- EL SERMÓN DE BOSSUET: SÍNTESIS DE LA ECLESIOLOGÍA VICENCIANA
San Vicente ha descubierto que el verdadero hombre es el pobre y, por tanto, el verdadero pueblo, el pueblo de Dios, la Iglesia, es el mundo de los pobres. La jerarquía no tiene más que una función de servicio. San Vicente vive de esta intuición, pero será Bossuet, su discípulo, quien dé forma a esta intuición.
Desde 1652, a sus 24 años, Bossuet entra en relación con el señor Vicente y bajo su dirección se prepara para recibir las órdenes. Forma parte del grupo de sacerdotes de la «Conferencia de los martes», que se reunía en torno a san Vicente para reflexionar sobre su vida espiritual y su acción pastoral. Siguiendo el consejo de san Vicente, en vez de quedarse en París y buscar su ascenso, va modestamente a Metz.
En torno a la fiesta de Todos los Santos de 1659, Bossuet redacta el admirable sermón sobre «La eminente dignidad de los pobres». Tiene treinta y dos años. Compone este sermón a petición de san Vicente, que se encuentra en el otoño de su vida. Parece la obra del hijo que redacta y expone con claridad el pensamiento, el testamento del padre, pensamiento ampliamente escuchado, asimilado, madurado y vivido.
«Jesucristo ha venido al mundo a restablecer el orden que el orgullo había quebrantado. En el mundo, los ricos ostentan los primeros rangos; en el Reino de Jesucristo, la preeminencia corresponde a los pobres, que son los primeros y verdaderos hijos de la Iglesia. En el mundo, los pobres están sometidos a los ricos y los sirven; en la santa Iglesia, los ricos sólo son admitidos a condición de servir a los pobres. En el mundo, todos los privilegios son para los poderosos y para aquellos que les apoyan; en la Iglesia de Jesucristo, las gracias y las bendiciones son para los pobres, y los ricos no tienen privilegio alguno a no ser por medio de los pobres. El Salvador quiso fundar la ciudad de los pobres; esta ciudad es la Iglesia. Y si me preguntáis por qué llamo a la Iglesia la ciudad de los pobres, os diré que la Iglesia, en su primer proyecto, no fue fundada más que para los pobres y que ellos son los verdaderos ciudadanos de esta dichosa ciudad que la Escritura llama ciudad de Dios. Los ricos, no tengo miedo en decirlo, son soportados en esta ciudad por tolerancia y corresponde a los pobres, que llevan la marca del Hijo de Dios, admitirlos. Para ellos fue enviado el Salvador, a ellos es a quienes dirige su palabra. Así pues, es a los pobres a quienes pertenece el cielo, que es el Reino de Dios en la eternidad; y es a ellos también a quienes pertenece la Iglesia, que es el Reino de Dios en el tiempo.
Venid, ricos, a la Iglesia; la puerta está abierta, pero a condición de que sirváis a los pobres. Es por el amor a sus hijos como permite Dios la entrada a los extranjeros. Mirad el milagro de la pobreza. Los ricos, que son los extranjeros, quedan naturalizados por el servicio a los pobres.
Ricos de este mundo, aferraos cuanto queráis a vuestros títulos soberbios; podéis llevarlos en el mundo; en la Iglesia de Jesucristo sois solamente los servidores de los pobres.
Ricos, suplicad a Dios su misericordia. Buscadla en las manos de los pobres. ¿Queréis entrar en el Reino? Las puertas, dice Jesucristo, están abiertas si es que os introducen los pobres. I gracia, la misericordia, la remisión de los pecados, el Reino mismo está en sus manos; y los ricos no pueden entrar en él si los pobres no les reciben».
Los estudiosos vicencianos no dudan en afirmar que este sermón de Bossuet es la síntesis más lograda de la experiencia de Iglesia que animó la vida y misión de Vicente de Paúl.







