Hogar español en Londres (1965)

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Author: Manuel Herranz · Source: Anales españoles, 1965.
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gb009Me pide usted (P. Vicente) una reseña del acto de inauguración del Hogar Español, que tiene su sede en nuestra Casa, de 47 Palace Court, W. 2. Tuvo lugar el día 30 de diciembre de 1964, a las 6,30 p. m. Lo inauguró el excelentísimo señor embajador de España, mar­qués de Santa Cruz, y al acto acudió numerosa representación di­plomática española. Por no poder asistir aquel día el excelentí­simo señor Arzobispo de Westminster, se dejó para otro día la bendición del local. Creo que el discurso que pronuncié entonces contiene la información que usted me pide y por eso se lo envío ahora  rellenando el esquema que me sirvió para hablar aquel día.

Empecé leyendo una carta del Excmo. Sr. Obispo Auxiliar de Westminster, secretario de la Comisión Católica Inglesa de Emi­gración, en la que hacía votos porque el Hogar Español cumplie­ra la gran misión que está llamado a desempeñar, diciendo que sentía mucho no poder hallarse entre nosotros por encontrarse indispuesto (su excelencia tiene más de ochenta años). Termina­ba la carta enviando su bendición para el señor embajador y to­dos los asistentes. Yo debo añadir que su excelencia reverendísi­ma G. L. Craven se considera como el Obispo de los españoles; primero, porque es Rector de la iglesia llamada Spanish Place, y segundo, porque su excelencia nos profesa un afecto real y ver­da0ero a todos los españoles. El fué el que nos hizo vender la casa de Ealing, comprada en diciembre de 1962 para residencia de la capellanía, porque no reunía condiciones para convertirse en Centro y además no estaba céntrica.

Luego leí un telegrama de Mons. F. Ferris, secretario de la Comisión Episcopal Española de Emigración, que decía así: «Im­posibilitado acudir gozosa fiesta inaugural esa Casa, únome feliz acontecimiento. Ruego presente mi gratitud al señor embajador, a la jerarquía eclesiástica londinense y a los eficaces colaboradores seglares, deseando a ellos y a todos los españoles de esa de­marcación todo género de bienes. Firmado, Mons. Ferris.»

Seguí diciendo que era un día de enhorabuena para todos los españoles de Londres, porque al fin se podía contar con un Cen­tro donde todo español pudiera sentirse en casa y pasar un rato alegre entre los suyos. Si al principio de este siglo esta Casa era un Centro literario, cuando en ella habitaba la ensayista y poe­tisa Alice Meynell, reuniéndose en sus tertulias lo mejor y más granado de la cultura católica inglesa, esperaba que, en adelan­te, fuera un Centro de actividades sociales y culturales de la co­lonia española en Londres. La primera etapa, la de reparar y acondicionar el inmueble para estos fines, estaba prácticamente acabada; la segunda, la de hacer que el nombre de Hogar que lleva el Centro sea de veras una realidad, dependería de la coope­ración y buena voluntad de todos.

Como en todas las obras, ha habido dificultades que superar y contratiempos que llevar con paciencia. El 10 de octubre de 1963 el P. S. Peña ingresaba en el hospital de St. John and St. Elirabeth; tenía una hemorragia interna que le había dejado, según los análisis de ingreso, solamente un 25 por 100 de sangre en el cuerpo. Tuvimos el accidente de un obrero que cayó por la claraboya del tejado hasta el primer piso, pegando dos veces en la barandilla de las escaleras, pasando por delante mismo de los arquitectos que estaban resolviendo cómo transformar un trozo de la escalera. Llevado al hospital la radiografía manifestó que no tenía un solo hueso roto. A los ocho día estaba ya trabajan­do. El que haya vivido en un edificio mientras se está reforman­do sabrá comprender las muchas incomodidades que tuvimos que soportar los tres capellanes al tener que estar por meses sin agua, luz, calefacción y hasta sin escalera.

Pero en fin, todo eso era ya del pasado y hoy se ofrecía a to­dos la realidad de la obra, casi terminada. Por eso debía ser un día de acción de gracias. Gracias a Dios, primeramente, por ha­ber iluminado las mentes y movido los corazones de todos los que han tomado parte en la obra. Gracias a la Congregación de la Misión por haberse hecho responsable de una obra que supone un gran desembolso. Gracias a su excelencia el señor embajador de España, por cuya mediación el Gobierno español nos ha dado 6.000 libras para ayuda del Centro. Hoy tengo que añadir que la cifra entre lo dado por la embajada y la Comisión Episcopal de Emigración es de 7.806 libras. Estaba muy agradecido al excelen­tísimo señor marqués de Santa Cruz porque, por su intervención personal, el excelentísimo señor don Rafael de Romero nos había dado un coche para la Misión. Gracias también a la curia arzo­bispal de Westminster, porque nos había prestado 5.000 libras sin interés alguno por cinco años. Gracias a las religiosas españolas Siervas de María, que durante año y medio nos han hecho de Housekeepers, con un esmero, cuidado y desinterés que nunca les podremos agradecer bastante. Y gracias, por fin, a las jóvenes que han organizado la tómbola de la inauguración, porque nos han demostrado que aún tiene la mujer española manos capaces de hacer un hogar en cualquier parte del mundo.

Y ahora tal vez se pregunte alguno: Y ustedes, ¿qué han he­cho? Sencillamente hemos tendido una mano amiga a todo ne­cesitado para ofrecerle nuestra ayuda desinteresada. Hasta la fe­cha, a mí, personalmente, sólo una puerta se me ha cerrado y sólo una mano me ha sido retirada. En 1964 hemos tenido cien­to treinta matrimonios, de los cuales diez han sido convalidacio­nes y veintidós han sido matrimonios por poderes. Hemos bauti­zado a veintidós niños y tuvimos cuatro funerales. Además, cons­tituyéndonos en medio agencia, hemos sacado billetes de viajes para españoles por valor de más de 5.000 libras. Decimos misa para españoles todos los domingos en dos Parroquias y en un hospital, confesando y predicando en las mismas. Oímos confe­siones dos veces por semana en Spanish Place y todos los sába­dos en la Catedral.

¿Que qué actividades va a tener el Centro? Será un Centro de actividades esencialmente recreativo-sociales, donde por encon­trarse también la capellanía se prestará la ayuda espiritual ne­cesaria a todos los miembros del Centro. Y como es mejor hacer que decir, esperemos a que las obras hablen por nosotros; pero no olvidemos, para que éstas respondan a las esperanzas de to­dos los que estamos reunidos hoy aquí, que se necesita la colabora­ción sincera de todos.

Alguien, en un artículo de una revista, me ha llamado pasio­nista. Si se refería a que me ha tocado (mejor dicho, nos ha to­cado, porque no debo excluir a mis dos compañeros) sufrir un poco, que pase; porque así ha sido la realidad. Por lo demás, soy un misionero de San Vicente de Paúl al servicio de los trabaja­dores españoles en Londres.

Para acabar, quiero reiterarle, señor embajador, nuestra sin­cera y cordial gratitud por haberse dignado abrir oficialmente este Centro. Muchas gracias también a los PP. García Felipe y Corciaera, C. M., por encontrarse entre nosotros representando a nuestro querido Padre Provincial. Y a todos ustedes, señoras y señores, muchas gracias por haber venido a la inauguración de este Centro.

*

Y aqui podría acabar esta crónica, pero el día 4 de febrero de 1965 apareció un artículo en el periódico «Ya» en el que se relataba una entrevista mía con el joven periodista Antonio Al­férez, y el día 13 del mismo mes aparecía una carta respuesta del señor director general de Emigración para «aclarar y puntua­lizar algunos aspectos vertidos en la misma». A la cual el P. He­rranz tiene que responder lo siguiente:

Yo no tengo la culpa de que la impericia de un periodista jo­ven pueda «inducir a error», como dice el señor director general de Emigración. Por otra parte, al no dudar siquiera que «ese in­ducir a error» pudiera venir de la incompetencia del periodista, me atribuía a mí una mala voluntad que no ha existido.

Decir que la cabecera de la crónica debiera haber sido: «Se inaugura en Londres el convento y residencia de los PP. Paúles, en el que funcionará un Centro recreativo-social»; parece que­rer disminuir el carácter social para la colonia española del acto presidido por el señor embajador de España. Por otra parte, todo el que penetre en el Centro, al ver que la mejor parte del in­mueble está dedicada al mismo, no pensará mucho en conventos, denominación que’ jamás se aplica a ninguna de nuestras re­sidencias.

Añadir que la creación del Centro tuvo carácter secundario, parece desconocer el hecho de que nosotros compráramos en di­ciembre de 1962 una casa para residencia de la capellanía, casa que luego tuvimos que vender porque no reunía condiciones para ser Centro de españoles, y que ésta fué la única razón que nos movió a comprar la actual casa de 47, Palace Court, W.2, más grande y más céntrica.

El señor director general dice que nos han dado 10.733 libras. A esto tengo que responder que hasta la fecha en que escribo estas líneas solamente he recibido 7.806 libras. Nos alegramos, sin embargo, al saber que hay otras cantidades concedidas al Cen­tro y capellanía para este año, que harán que el total llegue a esa cifra de 10.733 libras.

Sigue diciendo el señor director general que, «aclarado este pequeño equívoco que ha padecido el P. Herranz al desconocer las interioridades de los sistemas administrativos…» A lo cual pue­do contestar que el P. Herranz conocía todas las interioridades a que él alude, debido a su frecuente contacto con la embajada es­pañola de Londres. Y lo que si no acaba de entender el P. He­rranz es el por qué esta empresa de abrir el primer Centro para los trabajadores españoles en Londres, cosa que venía siendo una verdadera necesidad desde hace ya más de cinco años, no fué emprendida por el Ministerio español de Trabajo, del cual depen­de el Instituto de Emigración, si tanto interés se toma por ellos. Por todo lo expuesto me parece que hubiera sido más prudente no haber nombrado a nadie en la carta respuesta, contentándo­se con resaltar la ayuda que el Instituto de Emigración presta y seguirá prestando a los emigrantes españoles.

De lo dicho hasta aquí se deduce una cosa, y es ésta: que si los Padres Paúles nos hemos lanzado a una obra que supone un desembolso extraordinario para bien exclusivo de los españoles a fin de que la gente dejara de decir que los españoles éra­mos incapaces de organizar algo para los nuestros; si el Gobier­no nos ha dado unas ocho mil libras—parte bien pequeña en com­paración con el desembolso total—, de las cuales hemos tenido que comer y pagar demás gastos tres misioneros de emigración, no parece ser cierto que estemos levantando un convento con el di­nero que recibimos del Instituto de Emigración.

Y nada más, P. Vicente; espero que los lectores de ANALES tragan ahora una ida más exacta sobre este Centro Hogar Espa­ñol de Londres. Tal vez más adelante le envíe alguna informa­ción gráfica y detalles de la organización y actividades del Ho­gar Español, que no es ningún Escorial, como alguno se cree, sino un local del que se ha sacado el máximo de posibilidades, dadas las circunstancias y capacidad del mismo.

Manuel HERRANZ, C. M.

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