No creyeron en Jesús
Aunque las profecías hablaban de Él, la teología del Dios pobre y humilde, del Dios hombre pobre entre los pobres, no cabía en el pensamiento judío. Creían y esperaban un Mesías majestuoso que irrumpiera en la historia de su pueblo lleno de gloria, poder y majestad, como un nuevo David. Por eso los nazarenos, que han compartido su vida durante tantos años, no son capaces de reconocer la presencia y acción de Dios en Jesús, el Hijo del carpintero.
¿No nos pasa a nosotros muchas veces, algo parecido? ¿En qué Dios creemos? ¿Qué Dios buscamos? ¿A qué Dios acudimos? ¿A qué Cristo adoramos, aceptamos y seguimos? ¡Qué lejos estamos de comprender y aceptar el Misterio de la Encarnación! ¡Qué lejos estamos de comprender y aceptar el Misterio de la vida oculta de Jesús, un Dios hecho obrero, necesitado del trabajo y del sudor de su frente para poder comer, vestirse y llevar una digna entre sus amigos pobres! ¡Qué difícil es aceptar que en esta vida estuvo encerrado nueve meses en el vientre de una mujer, que ese niño que nació en un pesebre porque no tenía una cama para dormir, que en ese niño y en ese joven que han visto llorar y reír, que ha pasado frío y hambre, que en ese obrero con callos en las manos, estaba el mismo Dios, que Él era el Mesías esperado, que con su palabra y su vida eran Palabras y Vida de Dios! ¿Cómo creer que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios que venía al mundo para salvarnos? ¿Cómo creer en ese Jesús que predicaba: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, el que cree en mí y me siga poseerá la vida eterna”?
Cómo nos cuesta a nosotros comprender y aceptar a ese Dios, a nosotros que colocamos como valores supremos para nuestras vidas la riqueza, el poder, el gozar, la posición social, a nosotros que buscamos al Dios todopoderoso cuando lo necesitamos para que haga nuestra voluntad y nos olvidamos y lo rechazamos cuando Él nos necesita a nosotros.
Qué difícil nos resulta aceptar a un Dios que se rebaja tanto. Tal vez tengamos que cambiar profundamente nuestra visión de Dios, nuestros criterios de fe y nuestra misma vida cristiana para que podamos decir de verdad: Jesús, tú eres nuestro único Salvador”.