Alabo a Dios, señorita, de que no esté enferma, como me ha hecho sospechar esta mañana la señorita du Coudray. Pero ¿es verdad lo que me dice usted de que eso no es así? ¡Animo! Ruego a Nuestro Señor que todo vaya bien.
Dejaremos para el día de la Virgen la confesión de la señorita du Coudray, ya que me parece que lo desea usted así tácitamente para ir con ella; también yo tengo quehacer aquí mañana. Les deseo buenas tardes a ella y a usted, y a su hijo la gracia de hacer bien lo que usted me indica.
No le he contestado antes, porque no he hecho más que llegar ahora de la ciudad.
Buenas tardes, señorita; ofrezca a Dios, se lo pido, las necesidades interiores de aquél que es, (en) el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor
Dirección: A la señorita Le Gras.







