Historia de los Paúles en Cuba: Capítulo VI (A)

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Author: Justo Moro - Salvador Larrua · Year of first publication: 2012 · Source: Mecanografiado.
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1. Repercusiones de la Guerra de 1895 en las casas de Santiago de Cuba, Matanzas y La Habana.

41747943_95fc4657ecEl 15 de febrero de 1898 ocurrió un incidente anterior a la guerra hispano- estadounidense, en el cual, una explosión misteriosa hundió el acorazado estadounidense Maine que estaba anclando en la bahía de la Habana. Murieron 260 marineros. EE.UU. lo había enviado a La Habana en enero de 1898 para proteger a los ciudadanos estadounidenses luego de las revueltas acaecidas durante la lucha de Cuba por independizarse de España. Los diarios, sensacionalistas americanos exacerbaron a la reacción antiespañola con el lema, «Remember the Maine» (recuerda al Maine). La intervención armada ocurrió en Abril. Hoya se cree que la causa de la explosión fue interna.

El día 22 de Abril de 1898 la Escuadra Americana se había presentado en los alrededores de la Bahía de Santiago de Cuba anunciado su llegada e intimidando a las tropas que desocuparan la plaza, o de lo contrario, bombardearían la ciudad. Ante las reiteradas negativas de las tropas españolas a rendirse, la Escuadra Americana llevó a la práctica sus amenazas bombardeando en repetidas ocasiones la ciudad de Santiago de Cuba.

El 6 de julio de 1898 se desató sobre Santiago de Cuba un horroroso bombardeo. Los obuses, disparados desde el puerto por los acorazados de la Escuadra norteamericana, caían indiscriminadamente sobre los fuertes, los edificios y las casas de la ciudad. En esos momentos, la residencia de los Paúles, que era la antigua Iglesia de San Francisco, se convirtió en refugio de los desamparados.

Una corta narración de los atroces sucesos de ese día nos explica los acontecimientos en breves líneas:

La mortandad de ayer ha sido horrorosa. Los heridos nuestros pasan de trescientos. Hoy parece que es el fin del mundo. No se oye sino el estampido y el aterrador silbido de las granadas que se cruzan en todas direcciones. Ahora acaba de caer una granada cerca del refectorio …si hoy no morimos será un milagro. Están atacando por mar y por tierra; aterradora es nuestra situación.

La soledad es grande y todo presagia que el día ha de hoy ha de ser fatal para Santiago de Cuba. A fin de salvarse del bombardeo se refugian en la Iglesia de San Francisco varias familias, algunos clérigos y siervas de María, siendo alentados por los Padres Paúles que, con fervorosas oraciones, piden a Dios Nuestro Señor y a todos los santos piedad y misericordia.

Como consecuencia de los frecuentes y aterradores bombardeos y viendo que la guerra estaba perdida, el 28 de julio de 1898, España notificó su disposición de firmar la paz. El protocolo fue firmado por las dos naciones el 12 de agosto del mismo año.

El mismo General Calixto García mandó a su Estado Mayor con el General Agustín Cebreco al frente, para que «celebrara la victoria de Cuba sobre España en Misa solemne con Te Déum a los pies de la Virgen de la Caridad en el Cobre», en lo que pudiéramos llamar la «Declaración Mambisa de la Independencia del Pueblo Cubano.

El saldo de la guerra de Independencia fue terrible para Cuba. Cuando sonó el último disparo de la contienda, la Isla había perdido la quinta parte de su población. Las llamas de aquella lucha devoraron el 85 por ciento de las fábricas de azúcar, el 84 por ciento de la masa ganadera y casi todas las extensiones sembradas de caña, tabaco y café. Los hacendados cubanos y muchos de los hombres de industria y comercio quedaron arruinados. Casi desapareció el intercambio mercantil con España y con otros países, y se retiraron de la Isla grandes capitales peninsulares. Cientos de miles de antiguos esclavos, que eran analfabetos en su inmensa mayoría, comenzaban a buscar, aturdidos, algún trabajo en la nueva sociedad, porque habían perdido sus primitivos empleos al desaparecer los ingenios y las plantaciones.

Separación de la Iglesia y del Estado.

Los interventores norteamericanos relegaron a la Iglesia Católica que quedó separada del Estado y perdió buena parte de su tradicional autoridad. La institución religiosa dejó de ser dueña de los cementerios, que fueron entregados a los gobiernos municipales y se decretó que los pleitos de divorcio deberían ser dirimidos en cortes civiles, al tiempo que los matrimonios solamente serían reconocidos por la ley. Se prohibieron las procesiones religiosas y los cortejos fúnebres en los entierros, aunque los cubanos hicieron caso omiso de esta disposición.

La Iglesia se encontró entonces en una situación difícil. Los sacerdotes de Santiago de Cuba, entre ellos los Padres Paúles, dejaron de recibir sus estipendios. La administración norteamericana no hizo caso de los reclamos del Arzobispo Mons. Francisco Sáenz de Urturi, quien se encontraba muy enfermo.

Durante el bloqueo naval y los bombardeos de la Escuadra norteamericana, el Arzobispo había permanecido dos meses al abrigo de un túnel y «su único alimento había sido el arroz» En algunas ocasiones se puso tan mal que «ni sabía quién era, tan débil estaba su salud mental… había perdido la fe en su misión.»

Santiago de Cuba. Repercusiones de la Guerra.

La Arquidiócesis de Santiago de Cuba presentaba una destrucción enorme. La guerra se había cebado en los templos destruyendo las Iglesias en las zonas rurales de Oriente. A la falta de locales consagrados se sumaba, además, la escasez de personal eclesiástico, porque de los 80 sacerdotes, 34 se habían marchado para España, y se notaba «la parálisis pastoral y la enorme indiferencia religiosa en la ciudad de Santiago de Cuba».

En aquellos momentos tan difíciles, cuando la guerra acababa de terminar, entre el 5 de agosto y el 1 de septiembre de 1898, salieron de Santiago de Cuba 28 Hijas de la Caridad y 5 Padres Paúles. Por disposición del Presidente de la Beneficencia, también dejaron la ciudad las niñas acogidas en esa institución acompañadas por las Hijas de la Caridad que las atendían. Del Asilo de los Pobres se marcharon seis Hijas de la Caridad. Así mismo salió el personal diplomático acreditado en la ciudad junto con sus conciudadanos. Del mismo modo salieron los curas de la Catedral, tres párrocos cubanos y algunos otros clérigos.

En la ciudad quedaron solamente el Arzobispo Mons. Francisco Sáenz de Urturi, un párroco, los miembros del Cabildo de la Catedral, algunos Padres Paúles, las Hijas de la Caridad que trabajaban en el hospital, las Siervas de María y algunas Hermanitas de los Pobres.

La situación de los PP. Paúles que continuaban en Santiago de Cuba se fue haciendo insostenible. Recién terminada la guerra, el clero español era muy mal visto por muchos cubanos que confundían «la jerarquía» con la «Iglesia Católica» en Cuba. El clero español y los miembros peninsulares de la jerarquía eclesiástica permanecían traumatizados por la derrota y la pérdida de Cuba. Los PP. Paúles y las Hijas de la Caridad decidieron salir de Santiago de Cuba, y así lo hicieron, poco a poco, a partir del 10 de Agosto hasta el 1 de Septiembre de 1898 Mons. Francisco Sáenz de Urturi, consternado por su partida, lo hacía constar en sus palabras:

Los Padres Paúles y las Hermanas de la Caridad se habían marchado. Las Hermanas habían dejado tres Conventos vacíos.

Los Padres Paúles, que en plena guerra nunca quisieron abandonar la ciudad de Santiago de Cuba y permanecieron en los locales de la Iglesia de San Francisco bajo el bombardeo de la artillería pesada de la Escuadra norteamericana, no pudieron resistir lo que parecía ser, en aquellas circunstancias, el derrumbe de la institución católica, ni asimilar el cambio brusco dado por la desaparición de las estructuras que mantenían la administración colonial española. El 12 de Agosto de 1898, el P. Ramón Güell, Visitador de la Provincia de las Antillas, escribía al P. Fiat, Superior General de la Congregación de la Misión:

Ya habréis sabido que la permanencia de los Misioneros es imposible en Santiago de Cuba. Se comunicaron con el Sr. Arnáiz como me telegrafió el Superior de aquella casa, y supongo que hoy o mañana habrán embarcado todos los misioneros e Hijas de la Caridad.

A los pocos meses de salir de Cuba los Misioneros de San Vicente, después de reflexionar sobre la situación de la Isla y tomar opiniones de las otras comunidades, se creyó oportuno restablecer la Comunidad de Santiago. El P. Patricio McHale, Visitador de la Provincia de Philadelphia, hizo un viaje a Cuba expresamente para proteger los intereses de la Congregación. Al llegar a Santiago de Cuba encontró la casa ocupada por los soldados americanos que la habían convertido en cuartel. Enseguida logró que fueran de la habana Padres españoles. Fue enviado entonces en calidad de Superior, el P. Saturnino Pérez Ibáñez con otros dos Padres y un Hermano. La Congregación volvió a ocupar la Iglesia y el. Convento de San Francisco el día 13 de Diciembre del año 1898.

Repercusiones de la guerra en Matanzas.

En Matanzas, y a pesar del bloqueo y la falta de recursos, los Paúles pudieron sostener durante cuatro meses a los enfermos de dos hospitales y a los niños y ancianos de tres asilos que hubieran muerto de hambre sin el socorro que ellos les brindaron. Los Padres narraron después que la Divina Providencia les deparó la ocasión de acopiar

que no sin grande trabajo, abundante harina de maíz y trigo, latas de caldos con carne, sopas variadas, latas de leche condensada y otras varias conservas.

Pero las necesidades del pueblo eran muy grandes. Por las calles y plazas de Matanzas vagaban multitud de pobres, desamparados y hambrientos, y algunos morían en plena vía pública. En las casas particulares también la gente fallecía de hambre y de falta de recursos de todo tipo

Esto nos movió (a los Paúles) a establecer una Cocina Económica en casa de una familia piadosa, en la que se daba diariamente un plato de sopa (a los miembros) de más de cien familias. A las puertas de nuestra casa se repartía alimento a más de quinientos pobres, y al domicilio de no pocas familias, que eran verdaderos pobres vergonzantes, se les llevaba frecuentes socorros.

Aún en aquellas condiciones tan anormales, se pudo mantener el funcionamiento del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, gracias a la abnegación del P. Juan José Soriano, que lo dirigió desde 1897 hasta 1899 en los momentos más difíciles de la II Guerra de Independencia y en plena intervención americana, o sea, en tiempos de mayor escasez y falta de recursos de todas clases. Contaba, por supuesto, con el apoyo total del claustro de profesores y con las simpatías del pueblo de Matanzas, que valoraba muy alto el trabajo educativo de los Hijos de San Vicente.

Lo mismo que en Santiago de Cuba y en Matanzas, en La Habana los alimentos escaseaban incluso más. Según escribía el P. Ramón Güell, Visitador de la Provincia de las Antillas, al P. Fiat, Superior General de la Congregación de la Misión, en carta de fecha 1 de julio de 1898.13 En esta carta decía, refiriéndose a los Padres, que «por ahora podemos hacer frente a las circunstancias». La situación de las Hermanas de la Caridad no era la misma:

Las Hijas de la Caridad pasan su buena crisis; los establecimientos están muy pobres, les adeudan 16 o más meses. Los alimentos faltan en los Hospitales, y nuestras Hermanas pasan sus pruebas.

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