Historia de los Paúles en Cuba (VIII C)

Mitxel OlabuénagaHistoria de la Congregación de la MisiónLeave a Comment

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Author: Justo Moro - Salvador Larrua · Source: Meanografiado 2012.
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aaa3. Las Capillas y Bibliotecas de las cárceles.

La organización minuciosamente concebida y montada por el P. Hilario Chaurrondo logró dotar a las cárceles cubanas con capillas adecuadas para la celebración del culto. La construcción de las capillas en sí mismas, de los altares y los trabajos de carpintería de madera (puertas, ventanas, bancos, etc.) fueron realizados por los presos. En cada cárcel se instalaba una biblioteca y los reclusos, con sus propias manos, medían, cortaban las tablas, clavaban y encolaban para fabricar los estantes y armarios donde se guardaban los libros, y este trabajo que realizaban para sí mismos les ayudaba a recuperar su dignidad y a dar sentido a sus vidas. El P. Chaurrondo lanzaba campañas para recoger libros con el fin de formar las bibliotecas de los presos de Cuba, y ayudaba a convertir en realidad el pensamiento de José Martí: «ser cultos es el único modo de ser libres.

Según narraba el P. Chaurrondo, en ocasión de las Misiones de Cuaresma que llegaban a las cárceles,

Dos veces fuimos desde La Habana a cooperar a esas misiones, logrando de paso la inauguración de una nutrida biblioteca «Silvio Pellico», dotada con libros llevados desde la capital y con otros que fácilmente se obtuvieron en Santiago.

Constantemente se hacía propaganda para que la gente que pensaba deshacerse de sus libros viejos, los donara para las bibliotecas de los presos. Además, muchas personas compraban libros nuevos y los entregaban para las bibliotecas de las cárceles. Cuando se realizaban las periódicas «Ferias del Libro» se recogían muchas obras de valor humano, social y literario para los reclusos.

La Cárcel de Boniato se inauguró poco después del triunfo de la Revolución en el año 1959 y el acontecimiento se convirtió en una fiesta católica tan importante y con tanta resonancia que el gobierno fletó un avión de ida y vuelta para que pudieran asistir a la inauguración el Cardenal Arteaga y Betancourt, el P. Chaurrondo y otros representantes de la Obra de San Vicente. Entre los pasajeros que viajaron para asistir a la inauguración de la nueva cárcel se encontraba la Srta. Celia Sánchez Manduley, secretaria personal de Fidel Castro durante la lucha contra la dictadura de Batista, y después Secretaria del Consejo de Ministros

de la cual recordamos nos preguntó a qué hora podría oír su misa temprano, pues no podría asistir a la de la cárcel.

Es de señalar que durante el gobierno de facto de Fulgencio Batista no se pudo lograr que se construyera una capilla para la cárcel de Boniato. La construcción fue autorizada posteriormente por el gobierno revolucionario y la capilla fue dotada con una hennosa imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, que fue colocada en uno de los patios, que en parte suplía a la capilla, y ante esta imagen se celebraba la Eucaristía, a la que siempre asistía una buena cantidad de reclusos.

Cuando esta capilla se encontraba en fase de construcción, el P. García y las Hermanas de la Caridad hacían suscripciones para adelantar la obra y reunían gran cantidad de enseres, artículos y productos para los repartos de regalos que hacían periódicamente a los reclusos para contribuir a su aseo personal y a la higiene en general.

Las Misiones llegaban con regularidad a la cárcel, y siempre se lograban buenos resultados:

En una de esas misiones fue bautizado el actual Comandante, hombre de la Revolución, Amejeiras, bautismo que recibió de manos del P. Alfredo Enríquez.

No faltan relatos pintorescos de sucesos que tuvieron lugar durante las visitas que realizaban los Padres Paúles y las Hijas de la Caridad a las cárceles. Nos cuenta el P. Julián Pérez que en una ocasión, dando misiones, un soldado les declaró la guerra a los misioneros. Y terminó por encarcelar al P. Alonso, aprovechando la ausencia del Señor Teniente. Puesto el Padre entre las rejas del calabozo y despojado de la sotana, porque llevándola violaría la Constitución, el soldadito de marras abofeteó y propinó el P. Alonso sendos planazas. Lo arrojó a la calle sin sotana y conminándole que haría lo mismo con el Señor Arzobispo. Según se supo después era muy dado a los alcoholes. El Señor Arzobispo dio queja al Coronel y al día siguiente, de madrugada, recibió el castigo, sacándolo de allí poco después y arrojándolo del ejército.

A veces se permitía a los reclusos el acceso a los servicios religiosos de forma individual, y dos presos de la cárcel de Boniato urdieron un engaño simple, pero efectivo. Llamaron al P. Lorenzo Elosegui con el pretexto de que querían confesarse: el Padre accedió y llegó a la prisión justo a la hora del relevo, entrando a las galeras un poco antes de que se marchara el soldado de guardia.

El hombre que hizo la confesión simulada estuvo conversando con el P. Elosegui durante largo rato para dar tiempo a que se marchara el hombre que estaba terminando su guardia, y le dijo al relevo:

Entró un cura que va a confesar un preso y saldrá dentro de un rato.

El guarda, por tanto, no se extrañó que unos minutos más tarde saliera un cura y supuso como es lógico que se trataba del que había entrado poco antes. Sin embargo, no se trataba de un cura, sino de uno de los presos. La fuga había sido cuidadosamente planeada y el reo, tiempo antes, había logrado conseguir que le trajeran una sotana que pasó por los controles sin ser advertida. Disfrazado con ella, y con la ayuda del amigo que lo ayudó a montar aquella obra de teatro, logró salir de la prisión.

El fugitivo enseguida tomó un auto y se marchó del lugar. Al poco rato, cuando el P. Lorenzo Elosegui quiso retirarse, el soldado de guardia vio que aparecía un segundo sacerdote. Pero en este caso se trataba del «cura de verdad», y el guardia, receloso, le preguntó:

¿Había uno o dos Padres?

No, no había más que uno, que soy yo, respondió el P. Elosegui.

Y entonces ¿quién era el cura que salió hace poco?

Fue en ese momento que los encargados de la prisión se dieron cuenta de la combinación realizada por los presidiarios. Rápidamente se mandó hacer un recuento de los presos y la cuenta demostró que faltaba un recluso.

Era realmente digna de escuchar la narración del P. Elosegui cuando contaba a algún auditorio ocasional este suceso verídico, que tuvo lugar en la década de 1950 en la Cárcel de Boniato…

Todos los gastos que ocasionaba la Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso se cubrían con fondos donados por los fieles. En la Inmaculada, por ejemplo, la casa Central de las Hijas de la Caridad, Sor Mercedes Alvarez había colocado dos grandes estatuas de monaguillos que portaban cepillos en las manos, para que los fieles pusieran en ellos las donaciones destinadas a la Obra del Preso.

La labor conjunta de las Hijas de la Caridad y los Padres Paúles a favor de los presos constituyó un verdadero ejemplo y un gran paso adelante. En la época colonial, las prisiones estaban dotadas con capillas que desaparecieron después del advenimiento de la República, ya que el estado cubano nunca estuvo dispuesto a dedicar fondos para el mantenimiento de las capillas heredadas de la época de España.

Cuando Sor Mercedes Alvarez comenzó a dar los primeros pasos para crear una Pastoral Penitenciaria, aquellas antiguas capillas ya no existían y los locales donde habían funcionado estaban dedicados a los usos más disímiles. Al incorporarse a la nueva iniciativa el P. Chaurrondo con su gran energía y los recursos de su inagotable imaginación, inmediatamente formó un Comité para atender centralmente la Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso, que contaba con la dirección experimentada de Sor Mercedes Alvarez y la asesoría y el sello organizativo del P. Hilario Chaurrondo. Con el apoyo de la jerarquía de la Iglesia, de muchas personas buenas y con su propio trabajo abnegado e incesante, el Paúl y la Hija de la Caridad convirtieron la idea inicial en un poderoso movimiento que no tardó en extenderse, desde su centro en La Habana, por toda la Isla de Cuba. Aquella obra, ya de magnitud nacional, se ganó el respeto de todas las personas de buena voluntad, fueran o no católicas, presos comunes o políticos, y en muchas ocasiones, los reiterados reconocimientos del gobierno.

A través de la Obra al servicio del Preso, y cuando la lucha en la Sierra Maestra se extendió y cobró fuerzas en el territorio de Baracoa, un Paúl, el P. Maximino Bea, se vio envuelto en los acontecimientos, permaneció trabajando en la zona controlada por los guerrilleros y comenzó a oficiar como Capellán del Ejército Rebelde en el que alcanzó el grado de capitán. Era un hombre humilde y modesto, un sacerdote ejemplar que se ganó el afecto y el respeto de los revolucionarios por su abnegación y sus servicios espirituales a los combatientes, a tal punto que recibió condecoraciones, diplomas y reconocimientos por su comportamiento durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista.

También el P. Guillermo Sardiñas tomó el camino de la lucha insurreccional. Hubo otros sacerdotes que tenían un gran contacto con la oposición al régimen y servían de protectores a los revolucionarios, así como de tesoreros y de mensajeros al servicio del Movimiento 26 de Julio, cuyo tesorero en La Habana era el P. Diego Madrigal.

La Iglesia Católica no impidió a sus miembros participar en la lucha, sino que los acompañó y aconsejó. En ningún momento los revolucionarios vieron a la Iglesia y a los sacerdotes como a enemigos, ni siquiera como ajenos a indiferentes, sino como aliados, y como tales los aclamaron los rebeldes luego del triunfo revolucionario. La iglesia siempre se preocupó de los presos fueran de donde fueren. Recordemos, por ejemplo, como el Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Enrique Pérez Serantes repudió el golpe de estado del 10 de Marzo de 1952 e intervino personalmente para garantizar la vida de los sobrevivientes del asalto al Cuartel Moncada.

En la foto siguiente vemos al. P. Mariano García Matesanz, C.M. hablando con un soldado del ejército rebelde en San Luis, Santiago de Cuba.

También el Cardenal Arteaga mantuvo un interés constante a favor de todas las víctimas del movimiento insurreccional que convulsionaba a la Isla. Reiteradas veces ayudó a los presos políticos con generosas donaciones a través de la Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso, que asesoraban los Paúles a través del P. Hilario Chaurrondo y dirigía una Hija de la Caridad, Sor Mercedes Alvarez, que estaba autorizada por el gobierno para visitar las cárceles. Igualmente ayudaba a la adquisición de medicinas y objetos religiosos haciéndolos llegar al P. Guillenno Sardiñas, quien había dejado su cargo de párroco de la Iglesia de Isla de Pinos con el consentimiento del Cardenal Arteaga, para incorporarse a la lucha como Capellán del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, en el que alcanzó el grado de comandante.

Con fecha de 18 de septiembre de 2012 el P. Justo Moro recibió un correo del P. Florentino Villanueva en el que responde a Marcos A. Iglesias quien le pregunta:

Estoy leyendo una historia de Cuba, escrita por Hugh Thomas, en la que en Octubre de 1958 las fuerzas de Castro fueron ayudadas en Yaguajay por un sacerdote de nombre P. Modesto Amo. Yo tenía entendido que el Sacerdote de Yaguajay, en esa fecha, era mi amigo el Rev. Florentino Villanueva. ¿Pueden aclararme esto?

A lo que el P. Florentino responde:

Es verdad que el párroco era Modesto Amo y un servidor, Florentino Villanueva era coadjutor encargado de Meneses, Jarahueca, Iguará y todos los bohíos de la zona. Y junto con el P. Amo, fuimos los que tratamos la rendición del cuartel de Yaguajay El primer contacto con el Comandante Camilo Cienfuegos fue en Meneses. Después tuvimos que hablar más para concretar la rendición del «Capitán Chino». 35

La trayectoria que ha seguido la Revolución después de aquellos primeros años, es otra historia bien distinta de la trayectoria original, y que aún queda por contar a la luz de los recientes acontecimientos. También queda por contar la «supuesta amistad» del P. Chaurrondo con Fidel. Mucho se ha escrito sobre este tema. Es verdad que Chaurrondo conocía las atrocidades del régimen anterior, precisamente por su labor misionera en las cárceles; es verdad que como corresponsal de la radio y de la televisión sabía la corrupción reinante en el Gobierno de Batista; conocía también la corrupción y el abuso del poder y la desviación de fondos públicos hacia el exterior.

Nosotros, dice Chaurrondo, podemos testimoniar de un ministro a quien conocimos viviendo en modesta casa el 10 de marzo de 1952 levantar un rascacielos en el Vedado de por lo menos quince pisos con «los ahorros logrados» en el ejercicio de sus funciones ministeriales en escasos arios de ejercicio ministerial. Todo el que no sentía la agonía de la Patria vivía bien y se iba haciendo partidario de Batista perdonándose su origen espúreo y usurpador del poder público.

No es de extrañar que Chaurrondo, ante tanta corrupción y abuso del régimen de Batista, él y muchos otros, creyera en las promesas de Fidel y en la nueva constitución que Fidel proclamó desde la montaña, pero que nunca la puso en vigor. Pero esta historia la intentaremos narrar en otra ocasión porque la vida del P. Chaurrondo, su influencia en los medios de comunicación, su trayectoria en las Misiones y en las cárceles, bien merecen toda una biografía. Baste por el momento el leer las palabras del P. Chaurrondo y su relación con Fidel:

A cada golpe de Fidel a cierta gente, me decía el Hermano Bartolomé. Si, si, para que Usted defienda a Fidel. Tal parecía que yo fuera el asesor de Fidel y eso no era verdad.

Sí era verdad que Julié, presidente de la UP.I. en su primera fase de amistad con Fidel había escrito en la revista Bohemia, que el P. Chaurrondo era el confesor de Fidel y que el Conte Agüero en una vida de Fidel me había ascendido a director espiritual del Jefe de la Sierra, pero nada de eso era verdad. La verdad escueta era que yo había dado una misión a los presos del Moncada. Que en esa misión de 36 revolucionarios, unos 24 confesaron y comulgaron, entre ellos Raúl Castro, y que Fidel estuvo como dos horas arrodillado ante el P. Berceda, su antiguo maestro del Colegio de Belén. Todo hace suponer que estuvo confesándose y no contando Los cuentos de las mil y una noche.

El 26 de Julio me invitó a asistir a la tribuna que presidía el desfile de la Caballería de Camilo Cienfuegos y en cierta reunión, en la que él saludaba a todos dando la mano, a mí me dio un abrazo. Esa foto apareció en la prensa, eso fue todo.

Con ocasión de hablar con Fidel, en otra ocasión, le recordé que el Coronel Julio Gómez todavía seguía con otros 3 compañeros en la celda de la muerte. Él se hizo como que lo ignoraba y me prometió tomar cartas en el asunto, como en efecto, a los 3 o 4 días el reo a muerte era trasladado a la galería común, a convivir con los restantes recobrando su estado de salud magnífico en vez de aquel esqueleto que fue reducido en la celda premortuoria.

Resumiendo lo dicho en este capítulo, debemos decir que tanto la Obra de las Misiones Parroquiales como la Pastoral Penitenciaria, al abrigo de los Padres Paúles y de las Hijas de la Caridad y con el apoyo de las distintas Congregaciones Religiosas, de la Jerarquía Eclesiástica y del Gobierno, son un blasón de la Provincia Cubana de los Padres Paúles. Estas obras, sin duda alguna, dan mucha gloria en el cielo al Santo titular San Vicente de Paúl y han dejado una huella permanente en la Historia de la Iglesia de Cuba.

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