Las obras de Arturo Asensio

Francisco Javier Fernández ChentoCongregación de la MisiónLeave a Comment

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Author: Marcelino Boyero, c.m. · Source: Caminos de Misión.
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Los Misioneros Paúles de Madrid, encargaron a Arturo Asensio, hace unos años, una serie de cuadros sobre san Vicente de Paúl y sus obras. Nuestro artista conoce bien a san Vicente de Paúl; ha pertenecido al grupo de la Familia Vicenciana Juventudes Marianas Vicencianas (JMV). En Arturo se han conjugado bien dos facetas: su pericia como pintor y su sensibilidad cristiana y vicenciana. De su conjunción tenemos ya el buen resultado de siete u ocho obras, que merecen ser estudiadas, apreciadas y agradecidas. Es lo que pretendo hacer brevísimamente en estas páginas.

«El Cristo de las virtudes vicencianas»

El Cristo de las virtudes vicencianas

«Cristo de las virtudes vicencianas», 2007; en la casa Provincial de los Misioneros Paúles de Madrid

Un gran mural, un mural enorme. Cuando san Vicente da sus Reglas a los misioneros de su Congregación, les dice que tienen que revestirse de las virtudes de Cristo evangelizador: sencillez, humildad, mansedumbre, mortificación y celo por la salvación de todos. Arturo ha realizado aquí una obra importante: un Cristo enorme, con los brazos extendidos, de modo que parece querer abarcar no sólo las cinco virtudes —figurativamente representadas— sino el mundo entero. Para representar las cinco virtudes que san Vicente consideraba necesarias para los seguidores de Cristo, evangelizador de los pobres, se sirve de figuras simbólicas. Virtudes que brotan de Cristo, «fuente y modelo de toda virtud»; son cinco figuras humanas, o quizás una figura humana en cinco actitudes distintas. Sus posturas, gestos y colorido, más los detalles añadidos a cada figura como agua, tierra, plantas, palomas, etc., nos ayudan a entender el sentido que san Vicente daba a cada una. El autor mismo considera esta obra como una de sus más logradas. Me gusta la obra, en conjunto, aunque parezca, tal vez, demasiado grandilocuente. Idea parecida a la de este mural la ha plasmado, con recursos mucho más sencillos, en otra obra suya; una obra clásica, de enorme fuerza, de sencillez y claridad evidentes, con los elementos más indispensables.

«San Vicente bendice a dos jóvenes Hijas de la Caridad. Envío en misión»

¡Qué san Vicente, vertical, la cabeza un poco inclinada, la mano derecha en el pecho; la mano izquierda en actitud de bendecir, con el libro de rezo cerrado, sobre la mesa! Da la impresión que del pequeño crucifijo emana una fuerza enorme, que se transmite a la mano izquierda del santo; de ahí, a su cuerpo entero, y por su mano derecha, firme como un mandato y como una bendición, a la vez, pasa a las dos jóvenes Hijas de la Caridad. ¡Qué maravilla las dos Hijas de la Caridad en el lado derecho; colocadas de modo que ocupan casi toda esa parte y dejan vacía la mitad de arriba! ¡Qué cabezas y que tocas! En el lado izquierdo, una silla, una ventana, una cortina, lo mas sencillo del mundo. Se habla de este cuadro como de obra primeriza. Probablemente no tenga la riqueza de colorido de otras; a mi modo de ver, le sobran méritos para calificarla de muy buena.

«Vicente de Paúl, misionero ad gentes»

 "Vicente de Paúl, misionero ad gentes", 2009. Revista Caminos de Misión

«Vicente de Paúl, misionero ad gentes», 2009. Revista Caminos de Misión

Es la última obra realizada por nuestro artista, a petición del Director de la revista «Caminos de Misión», sobre pintura vicenciana. Acaba de aparecer en la portada del número anterior (nº 120, octubre 09). Es el busto del santo en primer término. En un segundo plano, en tamaño más pequeño, un misionero parece estar catequizando a un muchacho indígena. Al fondo, a la derecha y en segundo plano, hay un fondo de paisaje con una casucha; en este fondo destaca una palmera elegante. El rostro de san Vicente nos sorprende por su amabilidad. La mirada se dirige de un modo elocuente, comunicativo, al espectador. La boca, ligeramente entreabierta, agradable y comunicativa. Es el rostro de un anciano venerable, firme en la contextura, suave y penetrante, a la vez. La frente amplia, con leves arrugas horizontales, arrugas también al lado de los ojos; la cabeza cubierta casi totalmente, dejando ver un mechoncito de pelo blanco en lo alto de la frente y a ambos lados, por encima de las orejas. La gama de colores, tanto en la figura del santo como en el fondo que la soporta es muy variada y muy agradable. ¡Un gran imagen para un gran santo misionero¡

«La Última Cena»

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«La Última Cena», 2008; en Parroquia San Vicente de Paúl, Madrid

Las más bellas «Cenas» en la historia del arte son las de Leonardo da Vinci y la de Juan de Juanes. El primero nos muestra a Jesús que señala con la mano: Uno de vosotros me va a traicionar; y la reacción de los discípulos: ¿Soy yo, Maestro? Es un momento humano, psicológico. El genial artista ha puesto al servicio del arte todo el saber humano y cristiano del Renacimiento. Orden, dibujo, color y su famoso «esfumato»tocan aquí la cima del arte. Juan de Juanes ha escogido el momento en que Cristo dice: Tomad y comed porque esto es mi cuerpo. Un momento teológico, eucarístico. La reacción aquí es el silencio y la adoración, la contemplación del misterio. En la Cena de Arturo, Cristo toma un trozo de pan con su mano derecha y deja su izquierda sobre el pecho. La mesa, naturalmente, tiene que jugar un papel importante, con el vaso de vino y el pan partido para cada comensal. Y luego, el fondo con arcos apenas insinuados. Todos los artistas, al elegir un tema como este, tratan de realizar verdaderos retratos. No es posible analizarlos uno por uno; pero se puede decir aquí de cada apóstol que son auténticos retratos: Andrés, Felipe, Tomás, Pedro, Judas, Juan… ¡Qué cabezas, qué miradas, qué manos, qué actitudes, qué mantos…! Y el orden y la colocación de cada figura. ¡Y el rostro de Jesús! Verdaderamente admirable: lleno de dignidad, de serenidad, y una mirada llena de amor.

«El rostro de la compasión»

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«El rostro de la compasión», 2006, en Casa Provincial de los Misioneros Paúles, Madrid.

Obra realizada para conmemorar el Premio a la Concordia Príncipe de Asturias 2005, concedido a las Hijas de la Caridad. San Vicente de Paúl realiza una parte importante de su obra por medio de esa Compañía. En el centro del cuadro, una hija de la caridad con el hábito actual. Inmediatamente detrás, otra, con el hábito antiguo. A la derecha, pobres que son atendidos. A la izquierda, y bastante en segundo plano, san Vicente; en esta misma parte, abajo, y muy en primer plano, una persona desgraciada es atendida. Destaca, al primer golpe de vista, la Hija de la Caridad, exactamente en el centro del cuadro. Una figura elegante, joven, con hábito sencillo y hermoso, en azul, limpio como el mar o como el cielo. Abre sus brazos, a derecha e izquierda, para repartir caridad; es la figura entera la que irradia caridad. La figura de la izquierda del cuadro, abajo, casi no es persona: es alguien que hunde su cabeza en su cuerpo; encogida de tal modo que sobresalen los hombros por encima: es un manchón negro que se esconde en unos harapos. Esta figura hace chirriar la mirada del contemplador, en contraste con el resto del cuadro, sobre todo, con la figura de la Hija de la Caridad joven. A veces, la cruda realidad es así de fea. Por si fuera poco, esta figura horrenda está muy en primer plano, como gritando la persistencia del mal en nuestro mundo de hoy. Obra magnífica este «Rostro de la Compasión». Toda una teología de la caridad: Tuve hambre y me disteis de comer; lo que hicisteis a unos de estos pequeños a mí me lo hicisteis… Quien no ama a su prójimo a quien ve, ¿cómo va a amar a Dios a quien no ve?, etc.).

«Cristo el sembrador»

Salió el sembrador a sembrar, se lee en el Evangelio de san Mateo. Cristo es el sembrador. Arturo nos da un Cristo sereno, firme como un icono; la cabeza sobre un fondo dorado; el pie derecho adelantado ligeramente, las manos se abren hacia abajo, acompañando la verticalidad del cuerpo; de la mano izquierda caen una semillas; la túnica blanca hasta los pies; el manto marrón claro, cruzado oblicuamente; carnación morena en manos, pies y cuello, y un tanto más oscurecida en el rostro. Una gran figura. Hay elementos decorativos a lo alto y ancho del cuadro: semillas, flores, un pájaro. No sería exacto calificar estos elementos como meramente decorativos. Todos esos detalles son como alusiones figurativas al misterio total de la persona de Cristo, a toda su vida y a todas sus palabras. Tengo la impresión de haber encontrado en Arturo Asensio un gran pintor. En primer lugar, es un gran retratista. Casi todas las figuras aparecen como verdaderos retratos o, para ser más exacto, como formas creadas verdaderamente por el artista. Con una cabezas firmemente trazadas, de pinceladas gruesas e intensas, y unas vestimentas de formas muy bien dibujadas y de colores muy bien escogidos. Los fondos están, generalmente, ocupados por detalles que podríamos llamar líricos y como insinuantes, que rodean los misterios presentados por las figuras o grupos de figuras. En resumen: Un conjunto de ocho obras de inspiración vicenciana —incluyendo el «Cristo sobre las aguas y el cielo» y la «Virgen Milagrosa», con la Basílica de Madrid a sus pies— de gran categoría y que servirían para consagrar a un artista, si no estuviera ya consagrado por otras obras de distinto género.

Anexo (sin créditos):

«Virgen Milagrosa»

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«Virgen Milagrosa»

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«Vicente de Paúl»

San Vicente de Paul

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