¿Juzga usted, señorita, que soy demasiado áspero? ¿No ha murmurado su corazón contra el mío porque, habiendo estado tan cerca, ni la haya ido a ver ni le haya dado noticias? Pues bien. Ya verá algún día la razón de todo esto delante de Dios.
Me he retirado acá desde ayer para trabajar en una cosa que tenía que escribir; y quizás tenga que seguir aquí mañana, pero no será sin pasar por la ciudad ni sin verla quizás en la misa.
Le deseo entre tanto buenas noches. Casi no he hablado todavía con su hijo. La campana me quita la pluma de la mano.
Buenas noches, señorita. Soy, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor,
Dirección: A la señorita Le Gras
V. D.







