Después del 20 de enero de 18201
J.M.J.
Padre y muy querido superior,
Su billete de hoy me pone en un pequeño aprieto. No presumo creyéndome capaz de operar la reconciliación de las dos iglesias. No pensé que las cosas hubieran ido tan lejos: así pues, suponiendo que ellos actuaban de buena fe, les escribí cartas, en parte de agradecimiento, en parte de amistad y exhortación a la paz entre las dos hermanas, de las que la iglesia portuguesa es la mayor. Me llevó bastante tiempo escribirlas; ¿habrá que destruirlas? Le confieso que experimento repugnancia en cuanto a quemarlas. Mas ¿cómo escribirles al mismo tiempo una carta en la que haga valer nuestros derechos inviolables y exclusivos sobre los bienes de Pe-tang? Hay ahí una especie de contradicción. Yo no creo poder por mí mismo concluir este asunto, que usted pone en manos de Roma y de París. Es verdad, con todo, que sería mucho mejor poder cerrarlo sin autoridad mayor, sino nosotros solos: ya que la vía de la autoridad divide a menudo los corazones al dividir los bienes.
Le envío mis cartas a Nan-tang; vea si se concilian con la carta que me dice les escribe sobre nuestros derechos.
En cuanto al Padre Ly,2 indíqueme con mayor claridad en qué es culpable. Pero tenga en cuenta que no entiende el latín; por eso se verá obligado a que le traduzcan mi carta latina.
Todo suyo Cl.