24º Domingo de Tiempo Ordinario (reflexión de Antonio Elduayen, C.M.)

Francisco Javier Fernández ChentoHomilías y reflexiones, Año BLeave a Comment

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Author: Antonio Elduayen, C.M. .
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Queridos amigos

¿Quién dicen ustedes que soy yo? Es la gran pregunta que nos sigue haciendo Jesús. En el contexto del evangelio (Mc 8, 27-35), no le interesa saber en qué concepto le tenemos, si muy alto o bajo, si Rabí, profeta o rey. Él busca una respuesta que nos involucre y comprometa con Él. Algo así como cuando Pedro le respondió “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16) o cuando, aún mejor, le dijo “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 68-69). Y cuando, aún mucho mejor, en aquella tarde postpascual, le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo”·(Jn 21, 17).

Alguien a quien amo y por quien estoy dispuesto a dar la vida, es la respuesta que Jesús espera de nosotros. Como expresión sincera que brota de un corazón de discípulo enamorado, pero, también y sobre todo, como expresión de una decisión de seguirle cueste lo que cueste y hasta las últimas consecuencias. Es sintomático y patético que en los tres sinópticos la gran pregunta de Jesús vaya seguida de la revelación del llamado secreto mesiánico: cuando comenzó a decir que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado…, que sería condenado a muerte, y que resucitaría al tercer día” (Mt, 16,13; Mc 8,31; Lc 9,18).

En el seguimiento de Jesús podemos sentir y decir y hasta hacer cosas muy bellas, mientras no choquen con nuestros intereses, llámense salud, dinero, tiempo, perdón, expectativas… Pero en cuanto chocan, cuando nos exigen tiempo o dinero, sacrifico y renuncia (a comodidades., por ejemplo), cuando vemos que las cosas no van a salir como nosotros las esperábamos, entonces el seguimiento de Jesús se nos hace muy cuesta arriba y flojeamos o abandonamos. Es lo que les pasó al principio a los apóstoles. Le seguían por el camino e iban tras sus huellas muy contentos, pero cuando les habló de su muerte, del aparente unhappy end de su vida, se resistieron y protestaron (Mt 16, 22; Mc 8,32).

En el seguimiento de Jesús nos puede pasar como a los apóstoles hermanos, Santiago y Juan. Física y externamente iban con Jesús, pero su mente y su corazón (intereses) estaban a años luz de distancia. Simplemente no sintonizaban con Él. El trigo tiene que morir para que dé fruto, nos dijo Jesús en una situación similar (Jn 12,24). No hay otro camino. Es la condición necesaria para que el trigo (nosotros) dé fruto (demos frutos). Y añadió: Quien quiera realizarse y obtener éxito en la vida, tendrá que trabajar duro y parejo, sacrificarse harto. Al contrario, quien sólo o sobre todo busque pasarlo bien, desentendiéndose de todo y de todos, ese está labrando su ruina y pronto será un guiñapo humano (Jn 12, 24-25). Aunque “el mundo” diga lo contrario. La conclusión de Jesús es lógica y vale para quien aspire a ser alguien, como hombre y como cristiano: que tome su cruz (lo que cuesta estar siempre en forma) y que me siga (Mc 8, 34s)

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