«Nuestra vocación consiste en ir… por toda la tierra… abrazar los corazones de los hombres, hacer lo que hizo el Hijo de Dios…» (SV XII, 85 / ES XI, 391)
Jonás no se dirige a Nínive como misionero, sino como ejecutor del juicio implacable de Dios sobre las naciones. Para los judíos, en efecto, el juicio consiste en hacer justicia a Israel castigando y destruyendo a los paganos. Sucede a veces que Dios perdona a Israel en lugar de castigarle (Jr 18,7-8), pero una actitud similar parece inconcebible respecto a los paganos.
El comienzo de la Misión de Jesús, según el Evangelista Marcos, se caracteriza por el anuncio del Evangelio y el llamado a sus primeros cuatro seguidores. La Misión de Jesús, viene enmarcada por la de los profetas (Mc 1,2-3) en primer lugar el anuncio de Malaquías e Isaías que en un coro singular ubican la tarea de Juan Bautista y el significado del desierto como lugar de llegada del enviado de Dios. Luego, un tríptico poderoso ubica como centro el significado misionero del Bautismo de Jesús (Mc 1,9-11), circundado por la predicación preparatoria del Espíritu (Mc 1,12-13). Estos dos cuadros aparecen como actividad preparatoria del momento decisivo del solemne inicio de la Misión de Jesús.
Jesús inicia su actividad en las ciudades y en los caminos más multiculturales y concurridos, de una manera muy semejante a Jonás que se presenta como un profeta de la gran ciudad. Atrás queda el desierto de Judea donde el Profeta Juan hacía el llamado a Israel al sumergir a los oyentes en las aguas del Jordán. De este momento en adelante, Jesús sumerge a sus seguidores, discípulos y oyentes, en una nueva dimensión: El Reino ha llegado. El Reino de Dios se hace presente por medio de todos los gestos salvadores que Jesús realiza: Nuevas enseñanzas, curaciones, exorcismos, evangelización de pobres y excluidos.
El anuncio de Jesús invita a su audiencia a vivir la vida presente de una manera nueva. Atrás quedan las preocupaciones por el comercio, por el matrimonio, por las tristezas y preocupaciones de cada día. La arrebatadora presencia de Dios en medio de la vida del pueblo sencillo, tiene el poder de colocar las prioridades vitales en su debido orden y de aplazar las urgencias inevitables de cada día. Como dice San Pablo en la segunda Lectura: “La representación de este mundo, se termina”.
El tiempo llega a su término. Pero no el tiempo climático, con sus incontables vaivenes, cada día más impredecible; ni tampoco el tiempo cronológico, con el afán que el reloj imprime cada día en nuestras vidas. El tiempo al que el Señor Jesús se refiere, es el tiempo histórico de la maduración de procesos personales, sociales, naturales, cósmicos. El llamado tiempo “kairótico”. Tiempo de transformación y de opciones vitales. Jesús, Misionero de ciudades y de caminos, nos llama hoy a descubrir cómo podemos cambiar de mentalidad para aceptar y creer en su Evangelio de gracia, misericordia, solidaridad y perdón.
Finalmente, cabe señalar el contexto humano de la vocación de los discípulos: son hermanos, conciudadanos, relacionados entre sí por intereses comunes en el plano profesional y originarios de la misma región de Jesús. La vocación no es tan sólo sobrenatural; el llamamiento de Dios, puede leerse también en el plano terrestre. Pero no por eso, la vocación deja de ser fundamentalmente, iniciativa del Maestro: los pescadores serán, ahora, los mensajeros del juicio de Dios. Jesús se presenta como un caminante en marcha incesante para ir al más pobre y al más alejado, y exige a sus discípulos no tanto oídos ávidos y miradas entusiastas, sino aliento para andar y fuerza para encontrar al otro.
Buscamos siempre en esta vida aquellas cosas que nos pueden hacer felices. Pero, desgraciadamente, no todos encuentran al que es la felicidad. Son muchos los que se quedan en cosas que sólo ofrecen un disfrute pasajero, esporádico; los que viven del goce instantáneo que no dura más allá del momento. Sin embargo, cuando ponemos nuestro corazón en Jesús, todo cambia. ¡Animémonos! ¡No tengamos miedo!
«Nuestro Señor es la expresión perfecta de la relación de amor, que es Dios». (SVdeP)