Régis Clet, Carta 68: A Sus Hermanos De Congregación Portugueses, En Pekín

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Francisco Régis CletLeave a Comment

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Author: Francisco Régis Clet .
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Desde las cárceles de U-tchang-fu1

El 19 de enero de 18202

Padres y muy queridos hermanos,3

La gracia de Nuestro Señor esté siempre con nosotros.

Cautivo por Jesucristo, dirijo antes de morir unas palabras a mis muy queridos hermanos de Congregación de la iglesia del Nan-tang que es la hermana mayor de la de Pe-tang, para agradecerles a todos la soli­citud eficaz que, en nombre y bajo la inspiración del Padre Ribeiro, superior suyo y vicario general del obispo de Pekín, han mostrado, según tuve ocasión de averiguar, hacia su hermana menor, que yo, misepecador, puse en peligro grave de perecer. Apenas encuentro palabras para expresar qué angustia siento, cuántas lágrimas he derramado al saber que nuestra misión francesa se enfrentaba a una grave persecu­ción del emperador por causa de tres cartas, que confesé ante el man­darín, haber recibido del Padre Lamiot; de manera que éste se vio obli­gado a emprender un largo viaje para ser confrontado conmigo.

Luego me enteré de que enviaron ustedes, a la metrópoli de Hu-pé, dinero y a dos hombres inteligentes y prudentes,4 para arreglar este espinoso asunto.

Entonces tuve la gran esperanza de verlo llegar a feliz término con el auxilio y la protección de Dios, sin cuya asistencia no se puede hacer bien alguno; pero mi esperanza se vio colmada al ver a dos mandari­nes entenderse con nosotros y hasta sugerir al Padre Chen y a mí un medio eficaz de acabar favorablemente este proceso, tanto que el fu­yuen ante quien comparecimos y estos dos mandarines declararon al Padre Lamiot inocente de la acusación dirigida contra él, y que nada se opone ahora a que regrese a Pekín.

Comprenden ahora ustedes muy bien que es un deber testimoniar nuestro agradecimiento a estos mandarines, que se mostraron tan bené­volos con nosotros. Hay dos sobre todo que, desde mi llegada a Hu-pé, han demostrado hacia mí y el Padre Chen una constante y grande bon­dad; nos permitieron sentarnos cuando pensaron que estábamos cansa­dos por una larga genuflexión; nos hicieron servir alimento, al enterar­se que estábamos en ayunas; en una ocasión incluso nos preguntaron si aquel día era de abstinencia, y al responder nosotros negativamente, mandaron que nos trajeran carne; por fin una vez nos dieron mil sape­cas. He insistido mucho ante el Padre Lamiot, quien piensa como yo, en la necesidad de expresarles nuestro agradecimiento: lo que he hablado también con Melitón Tchang, para que les ofrezca algún rega­lo y dinero, y no sea mezquino en esta circunstancia. Es, de momento, muy conveniente y hasta indispensable mostrar nuestra gratitud. Ade­más, será muy útil en el futuro, pues tal vez se presente alguna ocasión en que los cristianos tengan necesidad de la protección del mandarín superior, quien estará tanto mas dispuesto a ayudarles, cuanto más seguro se sienta de que saben agradecer los servicios recibidos.5

En lo que se refiere al regreso del Padre Lamiot a Pekín, habrá que esperar probablemente un permiso del emperador. Ignoro si mi supli­cio será diferido hasta entonces o no; aquí reina el más profundo silen­cio sobre este tema. Espero la suerte que me está reservada con pacien­cia y resignación a la voluntad de Dios. Aunque los mandarines de esta ciudad se oponen a la pena de muerte, no podrán dejar de obedecer al emperador, que es enemigo de los europeos y de los cristianos.

No puedo ver al Padre Lamiot, aunque se encuentre cerca de mí. Le escribo, yo que soy más viejo y me encuentro en vísperas de morir, para obligarle a renunciar a toda sospecha contra ustedes; a vivir con todos ustedes en buen entendimiento; a hacer las paces sobre los asun­tos que les dividen, para que no caiga una casa sobre la otra, y resul­ten ambas totalmente destruidas, según las palabras de Nuestro Señor. Les ruego también con insistencia, a los que en el caso presente han dado una prueba tan grande de solicitud por la iglesia de Pe-tang y por su superior, que sigan manteniendo esta conducta en el futuro, para que estas dos hermanas, las únicas que sobreviven de las cuatro que han existido, conserven entre sí la concordia y la unidad fundada en la caridad.

Me encomiendo a sus oraciones, y soy con respeto y afecto, Padres,

Su muy humilde y obediente servidor,

Clet.

  1. CARTA 68. Casa Madre, copia ( en latín) (B aros n. 61).
  2. Monseñor Demimuid (o. c., p. 530) fija la fecha de esta carta en 4 de enero, el Padre Baros en 4 de febrero; esta divergencia parece provenir de una lectura defectuosa; Demimuid leería Die 4 1° 1820, y Baros Die 4 12 1820, siendo esta segunda lectura la verdadera, o sea el 4° día de la 12′ luna de 1820, que corresponde al 19 de enero. No es la primera vez que el Bienaventurado Clet se sirve de la fecha china; el Padre Lamiot pudo también poner esa fecha en la copia. El 4 de enero no cuadra, pues el Bienaventurado envía al Padre Lamiot, con la Carta 66, la presente sin terminar; el 4 de febrero es demasiado tarde, pues ya se menciona en las nn. 70 y 72; sólo el 19 de enero satisface.
  3. Estos hermanos portugueses eran:

    Domingo Joaquín Ferreira, sacerdote, nacido en al diócesis de Lisboa el 4 de agosto de 1748, admitido en el Seminario Interno de Lisboa el 8 de mayo de 1777, emitió los votos el 9 de mayo de 1779. Llegó a Macao el 11 de septiembre de 1791, a Pekín el 24 de mayo de 1801, fue presidente del tribunal de matemáticas el 13 de agosto de 1808. Murió en Pekín el 1 de febrero de 1824.

    José Nunez Ribeiro, sacerdote, nacido en Portugal el de mayo de 1767. Admitido en el Seminario Interno en Lisboa el 28 de octubre de 1783, emitió lo votos el 29 de octu­bre de 1785. Llegó a Macao el 11 de septiembre de 1791, a Pekín el 24 de mayo de 1801, sucede al P. Ferreira como presidente del tribunal de matemáticas. Murió el 14 de octubre de 1826.

    Verissimo Monteiro da Serra, sacerdote, nacido en el Portugal y admitido en el Semi­nario Interno en Lisboa. Llegó a Macao el 7 de septiembre de 1803, a Pekín en octu­bre de 1804, volvió a Macao en 1827, entró en Portugal en 1832. Murió en Bombarral el 9 de octubre de 1852.

    — Además estaba en Pekín Mons. Pires, obispo de Nankín, cfr. Carta 63, nota.

  4. Eran el catequista Tchao y Melitón Tchang.
  5. Este párrafo se omite en la copia de Bazos, lo reproducimos según Vauris, Le Disciple de Jésus…, pp. 556-557.

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