1. Muerte del P. Gerónimo Viladás. 23 de Agosto de 1883
El querido y admirado P. Jerónimo Viladás Lamich fue el primer Rector de la Congregación de la Misión que tuvo el Seminario San Carlos y San Ambrosio y el primer Superior de la Comunidad de Padres Paúles en la Iglesia de la Merced. Al mismo tiempo fue el Director de las Hijas de la Caridad. Es imposible hacer justicia en tan pocas páginas a la ingente figura del P. Viladás. Bien merece una biografía más extensa, en la que se pueda resaltar la altura y la grandeza de su persona. Ojalá tuviéramos el espacio suficiente para poder narrar y hacer justicia a su gran personalidad y su magnífica obra.
De todo lo que se ha escrito sobre el P. Viladás lo más completo es la pequeña biografía de Fernando Casanova y Gil escrita en el año 1883. Dice el P. Chaurrondo que quizás una mala entendida modestia del P. Mejía, C.M., le sugirió ocultar su nombre en este trabajo biográfico sobre el P. Viladás o bien su humildad creyó que el hecho de aparecer el libro escrito por un extraño daba mayor garantía de imparcialidad a los hechos consignados sobre el P. Viladás. De ahí que apareció con el nombre de Fernando de Casa Nova y Gil como autor del trabajo. Tanto el P. Pedro Vargas, como el P. Paradela, basan sus escritos sobre el P. Viladás en esa biografía. En el Archivo de la Merced se guarda como un tesoro la autobiografía del P. Viladás, escrita de su puño y letra.
Uno no se explica cómo en tan pocos años pudo hacer tantas cosas. Extraordinaria labor la del P. Viladás. Dada su altura moral, su capacidad y su disponibilidad, no dudaron los Superiores en nombrarle superior de dos casas, la de la Merced y la del Seminario de la Habana, cosa inaudita en la Congregación. Además de terminar la Iglesia desde la nave central hasta el altar mayor, las dos capillas laterales y la gran cúpula, construyó también el segundo piso del convento que corre a lo largo de la calle Cuba, con cinco habitaciones, el salón biblioteca y la escalera que da acceso a esta planta. No contento con eso también construyó el Colegio de la Inmaculada, donde se le recuerda con un hermoso busto de bronce, situado en el patio de la casa provincial de las Hermanas.
Fue el gran predicador de las Misiones Populares, iniciándolas prácticamente desde su llegada a Cuba. Dio múltiples tandas de ejercicios a los sacerdotes y a los ordenandos, misiones a los presos de las cárceles, y por si le sobrara tiempo, también le nombraron director de las Hijas de la Caridad, y fue precisamente este cargo el que le causó tanto dolor. Estando en Cuba las Hijas de la Caridad «de velo» o españolas, un grupo de señoras ricas obtuvo algunas Hermanas «de corneta», o francesas, para el Colegio de Santa Isabel. El P. Etienne se lo concedió, mandando al P. Roch como su director, independiente del P. Viladás. Ello trajo la perturbación a la Comunidad, pasándose a mano airada algunas españolas a las francesas, a pretexto de que las españolas no pertenecían a la obediencia del sucesor de San Vicente. El problema lo resolvió quien no tenía derecho a ello, dando el Capitán General de Cuba una orden, que comunicó al Obispo, para que este se lo pasara al P. Viladás, expulsando de Cuba a toda Hija de la Caridad que no hubiera venido de España e imponiendo el hábito del velo!
Debido a la mucha actividad que el P. Viladás llevaba, su salud comenzó a deteriorarse. Sin embargo nada parecía predecir lo que se acercaba. El P. Ramón Güell escribía al Superior General el 24 de Febrero de 1883:
Escribí a V. el estado del Sr. Superior de esa casa. Ahora tengo el gusto de poderle comunicar que el Sr. Viladás está mucho mejor a Dios gracias. Nos parece verle como que hubiese resucitado, tal es la diferencia que hallamos. Ya habla casi sin impedimento, aunque le ha quedado alguna reliquia de la enfermedad. . El médico me ha dicho que un viaje le sería útil y provechoso y que debe abstenerse de negocios que ocupen su cerebro. Según todos los médicos el Sr. Viladás tuvo derrame de sangre en el cerebro, esto lo ignora el que lo padeció.
El 20 de abril del mismo año volvía a escribir:
El P. Viladás se halla bastante regular, y me dice escriba a V que como la travesía hasta Europa es tan larga, ha determinado ha determinado ir a pasar una temporada a México porque la travesía es de 3 días. Si no muda de determinación irá saldrá de esta el día 1 de Mayo.
Los primeros síntomas de la enfermedad aparecieron cuando estaba dando los Ejercicios Espirituales en Santiago de Cuba a las Hijas de la Caridad. Pudo rebasar el primer ataque, regresó a La Habana y a la Iglesia de la Merced, pero al cabo de tres meses se repitió la enfermedad y los médicos prescribieron que abandonara todo tipo de trabajo intelectual y lo convencieron de que se trasladara a Méjico para descansar.
El Padre Viladás permaneció en Méjico de mayo a agosto, pero pronto quiso regresar a La Habana «para honrar a la Señora», según sus propias palabras. La Señora era la Virgen de la Merced y Viladás quería volver a Cuba para estar presente en su fiesta que se celebra todos los años el día 24 de Septiembre. Se embarcó rumbo a la Isla el 19 de agosto, muy molesto por una inflamación dolorosa que le había salido en la nuca. Llegó a La Habana el 21 del mismo mes, cuando la inflamación progresaba rápidamente.
El P. Ramón Güell volvía a escribía el 25 de Agosto de 1883:
El P. Viladás se hallaba muy bien de modo que el 15 del corriente predicó en Córdova de Méjico y lo hizo tan bien que el Hermano que le acompañaba quedó admirado. El 17 me envió telegrama de que al día siguiente se embarcaba para la Habana. Al llegar a Vera Cruz le salió un grano que fue creciendo en el viaje y no le dejó descansar en todo él. Llego a la Habana el 21 a eso de las 11 del día. Cual fue nuestra sorpresa al verle como estaba. Se llamó al médico y este se alarmó y creyó que todo tendría un mal resultado. Sin embargo tenía alguna esperanza y nosotros más. Pero otro médico muy sabio y antiguo amigo del P. le visitó el 22 por la mañana y me dijo que el P. está mal, mal, mal. La congestión cerebral ha empezado, sabiendo que podría perder el conocimiento fui al lado del P. hice señas al Hermano que se retirase, a fin de indicar al P. si quería confesarse.
Fernando Casanova describía así los últimos momentos.
El día 22 de Agosto lo visitaron los médicos. Había empeorado declarándose, según dictamen facultativo la congestión cerebral por lo que se conceptuó oportuno aprovechar el tiempo en administrarle los últimos sacramentos, toda vez que era fácil perdiese el conocimiento de un momento a otros.
Presentóse al efecto un padre en el cuarto de su Superior, meditando la mejor manera de indicarle su misión. Cuando se acercó a él su confesor ordinario para impartirle el sacramento de los enfermos, Viladás se le adelantó diciendo: » ¿No sería bueno, Padre, que me confesara? «; «Sí, señor, más vale estar prevenido» respondió el sacerdote, y de inmediato Viladás se confesó.
A las 8 de la noche de ese mismo día recibió el Sacramento de los Enfermos y la Santa Comunión. Tenía la cabeza inflamada y ardiente. Pasó la noche en la agonía y el Señor a las 4 de la mañana del 23 de agosto de 1883. Tenía 62 años de edad y 32 de vida sacerdotal.
Los restos fueron embalsamados y el P. Jerónimo Viladás Lamich fue enterrado en el Cementerio de Colón, después de que el cadáver permaneciera expuesto al público durante 26 horas:
La sociedad entera de La Habana acudió a los claustros del Convento de la Merced: nobles damas, altos funcionarios, legos, sacerdotes, ricos, pobres, blancos y de color. Todos entraban y salían sin cesar, todos se postraban a orar, y todos demostraban en sus descompuestos semblantes la sincera aflicción con que mezclaban las plegarias a sus lágrimas, al considerar que en aquel momento daban la postrer despedida al que por sus virtudes y nobles prendas había logrado conquistar el respeto universal.
Dos días después, el 25 de agosto de 1883, los vecinos de La Habana enviaron una sentida carta al Ministro de Ultramar para pedirle el permiso necesario para trasladar los restos del P. Viladás, que habían sido sepultados en el Cementerio de Colón a la Iglesia de la Merced.
Seguros finalmente del voto unánime y favorable de nuestras dignísimas autoridades superiores, tanto eclesiásticas como civiles, esperamos confiadamente en que V. E. se dignará otorgar la gracia de que los restos del R. P. Viladás, sean trasladados del Cementerio de Colón de esta ciudad donde yacen, al templo, atrio o claustros del de Nuestras Señora de la Merced de La Habana.
Dios guarde a V. E. muchos años. Habana, 25 de Agosto de 1883
Pero no hubo más remedio que esperar treinta años hasta el 2 de junio de 1913, para conseguir el permiso de las autoridades civiles. Sus restos mortales fueron trasladados solemnemente para que descansaran en la Capilla de Lourdes, al lado del Evangelio, en la Iglesia de la Merced Débese dicha traslación al eminente abogado y gran amigo de los Paúles, Dr. Francisco Penichet, quien conociendo los últimos deseos del P. Viladás no escatimó gastos ni sacrificios hasta conseguir el permiso de los poderes públicos. El traslado se llevó a efecto con gran solemnidad el 2 de junio de 1913. Los restos descansan ya definitivamente en la Capilla de Lourdes, al lado del Evangelio (izquierda del altar) en la Iglesia de la Merced. El busto del P. Viladás, de bronce, descansa sobre sus restos mortales.