Señorita:
Recibí ayer la suya del 23 de este mes, por la que veo lo que me indica de ese eclesiástico.
Si monseñor de Châlons no le ha enviado a buscar y se encuentra cerca, me parece que haría bien en ir a verlo y decirle, con toda sencillez y buena fe, por qué el reverendo padre de Gondi le ha rogado que se tomase la molestia de ir a Champagne, tal como ha hecho. Y ofrézcase a suprimir del modo de actuar lo que a él le plazca, y a dejarlo todo, si así lo desea; en ello está el espíritu de Dios. Y yo no encuentro bendición más que en esto. Monseñor de Châlons es un santo personaje y ha de mirarlo como intérprete de la voluntad de Dios, en lo que ahora está sucediendo. Y si cree conveniente que cambie algo en la manera de obrar, aténgase a ello, por favor; si cree oportuno que regrese, hágalo tranquila y alegremente, ya que hará la voluntad de Dios. Y si está lejos y le deja actuar, siga, por favor, enseñando a las niñas. Y si se encuentran mujeres ahí para eso mismo, muy bien, pero por ahora no les diga que lo hagan, por favor; lo único que podrá hacer es avisar a las hermanas de la Caridad para que se vean todas juntas. Honre de esta manera la humildad con que actuó el Hijo de Dios.
Como nuestra Compañía está por ahora en Bergeres, creo que no es conveniente que vaya allá. Quédese, pues, en Mesnil, por favor, hasta que llegue allá la misión; entonces podrá ir a Bergeres y a los demás sitios, y haga el favor de decirme el resultado de lo que ha hecho con monseñor de Châlons.
Su hijo volvió ayer al colegio con perfecta salud. Estudiaba aquí seis horas cada día él solo. El padre director lo quiere mucho y desea darle una habitación para él solo, que es un favor no pequeño. Se ha encariñado tanto con nosotros que, cuando le dije adiós ayer, su corazón se contristó mucho. Esto hace ver que es de buen natural y que usted tendrá por esto motivos de consuelo. Hay que pedir a Dios que siga concediéndole su gracia. Soy, en el amor de Nuestro Señor, su muy humilde servidor.







