Historia de los Paúles en Cuba: Capítulo V (B)

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Author: Justo Moro - Salvador Larrua · Year of first publication: 2012 · Source: Mecanografiado.
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2.- Segunda fundación de los Padres Paúles. Iglesia de San Francisco de Santiago de Cuba. 1884. Historia de esta Iglesia

41747943_95fc4657ecMonseñor Francisco Sáenz de Urturi y Crespo había llegado a Cuba en el año 1894, y cuando tomó posesión del arzobispado de Santiago de Cuba, se encontró con una situación difícil. La diócesis había quedado muy devastada y falta de personal religioso al terminar La Guerra de los Diez Años. Su antecesor, el Arzobispo Martín de Herrera y de la Iglesia, había viajado a España en 1886 para traer consigo un grupo de sacerdotes celosos y dedicados, los Padres Pasionistas, a fin de que asumieran las tareas pastorales. Ya desde 1884 Martín de Herrera enumeraba los factores que según él debían desatar nuevamente la guerra en Cuba: los pobres eran objeto de gran explotación, la instrucción dejaba mucho que desear, se había generalizado la corrupción incluso en los asuntos eclesiásticos, los Ayuntamientos y Diputaciones no tenían recursos para funcionar debidamente, el estado del culto y del clero eran lamentables. A fines del siglo XIX la situación del personal eclesiástico no había mejorado, porque 19 de las 55 parroquias carecían de pastor y 42 de coadjutor».

En la jurisdicción eclesiástica de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba trabajaban, desde 1884, los Padres Paúles y los Escolapios en Camagüey. En 1887, la matrícula del Seminario de San Basilio el Magno y San Juan Nepomuceno era de 15 seminaristas internos y 3 externos. En estas condiciones tan alejadas de la normalidad debería realizar su apostolado el nuevo Arzobispo Francisco Sáenz de Urturi y Crespo, Franciscano, de quien se había dicho que era «la perla de la orden por su saber y virtud».

Mons. Francisco Sáenz de Urturi recibió el palio para el Arzobispado de Santiago de Cuba el 21 de mayo de 1894 cuando la Isla estaba a punto de alzarse en armas contra España.

El Arzobispo de Santiago de Cuba, al principio, no hizo mucho caso de la guerra, y al parecer no pudo ni supo valorar correctamente su magnitud y consecuencias. El 24 de agosto de 1895 comunicaba al Nuncio Serafino Cretoni sus planes de viajar a México con motivo de la coronación canónica de Nuestra Señora de Guadalupe, a la que había sido invitado por el episcopado del país azteca, y el 14 de septiembre se embarcó para participar en la gran fiesta, ausentándose de la arquidiócesis convulsionada por la contienda. A su regreso, Sáenz de Urturi hizo escala en La. Habana, donde discutió con el Obispo Santander ciertos asuntos eclesiásticos. En el recuento que hizo el Arzobispo de esa reunión ni siquiera hace mención de la guerra, pero en la segunda semana de 1896, al hablar de la insurrección, las palabras del prelado reflejan duda y preocupación.

Aquí las cosas no andan bien, no se ve el término de la guerra, ni puede predecirse el cómo concluirá y lo que después vendrá. Apiádese el Señor de esta pobre Isla y de España.

Regresemos a los Padres Paúles, quienes por una llamada del Arzobispo José Martín de Herrera, llegaron a Santiago de Cuba el 5 de diciembre de 1884 para tomar a su cargo la Iglesia y el Convento de San Francisco. Ambos locales tenían la gloria de ser el primer convento y la primera iglesia erigida en Cuba por una orden religiosa, y tenían su punto de partida en la llegada a Santiago de varios frailes Franciscanos el 6 de diciembre de 1531 para fundar casa en medio de inmensas penalidades y que todavía se encontraba a medio construir en tiempos del Obispo Fray Diego Sarmiento, residiendo los Franciscanos en pobres bohíos con techo de paja.

La fundación de este primer convento franciscano en Cuba fue estimulada por Fray Pedro Mexía de Trillo, Provincial de la Orden Seráfica con sede en La Española. Fray Pedro fue comisionado por el rey en 1526 para fundar en Cuba los primeros pueblos de indios libres, que serían civilizados y evangelizados de acuerdo con las concepciones de Fray Pedro, que se conocieron con el nombre de «Plan de la Experiencia». En 1528, ante las reiteradas solicitudes de los vecinos, ya estaban firmadas las provisiones reales para fundar el Convento de la Inmaculada Concepción de Santiago de Cuba con su Iglesia anexa, pero se presentaron dificultades porque el Obispo Miguel Ramírez de Salamanca se opuso alegando que no había dinero suficiente para acometer la nueva construcción.

Los planteamientos del Obispo llegaron a oídos de la reina Juana, quien ordenó al prelado llevarse bien y tratar adecuadamente a los frailes:

vos no les aveys hecho el tratamiento que hera rrazón, antes os aveys avido tan mal con ellos, que son ydos o se quieren yr, y por ques rrazón que sean favorescidos y bien tratados, por el buen exemplo que han dado en esas partes y fruto que han hecho en ellas, yo vos encargo mucho que les hagays todo el buen tratamiento que ser pueda, teniendo con ellos la conformidad ques rrazón que se tenga entre prelados y Religiosos, favoreciéndolos y animándolos para que con más voluntad asy estén en esa ysla y hagan en ella casa y monasterio.

A partir de la solicitud hecha por la reina al prelado disminuyeron las dificultades y el 6 de noviembre de 1531 llegaba a Santiago de Cuba el primer Guardián, Fray Francisco de Avila, para hacerse cargo del primer convento de regulares que se fundó en Cuba y de la primera iglesia que fue regida por los franciscanos. Ambos, convento e iglesia, no eran más que bohíos de madera con techo de yaguas, y estaban ubicados muy cerca del emplazamiento actual de la Catedral:

La casa que hasta agora tenemos fecha es de paja y hay en ella lugar para poder estar cuatro religiosos con harto trabajo; y hay una iglesia asimismo de sesenta pies donde continuamente se dicen las horas y se celebran los divinos oficios, que no ha sido de poca consolación para los vecinos de esta ciudad.

Esta primera iglesia de San Francisco sufrió varias transformaciones con el paso de los años.

En el siglo XVII ya existía un Convento en regla con su Iglesia anexa, en la que el Obispo Gabriel Díaz de Vara Calderón celebró una Eucaristía el 8 de septiembre de 1671, porque la Catedral había quedado arruinada por un terremoto. Este Convento y su Iglesia estaban ubicados dentro de la fortaleza de San Francisco, que dominaba la bahía de Santiago de Cuba, según se observa en los planos de esa época.

El año 1745 la administración colonial dispuso convertir en fortaleza el primitivo Convento de San Francisco y para indemnizar a los frailes se compraron dos casas y un solar. Las casas fueron modificadas y se transformaron en un nuevo Convento ubicado en la plazuela del Coco, en las afueras de la ciudad, que tuvo un carácter provisional, lo mismo que una Iglesia que fundó la Orden Tercera a sus expensas en la calle Sagarra y callejón del Muro. Pero durante muchos años, la residencia de los franciscanos se mantuvo enclavada dentro de las murallas de la fortaleza o fuerte de San Francisco, llamada así en memoria del primitivo convento, hasta que se habilitaron las casas cedidas por el Cabildo santiaguero.

El 2 de septiembre de 1750 el Síndico del Convento Franciscano compró el solar llamado «Los Varelas», ubicado entre las calles Sagarra y Corona, y el 29 de septiembre del mismo año se puso la primera piedra de un nuevo Convento, en la que se podía leer la siguiente inscripción:

DIE XXIX SEPTEMARIS IN HONOREM BEATAE MARIAE VIRGINIS ET SUB PROTECTIONE SANCTI MICHAELIS ARCHANGELI
(El dia 29 de septiembre. En honor a la bien aventurada Virgen María y bajo la protección de San Miguel Arcángel)

En un orificio abierto en la piedra se colocaron, para eterna memoria, 1 duro de ocho reales de plata, 2 de a cuatro, 3 de a dos, 4 sencillas y 4 medios. Hay historiadores que afirman que también se depositó un trozo de tela del manto de la Virgen de la Caridad. Asistió un pelotón de la guarnición de la ciudad, que disparó una descarga cerrada en el momento de colocar la piedra. En el acto estaban presentes las autoridades eclesiásticas y civiles y la mayor parte del pueblo.

Aunque comenzó con gran solemnidad, la construcción demoró muchos años hasta que en 1804 fue inaugurada la Iglesia por el primer Arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Joaquín Osés de Alzúa y Cooparaccio. Al llegar la exclaustración de 1842, por orden de la nefasta ley de Mendizábal, el Convento fue convertido en cuartel, aunque la Iglesia siguió funcionando.

En tiempos del Arzobispo José Martín de Herrera se efectuó una reclamación al gobierno de los locales del Convento, la que tuvo éxito y finalmente fueron devueltos el 14 de junio de 1879. El prelado ofreció la Iglesia y el Convento primero a los PP. Carmelitas descalzos y después a los Jesuitas, pero las dos órdenes declinaron el ofrecimiento. Finalmente, los Misioneros del Corazón de María se establecieron allí el 19 de junio de 1880, aunque no estaban reconocidos por el gobierno. Los Misioneros Claretianos, que trataron en vano de fundar un colegio, tuvieron un fin tráfico: de los 11 miembros, 9 fallecieron en apenas 4 meses, víctimas de la fiebre amarilla.

Ismael Testé, en su libro Historia Eclesiástica de Cuba nos lo narra de la siguiente forma.

Apenas tuvieron tiempo estos Religiosos para dar comienzo a las tareas escolares así como a las propias del ministerio sacerdotal ya que el mismo día en que se abría el Colegio, salía una carta para España dando cuenta a los superiores del fallecimiento de dos sacerdotes y un hermano, víctimas los tres de la fiebre amarilla.

El día 15 caía otro sacerdote y al día siguiente fallecía otro hermano, y aunque los restantes pasaron inmediatamente a El Cobre buscando lugar de aclimatación, también a la antigua villa de Santiago del Prado se extendió la epidemia y así el 25 del mismo mes y año se recibía en Thuir, Francia, un telegrama dando cuenta del fallecimiento de otros tres.

La respuesta al telegrama no se hizo esperar: «vengan primer vapor» pero como esos vapores no abundaban entonces, la muerte se llevó también al P. Solá a quien iba dirigido el telegrama, y los dos restantes, aunque también enfermaron, se recuperaron y marcharon a la Península.

A pesar de aquella contrariedad que caía sobre los Hijos de San Antonio María Claret, ellos no perdieron ni el ánimo ni la ilusión de trabajar en Cuba. Muchos fueron los sacerdotes y hermanos que se brindaron para ocupar los puestos de los caídos en el cumplimiento de su deber, pero a pesar de que los testimonios escritos de estas peticiones nos llenan de contento, los Superiores creyeron prudente esperar algún tiempo hasta que estuvieran preparados los candidatos a enfrentarse con una epidemia tan terrible.

El Prelado comenzó a realizar gestiones con la Congregación de la Misión para que los Padres Paúles se hicieran cargo de la Iglesia y el Convento de San Francisco. La invitación fue consultada con los Superiores Mayores y fue aceptada cuatro años después, una vez cumplidos todos los trámites de rigor entre el Arzobispo, Dr. José Martín de Herrera y de la Iglesia, y el Visitador de la Provincia de España, P. Mariano J. Mallen. Esta fue la segunda fundación de los Hijos de San Vicente en Cuba. Así pues, con fecha de 5 de Diciembre de 1884, los Padres Paúles, representados por los PP. Ramón Güell y Manuel Campos, tomaron posesión de la Iglesia y del Convento de San Francisco de Santiago de Cuba, antiquísimos locales cargados de historia y herederos del primer convento de Regulares que funcionó en Cuba.

Mons. José Martín de Herrera empleó unos cuatro mil pesos para acondicionar el viejo Convento, y la Diócesis entregaba la suma de 60 pesos mensuales a los Padres que cuidaban del templo y del culto en la Iglesia de San Francisco. Por su parte, el P. Ramón Güell, que era el Superior de la Comunidad, no quiso realizar reparaciones hasta que no tuviera en sus manos la propiedad de los edificios. La II Guerra de Independencia, desde 1895 hasta 1898, primero, y la intervención norteamericana que vino a continuación, demoraron las gestiones del traspaso de los locales, por lo que solamente se realizaron en San Francisco las reparaciones más urgentes.

No fue sino hasta el año 1908 cuando los Hijos de San Vicente iniciaron otra vez, durante el episcopado del primer Arzobispo cubano de Santiago de Cuba, Mons. Francisco de Paula Barnada y Aguilar, los trámites para conseguir el usufructo perpetuo de la Iglesia y del Convento. Con este objetivo, y contando con el beneplácito del prelado, se redactaron las bases del contrato con Mons. Francisco de Paula que el Visitador de los Paúles, P. Doroteo Gómez, envió a París para que fuera aprobado por el P. Antonio Fiat, Superior General de la Congregación de la Misión.

En reunión del Consejo de la Comunidad de los Paúles celebrado el 3 de enero de 1911, se acordó aceptar la oferta del Arzobispo de Santiago de Cuba de ceder a la Congregación de la Misión la Iglesia y el Convento de San Francisco en el que residían desde hacía ya 26 años,

… (considerando) que es ventajosa y no puede hacer sino asegurar la propiedad de los bienes propios de nuestro Instituto.

Una vez lograda la aprobación del Consejo, los Paúles presentaron a Mons. Barnada una exposición minuciosa y detallada con todos los antecedentes y razones que asistían a los Hijos de San Vicente para apoyar su objetivo, como eran el tiempo que llevaban a cargo de la Iglesia y del Convento y los servicios prestados a la Arquidiócesis santiaguera. Esta exposición fue enviada a Roma, dirigida a Su Santidad el Papa Pío X, por el Arzobispo Barnada, acompañándola con un informe suyo que apoyaba totalmente las razones expuestas por los Paúles en su exposición.

La respuesta no tardó en llegar en una comunicación firmada en el Vaticano por el Secretario de Estado, Cardenal Merry del Val, el 22 de junio de 1912, en la que informaba al Arzobispo Barnada que

el Santo Padre, en vista de las consideraciones anteriormente aducidas en sus cartas, se ha dignado benignamente autorizar a V. S. para conceder a dichos Padres el usufructo perpetuo de la Iglesia de San Francisco y del Convento, sin la parte ruinosa del mismo, con la obligación de un cánon anual, aunque mínimo, no redimible, en reconocimiento del dominio y con las condiciones siguientes.

Las condiciones estaban referidas a aspectos tales como la demolición de ciertos locales del antiguo Convento que se encontraban en mal estado. Los trabajos de demolición se realizarían por cuenta del Arzobispado, que además levantaría un muro alrededor de la propiedad. El terreno correspondiente a la parte demolida quedaría en usufructo de los Paúles, pero sería propiedad de la Arquidiócesis según el Documento Papal.

Poco después de la muerte del Arzobispo Barnada, acaecida en 1913, el P. Mauricio Tobar, Superior de los Padres Paúles, envió una exposición a Mons. Ernesto Filippi, por entonces Secretario de la Delegación Apostólica y Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba, en la que solicitaba

a V. S. I. se digne elevar una súplica a la Secretaría de Estado de Su Santidad pidiendo la cesión en usufructo de todo el terreno perteneciente al Convento a favor de la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl atendiendo a las siguientes consideraciones.

Y a continuación se presentaba una relación de trece puntos mediante los cuales los Padres Paúles fundamentaban una nueva petición. El mencionado terreno tenía alrededorde 20 metros de largo y otros tantos de ancho, o sea, alrededor de cuatrocientos metros cuadrados. Esta superficie tan pequeña, aledaña al Convento, podía traer muy poco beneficio al Arzobispado, mientras que para la Comunidad de la Misión sería un verdadero desahogo ya que en este espacio se realizaban actividades como las «Sabatinas», y porque precisamente en este lugar se encontraban los aljibes cuyas aguas utilizaba la Comunidad.

Su Santidad el Papa Benedicto XV contestó la exposición con un Decreto de fecha 24 de noviembre de 1914, por el que autorizaba a la Sagrada Congregación del Concilio para que otorgara al Superior de los Paúles, P. Mauricio Tobar, «las más amplias facultades para formalizar el contrato de referencia «.

Finalmente se firmó el contrato definitivo que concedía a los Padres Paúles el usufructo de la Iglesia y el Convento de San Francisco, incluyendo el terreno que solicitaban, correspondiente a la parte demolida del Convento, así como lo que quedaba del antiguo edificio, y que estaba completamente inhabitable. La Congregación de la Misión pagaría un cánon o pensión anual no redimible de 5 pesos oro y no podría «ceder, vender, arrendar, hipotecar, enajenar o gravar el derecho de usufructo, bajo pena de anulación del contrato, además de que estaría obligada a cuidar del buen estado del inmueble y de que correrían por su cuenta las reparaciones y las contribuciones correspondientes al Estado.

El contrato fue firmado el 22 de enero de 1915 por Mons. Ernesto Filippi a nombre de la Santa Sede Apostólica, por el P. Maurilio Tobar como Superior de la Congregación de la Misión, y por los testigos Manuel Sosa y José Rosell, ante el Notario Público Ángel A. Navarro y Vilar.

Para esas fechas, ya los Padres Paúles habían realizado grandes inversiones en la Iglesia y el Convento:

En la Iglesia se han hecho notables reformas, ya poniendo piso de mosaico, ya pintándola toda ella, ya arreglando todos los altares, ya adquiriendo nuevas imágenes y otras varias cosas, que todo en conjunto ascenderá a unos quince mil pesos ($15, 000) sin los gastos extraordinarios originados a la Casa por medición de terreno de la Iglesia y del Convento, escritura y Registro, que ascienden a mil doscientos pesos ($1,200).

Los vecinos de Santiago de Cuba se dieron cuenta muy pronto de que la antigua Iglesia de San Francisco iba a entrar en una gran actividad impulsada por los Padres Paúles. En mayo de 1924 llegaron al antiguo templo varias grandes cajas que contenían los elementos de un gran órgano fabricado en Alemania que tenía 5 toneladas de peso y que los Hijos de San Vicente habían adquirido a un costo de cinco mil pesos. Las primeras gestiones para la compra del órgano las realizó el P. Cirilo Moral, quien falleció antes de que pudiera ver instalado y funcionando el órgano.

En 1924, siendo superior el P. Leopoldo Rodríguez, llegó al puerto de Santiago de Cuba el vapor alemán INGRAM, que traía en 10 grandes cajas el órgano destinado a la Iglesia de San Francisco. Los papeles portuarios señalaban 5.000 kilos de peso y – cosas del azar – costaba 5.000 pesos cubanos. La inauguración tuvo lugar después de la bendición solemne del órgano por el P. Leopoldo Rodríguez, el 10 de Agosto de 1925.

Para poder sufragar estos gastos, escribe el P. José Miédes, se organizó una función teatral con el fin de recaudar los fondos necesarios. El éxito no pudo ser más completo. El gran violinista catalán Manen ofreció sus servicios y al ver a la multitud dijo:» en verdad, que los Padres Paúles reinan en Santiago.»

Los Padres comentaban que nunca habían visto tanto público congregado en la Iglesia de San Francisco, ni siquiera cuando se celebraron con toda pompa los funerales del ex presidente de la República, Sr. José Miguel Gómez.

Para posibilitar la instalación de un órgano tan pesado se sustituyó el piso del antiguo coro, que fabricaron los primeros Paúles, por otro de cemento armado, capaz de soportar los 5.000 kilogramos de peso del órgano, que descansaba sobre gruesas vigas de acero. Como no se sustituyó todo el pavimento del coro, sino solamente el área que iba albergar el órgano, se tomó gran cuidado para que los dos pisos quedaran al mismo nivel. Para facilitar el acceso, se construyó una escalera con pasos de granito.

Entre 1923 y 1924 se decoraron de nuevo el altar mayor y los trece altares restantes de la gran Iglesia, que tiene unos 26 metros de frente por casi 54 de largo. Consta de tres naves. El techo y arcos se sostienen por 14 gruesas columnas bajas. Fue diseñado así para proteger el templo de los frecuentes terremotos que afectan periódicamente a la zona de Santiago de Cuba.

Tanto el diseño de la Iglesia como las gruesas columnas no siempre han cumplido con el fin para el que fueron diseñadas. Leemos en la revista La Milagrosa el siguiente relato:

Por la prensa conocen ya nuestros lectores el espantoso terremoto que sufrió la ciudad del Santiago de Cuba en la madrugada del 3 de Febrero de 1932. Santiago de Cuba sufrió unos violentos temblores de tierra, que si bien causaron pocas víctimas, derrumbaron muchos edificios, otros muchos quedaron cuarteados e inhabitables y todos los habitantes sin poder sobreponerse a la terrible impresión que las frecuentes sacudidas les producían.

La residencia de los PP. Paúles, nueva y bien acondicionada, quedó seriamente averiada en su piso superior, las habitaciones de los sacerdotes agrietadas, los techos rotos, los tabiques partidos, etc., de modo que la dejó inhabitable, teniendo la comunidad que vivir en la huerta hasta reparar las ruinas.

También la Iglesia de San Francisco, el templo más concurrido de la ciudad, sufrió tan serios desperfectos, que han tenido que clausurarlo y hay peligro de que se venga a tierra, si no se repara pronto. No solo la torre está herida de muerte, también el interior del templo inclinó su fuerte cerviz. El alero del tejado de la parte Este, se destruyó en su totalidad. Las columnas labradas a prueba de terremoto, con un espesor muy próximo a los dos metros, se han separado de los muros y por entre ellas penetra la luz del día. Los muros del altar de la Milagrosa, San Antonio, y la entrada lateral Este, redesviaron de su posición natural y se abrieron, aunque no se desplomaron. Las arcadas de las naves laterales se dividieron en dos. La techumbre del altar mayor se deslizó sobre el presbiterio.

La Iglesia quedó tan seriamente dañada que temíamos hubiera necesidad de derribarla toda y edificarla de nuevo. Después de un detenido estudio de varios ingenieros Los arquitectos aconsejaron derribar por completo solo la Torre y edificarla de nuevo. Todas las reparaciones fueron hechas por el contratista Bernardo Pellicer, quien supo vencer todas las dificultades que ofrecía esta tarea.

A fuerza de grandes sacrificios y luchando con la crisis económica en que nos encontramos hemos conseguido al fin, ver aquel templo reconstruido y abierto de nuevo al culto. El día 30 de Octubre, fiesta de Cristo Rey, fue el señalado para la nueva inauguración del templo, acontecimiento que se encargaron de anunciar los periódicos y estaciones de radio de la ciudad.

Pero las reformas de los Paúles no se detuvieron con [a compra del órgano que daría gran solemnidad a las ceremonias religiosas. También el convento necesitaba de cuidados intensivos.

El edificio del convento de Santiago de Cuba se encontraba en un estado muy precario, sobre todo la parte del antiguo Convento que estaba muy abandonado. Las habitaciones eran de madera y los tabiques que separaban unas de otras no llegaban al techo, por lo que los residentes no tenían privacidad. Por si esto fuera poco, no había servicio sanitario en las habitaciones. En una salita que daba por el lado de la Iglesia, y que llamaban pomposamente «biblioteca», se guardaban algunos libros viejos y por una escalerita precaria se podía tener acceso a la azotea del claustro. Todo estaba tan roto, descuidado y descompuesto que casi era mejor demolerlo y volverlo a levantar:

Contaba el P. Luciano Izurriaga, que una vez que estuvo en Santiago sintió la tentación de prenderle fuego, a ocultas de todo el mundo, a ver si la arreglaban. Tan inservible estaba.

El P. Juan Alvarez trató de solucionar el asunto, pero sus planes no pudieron llevarse a cabo. Tiempo después, cuando Mons. Ambrosio Guerra estaba al frente de la Arquidiócesis, los Hermanos de La Salle estaban buscando un terreno para levantar su colegio y, después de llegar a un acuerdo con el prelado, trataron de negociar con los Paúles, pero aquella gestión tampoco fructificó.

En 1924 llegó a Cuba el P. Patricio McHale, Comisario del Superior General y lo acompañaba el P. Leopoldo Rodríguez, quien fue nombrado poco después superior de la comunidad de los Padres Paúles que radicaba en la Iglesia de San Francisco, de Santiago de Cuba. El P. Leopoldo, quien era antes miembro de la provincia de los Estados Unidos, viajó a Cuba procedente de Panamá y pronto se dio a la tarea de mejorar la casa que le había sido confiada.

Con rebatiñas de fondos de Asociaciones, como las Escuelas Sabatinas que tenían siete mil pesos de fondos y otras, mas un préstamo que creía obtener de diez mil pesos, planeó, ya en tiempos del P. Antonio López, una reforma total del edificio, cuyos planes hemos visto, pero tampoco cuajó… pues la Procuradoría Provincial no quiso hacerse cargo de ese préstamo.

La vieja Iglesia de San Francisco venía enfrentado muchos problemas. Todo el templo, incluyendo la torre, fue reparado después de un fuerte temblor de tierra que afectó Santiago de Cuba en 1922. En aquella época la Comunidad de los Paúles puso su parte, a la que se sumó la colaboración de los fieles, y el dinero alcanzó para sustituir el arcaico tejado de los claustros, que era de madera y tejas, por otro de vigas y losas de concreto. No se hizo más hasta la década de los años 50 del siglo XX, cuando

El P. Lorenzo Elosegui… construyó una nueva escalera para el segundo piso, se convirtió en habitación del Superior la antigua biblioteca… con acceso a la azotea por el fondo, desde la cual se divisa una bonita vista general de la bahía de Santiago y parte de la ciudad.

Con el transcurso de los años se fue reconstruyendo y reparando lentamente el antiguo Convento e Iglesia de San Francisco, por partes, en la medida en que iban surgiendo coyunturas favorables para hacerlo.

Durante la estancia del P. Lorenzo Elosegui en San Francisco se pensó en levantar la Escuela Apostólica en los terrenos que pertenecían a la Iglesia, pero al final se impuso la idea de fundar la Escuela en Matanzas como efectivamente así se hizo en Noviembre del año 1955.

Y las mejoras continuaron. Se restauró el tejado, las escaleras y el piso de la Iglesia, y las habitaciones del antiguo convento. En tiempos del P. Antonio Suau, con algunos ahorros de la Comunidad y el aporte de 10,000 pesos de la Procura Provincial se modernizó el piso alto, cerrando hasta el techo los cuartos individuales y estableciendo unos servicios más cómodos y más amplios con lo cual desapareció la ignominia de la que hablamos más arriba. Se refiere el P. Chaurrondo al servicio que recogía las inmundicias que descendían desde el piso de arriba. Al lado una o dos duchas pobrísimas, adosadas al «odolático» departamento sanitario.

San Francisco siempre fue una casa muy pobre, pero al final de la década de los años 50 del siglo XX, la ciudad de Santiago de Cuba creció y se hizo más próspera, lo que poco a poco se fue reflejando en la ayuda de los fieles y en el aumento de sus colaboraciones con la Iglesia, además de que los Arzobispos Zubizarreta primero y Pérez Serantes después «daban muy buenas gratificaciones a cada misión»33, cada vez que los Paúles daban una en el territorio oriental. El P. Chaurrondo comentó años después en su visita a Santiago de Cuba en el año 1950:

me dio la impresión de ser una morada decente y acomodada a la comunidad… que incluso tenía agua corriente en las habitaciones.

Por imposición de los párrocos y debido a consideraciones económicas, y aprobado por el Arzobispo, los Padres Paúles no podían bajo ningún concepto celebrar matrimonios ni bautizar en la Iglesia de San Francisco. Estas prohibiciones están en vigor en estos tiempos presentes en los que escribimos estas notas, y los matrimonios no pueden efectuarse

ni siquiera abonando los derechos a la parroquia. Varias veces removióse este asunto, pero siempre resolvían negativamente. Hasta trataron en diversas ocasiones de prohibir los funerales primeros después de la muerte, pero (esto) no lo llevaron a efecto.

Los Paúles atendieron con gran esmero y dedicación la Iglesia y el convento, en la medida de sus posibilidades. Lograron conservar el retablo del altar mayor de San Francisco «el mejor retablo de todo el Oriente» e incorporar dos nuevos, el del Sagrado Corazón de Jesús y el de la Milagrosa, la iluminación del templo fue mejorada y los diversos Superiores, a través de los años, han podido mantener en buen funcionamiento el hermoso órgano importado de Alemania37 y mantener, en su estado original, la sacristía de la Iglesia para que se conservara tal como estaba en tiempos de los franciscanos. Más no se les podía pedir, habiendo quedado la Iglesia de San Francisco, por imposición de los párrocos, simplemente como «iglesia de culto», situación que se ha mantenido y se mantiene hasta el momento presente.

Sin embargo, la actividad de los Hijos de San Vicente no se limitaba a las reformas materiales. Cotidianamente los Paúles de Santiago de Cuba atendían a los feligreses de la Iglesia de San Francisco y los servicios del culto en cuatro capellanías de las Hermanas de la Caridad, lo que significa que

en total, unas 2.326 personas recibían de los Padres Paúles de San Francisco los servicios dominicales con sus correspondientes homilías y audiencia de confesiones, que subían a varios centenares semanales. Como dato de las comuniones ofrece la cantidad de 12.620 anuales, lo que da más de mil cada mes sólo en la Iglesia, pues (no se consignan) las comuniones en las capillas servidas.

En 1891 implantaron el Apostolado de la Virgen Milagrosa, con 1,213 socios inscritos. Dieron un nuevo impulso a la Asociación de las Hijas de María que había sido fundada en 1862, y desde el 2 de enero de 1889, fomentaron la Asociación del Rosario. Estas asociaciones quedaron desorganizadas al concluir la II Guerra de Independencia, en gran parte porque los Padres tuvieron que permanecer un tiempo fuera de Cuba, pero el 8 de abril de 1920, presidida por el P. Cirilo Moral, se restauró en San Francisco la Archicofradía del Santo Rosario.

A continuación se implantó la Asociación de la. Virgen Milagrosa, creada el 12 de enero de 1917 bajo la dirección del P. Maurilio Tobar, así como la Asociación Infantil «Niños de Praga y de la Santa Infancia,» que se fundó el 12 de enero del año anterior, dirigida por el P. Ciríaco Berasátegui.

Desde que los Padres Paúles se hicieron cargo de la Iglesia de San Francisco, de acuerdo con su peculiar estilo de trabajo, agregaron otros aspectos a las actividades propias del culto diario. En un manuscrito que legó a la posteridad, el P. Ramón Güell nos informó de que

La Comunidad de Santiago de Cuba se ocupa en dar Ejercicios Espirituales al clero, misiones en los pueblos, acompañar a los prelados en las Visitas Pastorales y tener el cuidado espiritual de las Religiosas de la Enseñanza, Hermanitas de los Pobres, de las Siervas de María, de las Hijas de la Caridad y sus colegios.

Los Misioneros se prestan a auxiliar a los enfermos y están dispuestos a continuar trabajando en la Viña del Señor. El Excmo. e Illmo. Sr. Arzobispo de esta ciudad es testigo fiel de lo que ha hecho la Congregación de los Misioneros de San Vicente de Paúl y ha visto nuestros sacrificios personales pagando el tributo a la muerte con cuatro miembros de la Congregación, el P. Manuel Campos, el P. Guinea, el P. Abete Manuel y el P. Crisanto. La Congregación se sostiene en esta casa a pesar de lo malsano de la ciudad en la que tan fácilmente se contrae la enfermedad de la fiebre amarilla.

Desde el primer momento, los Padres de la Congregación de la Misión emprendieron el trabajo misionero. Sus actividades aparecen registradas en el Boletín Eclesiástico de la Misión a partir del 1 de julio de 1887, cuando los Padres Manuel Campos y Antolín Martínez partieron acompañando al Arzobispo Mons. José Martín de Herrera en su Visita Pastoral a Santa María de Puerto Príncipe (Camagüey) durante dos meses. Cuando terminó la Semana Santa de 1888, los Padres Jenaro Alonso y Tomás Abella llevaron a cabo con éxito una Misión que abarcó las ciudades de San Salvador de Bayamo y Manzanillo, y dieron Ejercicios Espirituales en el pueblo de Jiguaní. Al comenzar 1881, los Padres Antonio Pérez y Rufino Osaba realizaron misiones en los pueblos de San Luís y Dos Caminos.

La Guerra de 1895 — 1898 paralizó la actividad evangelizadora de los misioneros, pero una vez terminada la contienda,

los Paúles han acompañado al Sr. Arzobispo Francisco Barnada por toda la provincia de Oriente y (por) Camagüey en las Visitas Pastorales, tratándoles siempre con una delicadeza exquisita, siendo su cuidado para ellos paternal y su desprendimiento y generosidad proverbiales.

Cuando Mons. Félix Ambrosio Guerra sucedió a Francisco Barrada al frente de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba, los Hijos de San Vicente lo acompañaron igualmente en todas las Visitas Pastorales, llevando las Misiones a los principales pueblos de la región oriental de Cuba. Esta hermosa labor misionera la detallaremos más adelante, en el capítulo X de esta Historia.

Para la posteridad dejamos consignados los nombres de los superiores de la Comunidad de San Francisco que tantas y tan buenas hazañas materiales y espirituales nos han legado

  • Ramón Güell 1884-1887
  • Jenaro Alonso 1887-1889
  • Ramón Güell 1889-1897
  • Antolín Martínez 1897-1898
  • Saturnino Pérez 1899-1908
  • Maurilio Tobar 1908-1818
  • Cirilo Moral 1918-1923
  • Leopoldo Rodríguez 1924- 1932
  • Antonio Suau 1932-1936
  • Leopoldo Rodríguez 1936-1940
  • Julián Lizarribar 1946-1947
  • Maestro Juan Carlos 1947-1950
  • Evaristo Alonso 1950-1951
  • Inocencio Murillo 1951-1955
  • Lorenzo Elósegui 1955-1956
  • Lorenzo Jaureguízar 1956-1961
  • Jesús Cuevas 1962-1968
  • Lázaro Ibáñez 1968-1976
  • Maximino Bea 1977-1978
  • Raúl Núñez 1978-1996
  • José Angel Medina 1997-1998
  • Heriberto Vergara 1998-1999
  • Alvaro Mauricio F. 1999-2001
  • José María Mondejar 2001-2002
  • Valentín Sanz. 2002-

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