Señorita:
Lo que me indica del señor mariscal de Marillac me parece digno de gran compasión y me llena de aflicción. Honremos en ello la voluntad de Dios y la felicidad de aquellos que honran el suplicio del Hijo de Dios por medio del suyo. No nos importa la manera como van a Dios nuestros parientes, con tal que vayan. Pues bien, el buen uso de esta clase de muerte es uno de los más seguros para la vida eterna. Así, pues, no nos lamentemos y descansemos en la adorable voluntad de Dios.







