París 11 de enero de 1640
Señorita:
He recibido tres cartas suyas esta semana, por las que he sentido un consuelo que sólo Dios puede saber, ya que es el único que me lo puede dar; pero este consuelo flaquea de vez en cuando por lo que me dice sobre el estado de su salud. Le ruego, señorita, que se cuide y que, cuando se encuentre algo mejor, mande que le envíen una litera para venir, y que haga todo lo posible por ponerse bien.
Dado que esos señores quieren tratar por escrito, hágalo in nomine Domini, y mande que hagan el contrato a su nombre como directora de las Hijas de la Caridad, siervas de los pobres enfermos de los hospitales y de las parroquias, con el beneplácito del superior general de la congregación de los sacerdotes de la Misión, director de dichas Hijas de la Caridad. Y donde se indica, según el reglamento, que dependerán, [en lo que no se refiere] al hospital, de los superiores de París, podrá usted señalar a dicho superior. Y si le piden el documento de erección de esta congregación, dígales que no tiene más que los poderes que se le han dado a dicho superior, director de las Cofradías de la Caridad, como se hace en todas partes, especialmente en esa diócesis, en Bourgneuf, en las tierras de la señora Goussault, según creo, aunque no estoy muy seguro, [y] en Richelieu, en la diócesis de Poitiers.
Hará usted bien en enviar a que recojan a las hermanas de Richelieu, lo antes posible, para que vuelvan luego a trabajar, apenas haya pasado el contagio.
Piden mucho a Dios por usted en bastantes sitios de París; todos se interesan por su salud; no se podría usted imaginar hasta dónde llega este interés