Haga lo que le diga el señor Bouvard, con la confianza de que Dios bendecirá sus remedios, como yo espero, señorita. No digo que los tome todos; creo que no será necesario. Pero, ánimo, hay que hacerlo. En cuanto a lo otro, ya se hará a su tiempo. Sobre todo, manténgase alegre. Veré al señor Bouvard y le hablaré de usted y de la opiata.
De lo que ayer hablamos, no se preocupe. Aquel que dispone de todos los tiempos dispondrá de este asunto en el tiempo que ha creído oportuno desde toda la eternidad.
Así pues, hágase curar, y cuanto antes, por favor; y yo seré, en el amor de Nuestro Señor y de su santa Madre, su muy humilde y obediente servidor,
V. D.







