Sé sembrador del Reino
Fue Cristo quien implantó su Reino el día de la Encarnación, el día en que Dios hizo su morada en medio de los hombres, pero sobre todo, el día en que, con su muerte y resurrección selló el Nuevo Pacto, firmó la Nueva Alianza y se constituyó en rey de todos los redimidos por su amor. Este Reino nos lo entregó Dios a todos nosotros, sobre todo a nosotros los bautizados en Cristo, para que con nuestro esfuerzo, con nuestra entrega, con nuestra generosidad y hasta con nuestros sacrificios, lo vayamos haciendo realidad en medio de nosotros.
Tú eres uno de los llamados por Jesús a ser sembrador de buena semilla. Toma con gozo y alegría esa semilla que Dios te ofrece y siémbrala en tu corazón, y después, en el corazón de tus hermanos. No importa que no veas ni recojas el fruto, tú ya lo has recibido al aceptar la semilla de manos de Dios. Tú prepara el terreno, siembra la semilla, cultívala y aliméntala y deja que otro recoja la espiga repleta de granos de trigo gracias a la bondad de la semilla, a la bondad de la tierra y a la bondad de tu entrega generosa.
El Reino de Dios, don y regalo de Dios, es tarea suya y mía. Seamos agradecidos al Señor. Seamos colaboradores fieles del Señor. No dejemos morir la semilla que Dios ha puesto en nuestras manos. No dejemos abandonado el campo ni llenemos de piedras, de hierbas o espinas. Recibe con alegría el evangelio que Jesús te entrega, palabra y semilla de Dios, plántala en tu corazón, aliméntala todos los días para que vaya creciendo, para que vaya madurando para que cuando llegue la hora de la cosecha, Dios y los hombres, alimentándose de ellos, vayan haciendo realidad en medio de nosotros el Reino de Dios al que todos hemos sido llamados a pertenecer por el mismo Cristo.
Toma en tus manos la semilla que Dios te ofrece con amor, siémbrala con gozo en tu corazón y entrega sus frutos con el mismo amor de Dios, Ojalá, mañana seas, también tú, buena semilla entregada y recibida en las manos de otros hombres.







