenían de enajenación y de decadencia en aquella época.
Por su parte, San Pablo, subraya que su vocación es una carga. No ha sido él quien la ha escogido, sino que está al servicio del Señor que le impone una tarea. El oportunismo de que el apóstol da muestras a veces, no puede atribuirse a un afán de notoriedad personal o a la defensa de los derechos adquiridos. Pablo, es más explícito a este propósito: el cargo apostólico es una réplica de la misión del siervo paciente (Is 4-11). Pablo ha comparado muchas veces su Ministerio en Corinto, con la misión del siervo de Dios. El relativismo del apóstol en determinados problemas no es, pues, una política personal, sino el signo mismo de su misión al servicio del Señor, que le impone servir a cada uno de los seres humanos, adaptándose a todo lo que es bueno en ellos, con el fin de que todo eso se convierta en piedra de toque del Reino de Dios.
La vida, las palabras y los gestos de Jesús no son comprensibles sin la relación con su Padre a través de la oración. Los momentos de intimidad filial son los que realmente hacen de Jesús el hombre con autoridad. Así mismo, ese estrecho vínculo con el Padre lo hacen consciente de su misión en el mundo: “Vamos a los pueblos cercanos a predicar también allá el Evangelio, pues para esto he venido”. Esta conciencia evangelizadora inspirará también el apostolado de Pablo: “¡Hay de mí, si no anuncio el Evangelio!”.
Jesús se ha ganado a la gente sencilla por la claridad de su enseñanza y, sobre todo, por su enorme capacidad para transformar la vida física, mental y espiritual de personas enfermas. El Evangelio que Él se ha propuesto como tarea primordial (Mc 1,15) se hace realidad en la conciencia, la salud y la espiritualidad del pueblo. Esto es así que, tanto los escribas, maestros autorizados de la Ley, como los demonios y los espíritus inmundos se ven amenazados por la acción de Jesús. Por eso buscan entorpecer su actividad didáctica, terapéutica y formativa, recurriendo a diversas estrategias.
El mensaje de Jesús continuado por Pablo, encuentra su mejor impacto entre las personas quebradas por el sistema político, social, religioso y cultural. Quienes se congregan en torno a Jesús o a los primeros evangelizadores cristianos son personas que como Job, sienten que la vida es sólo una jornada de arduo trabajo con la que apenas se logra sobrevivir.
Esclavos, jornaleros, desempleados, enfermos, endemoniados y toda clase de desesperados, acuden, tan pronto como cae la tarde, a buscar alivio y consuelo en el Evangelio. Los primeros evangelizadores comparten una esperanza de redención definitiva con esa humanidad avergonzada, excluida y humillada. Aunque no tengamos mucha conciencia de esto, al leer los Evangelios o las Cartas esta realidad salta de las páginas a nuestra mente y cuestiona la misma realidad de nuestras comunidades de fe.
Nuestro reto es compartir con Jesús y con San Pablo, la conciencia de la urgencia del anuncio explícito y directo del Evangelio a todas las personas que se encuentran en situación de empobrecimiento, marginación, exclusión y abandono; y, no quedarnos limitándonos a hacer del cristianismo una bonita costumbre social.
«Hemos sido escogidos por Dios como instrumentos de su caridad inmensa y paternal, que desea reinar y ensancharse en las almas. Por tanto, nuestra vocación consiste… en abrasar los corazones de todos los hombres, hacer lo que hizo el Hijo de Dios, que vino a traer fuego a la tierra. … Es cierto que yo he sido enviado, no sólo para amar a Dios, sino para hacerlo amar. No me basta con amar a Dios, si no lo ama mi prójimo» (SV XII, 262 / ES XI, 553)