32º Domingo de Tiempo Ordinario (reflexión de José Cervantes Gabarrón)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año BLeave a Comment

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Author: José Cervantes Gabarrón .
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Darse es mucho más que dar

José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.

En los capítulos de la estancia de Jesús en Jerusalén según el evangelio de Marcos (cap. 11-12) se va planteando progresivamente la verdadera identidad de Jesús y, al mismo tiempo, se va desvelando la prepotencia y la arbitrariedad de los letrados y sumos sacerdotes, así como su envidia asesina mediante la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,1-12). Por último aparece la advertencia final de Jesús respecto de los letrados por su manipulación de lo religioso en beneficio propio. Los letrados fueron criticados por su pretensión de aparentar ser más religiosos que nadie mediante lo ostentoso de sus vestimentas, lo aparatoso de sus rezos, y por sus intenciones de obtener los primeros puestos con todo tipo de prebendas en los diversos ámbitos de la vida pública.

En el evangelio de este domingo escuchamos la última llamada de atención de Jesús en su enseñanza a la multitud en el templo de Jerusalén: “¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa” (Mc 12,38-40). Se trata de un mensaje de Jesús atestiguado en la tradición de los tres evangelios sinópticos. Los letrados pertenecían en su mayoría al grupo de los fariseos y, junto con los sumos sacerdotes, formaban parte de los adversarios de Jesús. Jesús provocó la indignación de las autoridades, especialmente de aquellos que vivían a costa de la religión, es decir, la aristocracia sacerdotal y los letrados. Estos dos grupos de poder, denunciados abiertamente por Jesús y temerosos de él y de lo que pudiera suscitar entre la gente, tramaron un complot contra él para eliminarlo. La ofensiva de los dirigentes contra Jesús no se hace esperar y muy pronto conspiran contra él para matarlo (Mc 14,1). Es la gota que colmaba el vaso de una crítica abierta de Jesús a la institución religiosa de Israel que tenía en el templo su centro de atención.

En claro contraste con la actitud farisaica de los letrados el evangelio de Marcos termina esta sección con la escena ejemplar de la ofrenda de la viuda, que muestra su amor a Dios sobre todas las cosas, entregando todo lo que tenía para vivir (Mc 12,41-44). Mujer, viuda y pobre, ella, como la viuda extranjera de Sarepta de Sidón (1 Re 17,10-16), al darlo todo, da mucho más que los ricos. Ella no da de lo que le sobra, sino de lo que necesita para vivir. Es la ofrenda del pobre. Jesús no valora ni la cantidad de lo que se da, ni la finalidad del donativo. Para Jesús lo que vale es la calidad de la ofrenda, la gratuidad de la persona, la vida como don. Darse es mucho más que dar. Más aún, darlo todo, incluso desde la pobreza y desde la indigencia, es el gran valor que destaca Jesús en la donación de la viuda. Marcos subraya el contraste aún más que Lucas (Lc 21,1-4). Lo que tiene valor para Jesús es el amor. Ésta es, de nuevo, la lección magistral que los discípulos deben aprender de Jesús por medio de esta mujer, pobre y viuda. Y es que la única ofrenda agradable a Dios, tal como pone de relieve la nueva concepción del sacerdocio en la carta a los Hebreos, no es sino la entrega y el sacrificio de la propia vida (Heb 9,24-28). Esto es exactamente lo que hizo Jesús en su pasión, libremente asumida por amor como consecuencia del conflicto planteado ante quienes ponían el acento de la vida religiosa en observancias externas, ritos vacíos y puras apariencias. Se puede decir que la viuda preconiza con su gesto la entrega de Jesús hasta la cruz.

Con el reto de la nueva evangelización, activada especialmente en este año de la fe,  y en el marco de la misión permanente de la Iglesia, asumida como tarea esencial e inherente a la vida cristiana en el continente latinoamericano, en cuanto comunidad de discípulos que escucha, aprende y anuncia el mensaje liberador y redentor de Jesús, el Mesías e Hijo de Dios, merece una relevancia específica el valor de la gratuidad, destacado y enseñado por Jesús en el evangelio de la viuda. Los pobres de la tierra, los de África y Latinoamérica, también los de Bolivia, no son solamente destinatarios prioritarios del Reino de Dios y objeto de su amor, sino que están llamados a ser “sujeto” agente de una nueva realidad histórica y portadores de nuevos valores, entre los cuales la gratuidad es radical, no sólo en la vivencia de la vida como don recibido de Dios sino en el ejercicio del don de la vida como amor. Esta dimensión ha sido resaltada especialmente en las proposiciones del Sínodo que acaba de concluir en Roma como un aspecto importante de la Nueva Evangelización, y reafirma que los pobres son al mismo tiempo receptores y agentes de la nueva evangelización (Proposición 31).

La viuda pobre es un paradigma del Evangelio. Este comportamiento de la viuda es el colofón de la enseñanza del Señor Jesús en el templo, según Marcos. Frente a los letrados y sacerdotes, los varones del poder religioso en el corazón del templo de Jerusalén, en contra de la ostentación que manifiestan y del reconocimiento social que reclaman, Jesús proclama paradójicamente la Buena Noticia y llama la atención de los discípulos acerca de la verdad de Dios. La fórmula solemne de introducción en un dicho de Jesús aparece también aquí subrayando la importancia de una gran enseñanza en otro orden de valores: “De veras les digo que esta viuda pobre echó más que todos”. Esta viuda, máxima expresión de la debilidad, de la vulnerabilidad e indefensión, pobre de solemnidad según la categorización bíblica de la tríada de la pobreza, junto al inmigrante y al huérfano, revela la grandeza de Dios en ella, mucho más que el mismísimo templo, pues su gratuidad en la entrega total, también reiterada por Marcos, la convierte en un testimonio vivo, sumamente sencillo, de la Nueva Alianza de la que Jesús es mediador único por el sacrificio de la cruz.

Como aquella viuda del evangelio y como la viuda de Sarepta, todos los pobres son beneficiarios prioritarios del favor de Dios y pueden ser, mucho más que víctimas, protagonistas de un mundo de valores nuevo, caracterizado por la entrega generosa de la vida, por la solidaridad sin cálculo interesado, por la gratuidad en la recepción y en la donación sin medida de los bienes de la tierra, aunque sea desde la escasez y la indigencia. También en este sentido los pobres son lugar teológico en este mundo y un ámbito privilegiado para el despliegue del Reino de Dios y su justicia. Desde el dinamismo espiritual del don gratuito y mediante la donación de sí mismo a toda causa justa, los empobrecidos del mundo se convierten en palabra evangelizadora que transmite un mensaje capaz de dar una nueva identidad a toda persona y capaz de generar mecanismos de con-donación y de per-dón, que encaminen a esta sociedad atrapada en el mal de la desigualdad, de la injusticia y de la insolidaridad, hacia otras formas de economía social fundada en la comunión, en la justicia y en la solidaridad.

Anunciemos, pues, desde los pobres y entre los pobres, el valor de la gratuidad teologal que emana del evangelio y suscita en el corazón humano la más generosa solidaridad y la vida entregada como sacrificio por los demás.

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