Señorita:
Bendito sea Dios porque su bondad la confirma cada día más en su amor y en el cumplimiento de su santa voluntad. Será realmente muy oportuno que haga alguna peregrinación según lo que me dice; pero, por amor de Dios, señorita, no se ponga enferma en el camino. Hay que aceptar la enfermedad como a un estado muy divino. Es cierto que Nuestro Señor la ayuda de una manera especial. Pero me parece que usted es verdugo de sí misma por el poco cuidado que de ella tiene. Esté alegre, se lo suplico. (Oh, qué razones tan grandes tienen para ello las personas de buena voluntad!







