Padre:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Recibí la suya hace cuatro días, pero la he perdido y no me acuerdo de todo lo que me indicaba. He aquí de lo que me acuerdo: 1.°, que trabaja con la bendición de Dios; 2.°, que no le he contestado a dos puntos de su penúltima; 3.°, que ha creído conveniente [no] proponerle al señor arzobispo lo que le decía del alquiler de la casa y de los ordenandos que le mandará el señor arzobispo; y marchar a Saintonge.
Pues bien, le responderé sobre el primer punto que alabo a Dios por la bendición que da a sus misiones y le ruego que dé cada vez mayores fuerzas a su cuerpo para trabajar, y a su espíritu para amarlo más;
2.° Que siento mucho haberme olvidado de esos dos puntos en mi penúltima, le pido muy humildemente perdón y espero que Nuestro Señor me conceda la gracia de enmendarme.
3.° Que todas las razones que me indica para no haber hecho la propuesta de alquiler y de los ordenandos no deberían haberle impedido hacerla, ya que no son más que productos naturales del espíritu humano, que razona ordinariamente según sus disposiciones, y que aquí se trata, no del deseo de establecerse, como dice, sino de hacer el bien que le he propuesto, que la adorable providencia de Dios ha sugerido a un alma buena, que desea cargar con esos gastos, y que no debía esperarse menos bendición en ese sitio que la que Dios les da aquí a los ordenandos, aunque sus espíritus sean elevados y desprecien de ordinario las cosas mediocres. Eso es lo que hubiera sido conveniente que juzgase el señor arzobispo, y nosotros hubiésemos respetado su juicio y voluntad y nos hubiésemos sometido a ella, lo mismo que hago yo ahora con la suya, aunque le diga con toda sencillez, padre, que ninguno de la Compañía ha puesto nunca ninguna dificultad en lo que le he escrito, más que uno que me expuso sus dificultades y que no dejó de hacer lo que le escribía y otro que, por su propio juicio, se mostró reacio en firmar un acuerdo que yo había hecho, y que me indicó gran número de razones y de excusas y que hizo que otros me escribieran; por culpa de lo cual tenemos un gran proceso en el Consejo, que no podemos sostener más que con riesgo de perder una fundación y con vergüenza.
¡Oh, padre de Sergis, la sumisión de espíritu a un superior es una gran cosa! Confieso que el conocimiento que tiene de mis miserias y de la gravedad de mis pecados le quita la confianza en mí; pero el que ha dicho: quaecumque dixerint vobis facite se ha obligado de este modo, sin duda alguna, a sugerir la luz suficiente a aquellos a quienes hay que obedecer; y creo que no he visto jamás, ni he oído decir, que el inferior haya faltado al obedecer al superior en cosas que no son malas; pero sí, aquellos que lo desobedecen. Le he propuesto tomar como patrono a san Francisco Javier. En nombre de Dios, padre, hágalo especialmente en cuanto a la obediencia y no crea que Nuestro Señor no estima tanto la que usted tiene ante un pobre y miserable pecador, que la que él tenía a un santo, haciéndolo, como él, por amor de Dios, que quiere que las cosas vayan así y que se disgusta de lo contrario. Ya hablaremos más especialmente de ello cuando tenga la dicha de verle por allá, adonde espero ir pronto con el señor d’Alet, que aguarda sus bulas y espera partir inmediatamente después. Por eso le ruego que no salga del arzobispado de Toulouse para ir a Saintonge o a algún otro sitio, que es el último punto de su carta.
Entretanto soy, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor,
VICENTE DEPAUL
París, 13 de mayo de 1639.