2. La Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso. Las Misiones en las Cárceles.
Las Capillas y las Bibliotecas.
Otros Servicios Sociales a los presos.
La Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso.
La asistencia espiritual y social a los presos por parte de los Padres Paúles se remonta a los tiempos de San Vicente de Paúl. En Febrero del año 1619 San Vicente de Paúl fue nombrado Capellán General de las Galeras de Francia.
Tanto agradó al señor de Gondy la actitud del capellán de su casa con los galeotes que consiguió del rey para él el nombramiento de director de todos los capellanes dedicados a la atención espiritual de los condenados y el título de capellán general de las galeras de su Majestad, con los mismo honores y derechos de que disponen los demás oficiales de la marina de Levante.
Estos servicios a los presos se han mantenido desde entonces hasta nuestros días en todas las naciones donde trabajan los Padres Paúles. Lo mismo ha ocurrido en Cuba. Prácticamente desde su llegada a la Isla, en el año 1862, mantuvieron esta tradición.
En el Archivo de la Merced se conserva una carta del entonces Obispo de la Habana, Juan Bautista, fechada el 28 de setiembre de 1870, al Superior de la Congregación de la Misión en la Merced , en la que le pide que asistan a tres presos condenados a muerte.
Con el fin de asistir y acompañar hasta el lugar del suplicio a los reos mencionados no separándose de ellos hasta sus últimos momentos, prestándoles con la caridad y a lo que saben, los auxilios de nuestra Santa Religión. V R. se servirá acusarnos recibo de la presente para Nuestra tranquilidad
Esta súplica fue inmediatamente respondida por el Superior Benito Quintano el mismo 28 de septiembre de 1870.
En este momento acabo de recibir el oficio que se envió mandarme, comunicándome la triste noticia de los reos que pondrán en capilla mañana a las 7 de la mañana, disponiendo al mismo tiempo que mandemos dos o tres sacerdotes que los auxilien hasta sus últimos momentos.
En contestación a dicha disposición tengo el honor de decirle que es muy honroso para la Congregación de la Misión el que se haya dignado designarnos para esta obra de caridad la que estaríamos dispuestos a cumplir con todo el tiempo que los reos estén en capilla no habiendo otros sacerdotes. Pero habiendo en la Habana muchos sacerdotes y religiosos que con mucho gusto tomaría parte en este acto de caridad solamente me comprometo a enviar dos sacerdotes de la Comunidad para que auxilien a los reos hasta las 11 de la mañana y desde entonces espero que se dignará disponer que vayan otros eclesiásticos para relevarlos.
Años después de que comenzara la Obra de las Misiones Parroquiales, el P. Chaurrondo fue asesor de lo que pasó a la historia con el nombre de Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso, cuyo objetivo era la atención pastoral a los encarcelados por motivos comunes o políticos.
Esta organización fue solicitada por el consejo nacional de Defensa Social el día 20 de Julio de 1940 y por el arzobispo de la Habana el 25 de julio del mismo año, junto con el Ministro de Solidaridad y Asistencia Social, el 18 de Agosto de 1945.
En esos años existían en Cuba las cárceles siguientes: Un reclusorio nacional para hombres, otro para mujeres, 6 prisiones provinciales y 12 pequeñas cárceles en otras poblaciones.
El P. Simeón Obanos nos relata lo que hizo el P. Chaurrondo para poder entrar en las cárceles y cumplir su misión como sacerdote y misionero:
Fui al ministerio de Gobernación y encontrando la puerta medio abierta la acabé de abrir y entré a su despacho. «Buenos días Señor Ministro». «Buenos días», me respondió. «Tengo mucho placer de poder conversar con el Sr. Ministro de Gobernación.» «Y para mi será de mucho agrado escucharle, hable P. Chaurrondo». «Los presos, le dije, necesitan de Dios. La mayoría son cristianos, cubanos e hijos de buena madre. Hasta ahora no ha habido sacerdote alguno que los haya visitado regularmente llevándoles el consuelo humano y divino. Usted como yo, desea para ellos lo mejor, su superación y libertad.» «Cierto, P. Chaurrondo, le respondió el Ministro. Y ¿desde cuando quisiera comenzar a visitarlos? «Tan pronto como Usted me autorice.» El Ministro escribió una orden para que entrara cuantas veces quisiera. «Muchas gracias, Señor Ministro». «Muy agradecido a Ud y que Dios quiera que les haga mucho bien, porque lo necesitan, Adiós, Señor Ministro.» «Hasta que Usted quiera, P. Chaurrondo»
La Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso está indisolublemente vinculada a dos personas que entregaron lo mejor de sí para convertir en realidad lo que hasta entonces había sido un sueño: la Hija de la Caridad Sor Mercedes Alvarez y el P. Hilario Chaurrondo C.M., que fueron sus principales promotores. Al respecto se ha afirmado que:
Los Paúles llegan a las cárceles de Cuba llevados por el trabajo de las Hijas de la Caridad. El trabajo con los presos lo comenzaron las hermanas desde la década que se inició en 1930 en las prisiones habaneras de El Príncipe y La Cabaña, bajo la dirección de Sor Mercedes Alvarez, asistida por la Sra. Teté Castañeda, y con la asesoría del P. Chaurrondo. Ellos fueron los fundadores de la Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso.
En sus recuerdos de más de cuarenta años de apostolado, el P. Raúl Núñez Lloret C.M. se extiende para detallar las características de la Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso, también conocida con el nombre de Pastoral Penitenciaria. Las Hermanas de la Caridad con sus discípulas, por ejemplo, las alumnas del Colegio «La Inmaculada», eran las que llevaban a cabo las visitas, y el P. Chaurrondo imprimió el sello peculiar de sus dotes organizativas a esta actividad.
De cierta forma, se puede considerar que para el P. Chaurrondo La Obra de San Vicente de Paúl al servicio del Preso, no era más que una extensión a las cárceles de la gran Obra de las Misiones Parroquiales.
El trabajo con los presos fue estructurado de forma tal que los PP. Dominicos de San Juan de Letrán, muy cercanos al castillo y prisión del Príncipe, quedaron encargados de las visitas a los reclusos confinados en este lugar. De la misma forma, las diversas Órdenes Religiosas quedaron vinculadas a las cárceles más cercanas a sus respectivas residencias. Poco a poco, el trabajo de la Obra de San Vicente al Servicio del Preso se fue extendiendo por la Isla hasta abarcarla por completo.
En Guantánamo, la cárcel de la ciudad fue una de las obras de apostolado que los Paúles atendieron con más eficiencia en su carácter de párrocos mientras se terminaba la prisión de Boniato, presidio de la provincia de Oriente en esa época:
El encargado y promotor de esta obra en la parroquia fue el P. Alfredo Alonso, quien logró dotar a la cárcel de una buena biblioteca, con magnífico librero y abundancia de libros, recibidos desde La Habana y conseguidos en el pueblo de Guantánamo, pidiendo de puerta en puerta.
Todos los años se daban misiones en Guantánamo y en dos ocasiones la visita de los presos coincidió con la misión. El P. Hilario Chaurrondo, Sor Mercedes Alvarez y la Srta. Teté Castañeda viajaban desde La Habana con este objetivo.
Un informe sobre las visitas realizadas a la cárcel de Guantánamo menciona los aspectos siguientes:
Un Padre va (a la cárcel) todos los domingos por la tarde, dando a los presos el catecismo y una tanda de cine. Algunas misas durante el año. Ayuda con ropa, zapatos, revistas y otros objetos sanitarios y piadosos. Sobre todo medicinas y reconstituyentes.
Todas las Asociaciones Católicas vinculadas a la Parroquia de Guantánamo contribuían a esta Obra de San Vicente. En particular se destacaban las participaciones de las Maestras Católicas, los Caballeros de Colón y los alumnos de los colegios católicos, que preparaban tres o cuatro veces al año veladas literarias y artísticas que tenían un marcado sello didáctico y que contribuían a mejorar la existencia de los reclusos.
Este apostolado no tardó en dar numerosos frutos entre los presos. En breve muchos reclusos comenzaron a recibir preparación para el bautismo y pronto comenzaron los bautizos masivos, al tiempo que otros comenzaban a recibir los conocimientos previos a la primera comunión o para recibir el sacramento de la Confirmación. Hasta se dio el caso de que se efectuaran algunos matrimonios después que los reclusos y sus futuras esposas recibieran la instrucción necesaria.
Pero La Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso contemplaba además otros aspectos. Los fines eran: 1, la atención catequética. 2, instrucción y cultura general. 3, ayuda en sus enfermedades. 4, ayuda a sus familiares y 5, ayuda al abandonar la prisión. La atención a los reclusos no duraba solamente el tiempo que permanecían confinados en las cárceles, sino que continuaba cuando salían de las prisiones. Cuando cumplían sus condenas y regresaban a sus hogares, a veces muy distantes de las prisiones, la Obra de San Vicente pagaba el precio de los pasajes. Y para garantizar que quedaran adecuadamente integrados a la sociedad, La Obra se daba a la tarea de conseguirles trabajo, según sus aptitudes, cuando cumplían sus condenas.
En Santiago de Cuba, «La Pastoral Penitenciaria», como también se conocía la Obra de San Vicente al servicio del preso, comenzó su labor actuando desde la Iglesia de San Francisco con la colaboración de las Hijas de la Caridad.
Los objetivos, las bondades y la utilidad de la Obra de San Vicente fueron reconocidas oficialmente por el estado cubano a través de las instituciones competentes. En una breve y solemne ceremonia, el 11 de Junio de 1950, en el despacho del Ministro de la Gobernación, el titular de dicha Cartera, Senador Lombito Díaz hizo entrega a su Eminencia el Cardenal Manuel Arteaga Betancourt de la copia de la Resolución Oficial, mediante la cual, el Estado equipara a la Obra de San Vicente de Paúl al servicio del Preso, a la labor que desarrollan las Patronales Oficiales. Representa un reconocimiento oficial del Gobierno a la labor social que realiza en las cárceles de Cuba la Obra de San Vicente de Paúl al Servicio del Preso.
El P. Raúl Nuñez, que trabajó de forma muy activa en la Pastoral Penitencia, nos dice al respecto que
En 1943 ya existía la Obra en Matanzas. Puedo dar fe de esto porque trabajé en ella. Lo mismo en Guantánamo, porque en 1950 yo estaba allí, y tomaba parte. Iba a la cárcel del pueblo con las Hijas de la Caridad y seguía la Obra de San Vicente… que llegó a ser tan importante que el antiguo Ministerio de Gobernación la reconoció como obra social. La buena actitud del Estado se manifiesta en hechos tales como las colectas oficiales que se realizaban para la Obra; todo esto lo logró el P. Hilario Chaurrondo.
Las palabras anteriores son una cita textual del P. Raúl Núñez Lloret, que mencionó el asunto en la entrevista realizada por el Dr. Larrúa en la Iglesia de la Merced, el 24 de septiembre de 1999. El P. Raúl trabajó muy activamente en la Obra de San Vicente desde su centro en el territorio oriental que radicaba en la Iglesia de San Francisco de Santiago de Cuba, y que recibía mucha ayuda de la capital:
En San Francisco radica la Obra de Asistencia al Preso, semanalmente se ha ido visitando, catequizando y ayudando a los presos de Boniato y con carácter extraordinario, se ha tenido el reparto de Navidad y las misiones en todas las Cuaresmas.
En Matanzas, mientras los Padres trabajaban en la Escuela Apostólica, también atendieron con gran esmero a los presos de la cárcel de Matanzas, ubicada en el barrio de Pueblo Nuevo. Es necesario decir que La Obra de San Vicente al Servicio del Preso funcionaba en la ciudad desde mucho antes de la fundación de la Escuela, y que en ella cooperaban estrechamente los Paúles y las Hijas de la Caridad. En particular se destacó como una heroína Sor Virginia Marcano logró (reunir) más de 10 mil pesos para adaptar una galería a capilla, quedando muy hermosa, con un Cristo de la Parroquia, buenos bancos y nutrida biblioteca llamada Silvio Pellico. (Colaboraron) los Caballeros de Colón, las Maestras Católicas, todo el mundo ayudaba a la Obra del Preso, bajo el impulso del Sr. Obispo.
Todos los años el P. Chaurrondo llegaba a Matanzas y daba misiones en la cárcel de la ciudad con su equipo, en el que no podían faltar Sor Mercedes Alvarez y la Sra. Testé Castañeda. La misión siempre terminaba con un banquete para agasajar a los presos, veladas artísticas y el reparto de muchos artículos útiles para los reclusos.
El P. Zúñiga fue el último de los Padres Paúles que permaneció trabajando en la Obra de las cárceles al servicio del preso hasta el día antes de salir para Caibarién para poder ocupar la casa abandonada por los cuatro Padres que allí trabajaban.