Señor:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Pasé ayer por casa del señor procurador general y encontré cuatro o cinco carrozas delante de su puerta; y como era muy tarde y hubiera tenido que esperar largo tiempo, pensé que valdría más dejar la partida hasta hoy por la tarde. Así pues, lo veré pronto, según las órdenes del señor prior, al cual no tendré el honor de ir a buscar esta mañana, bien sea porque me parece que él quiere que tengamos la palabra del citado señor procurador general antes de concluir, como para que usted, señor, nos llaga la caridad de decirle las dificultades que hay en las proposiciones que ayer me hizo el honor de presentarme.
Así pues, el señor prior me hizo el honor de decirme ayer tarde que había tratado con sus señores religiosos sobre nuestra manera de actuar en el coro, el alojamiento, mueblaje, y la pensión que habrían de pagar los que quisiesen vivir entre nosotros. Pues bien, le diré sobre esta última dificultad, que es que cada uno de los religiosos pague sólo doscientas libras de pensión, que accedo a esto de buen grado, aunque calculando los gastos por lo que las cosas nos han costado hasta el presente, nos costará más, y que incluso las pensiones de los escolares son ahora de noventa escudos.
En cuanto al alojamiento, temo que con el tiempo surja alguna dificultad si estamos juntos en el dormitorio, va que observamos el silencio desde por la tarde antes de la oración hasta el día siguiente después de comer, cuando tenemos una hora de recreación, la cual acabada, volvemos a entrar en el silencio, durante el cual no hablamos más que de cosas necesarias, y en voz baja. Pues bien, si se quita esto de una comunidad, se introducirá una confusión y un desorden inexplicable, que ha hecho decir a un santo personaje que puede asegurarse, viendo a una comunidad guardar exactamente el silencio, que observará también el resto de la regularidad; y por el contrario, al ver a otra donde no se guarda el silencio, que es imposible que se observe el resto de la regularidad. Pues bien, hay motivos para temer, señor, que estos señores no querrán obligarse a ello y que, al no hacerlo, arruinaríamos una práctica tan necesaria y que hemos procurado observar hasta el presente lo menos mal que nos ha sido posible, por eso me parece que sería conveniente volver a las propuestas que nos hicieron los religiosos en presencia del señor prior, que es que ellos tomarán algunos aposentos particulares que se habilitarán para su uso, con chimeneas; y por lo que se refiere a los muebles, podrán tomar los suyos de sus habitaciones; sobre la ropa de cama y la vajilla, nosotros se las daremos, o cincuenta libras a cada uno para comprarla; lo cual está tan lejos de parecerme simonía que, por el contrario, me parece que es más que razonable obrar así, ya que esos señores nos dejarán sus muebles comunes. De esta forma ellos nos dejarán el dormitorio, en donde podremos sin ninguna dificultad observar nuestro silencio.
En lo referente al coro, el señor prior ha propuesto que ocupemos los asientos del mismo y que llevemos en él el dominó desde Todos los Santos hasta pascua y también la muceta. Pues bien, le diré, señor, que aunque no pongo ninguna dificultad, si a esos señores les agrada venir al coro, en que la Compañía les deje las primeras filas, creo sin embargo que no es conveniente que nos carguemos con la muceta y el dominó; y para evitar la confusión y la sospecha que la gente tendría de que empezamos a convertirnos en canónigos y que, por consiguiente, renunciamos tácitamente a nuestro designio de trabajar incesantemente por el pobre pueblo de los campos, he dicho que es conveniente que no se nos cargue ni con la muceta ni con el dominó, y que se nos deje rezar el oficio como lo exige nuestra conciencia, como se concluyó en el acuerdo. Pues bien, la forma con que yo propuse hacerlo y como el señor prior creyó oportuno en otras ocasiones, es decir el oficio media voce, sin canto, excepto en la misa mayor y en las vísperas de los domingos y días de fiesta.
He aquí, señor, las dificultades que encuentro en las proposiciones que el señor prior me hizo ayer tarde el honor de presentarme, y las que yo suplico a usted muy humildemente que le proponga esta mañana y me indique su parecer. Tengo una perfectísima confianza en que, como esto interesa principalmente a la gloria de Dios y a la salvación del pueblo en estos asuntos, y viendo los inconvenientes que podrían surgir si las cosas pasasen como él ha propuesto, aceptará con agrado la muy humilde representación que le hago, y que me gustaría mejor que permaneciésemos siempre en nuestra pobreza que desviar los designios de Dios sobre nosotros. Me siento avergonzado por importunar tanto a usted; su caridad me lo perdonará, como espero.
Entre tanto, soy en el amor de Nuestro Señor y de su santa Madre, su muy humilde y obediente servidor,
Sábado por la mañana.
VICENTE DEPAUL







