Señorita:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Mucho me honra, señorita, al hacerme sabedor del estado en que se encuentra. Se lo agradezco y le ruego que se cuide y se haga tratar con esmero para recobrar sus fuerzas y utilizarlas luego en el servicio de Dios: así lo quiere Nuestro Señor, señorita, y así se lo ruego. ¡Dios mío, cuán admirables y adorables son los caminos por donde El la conduce, señorita! Ciertamente, no ahorra nada para la santificación de un alma. Entrega el cuerpo y el espíritu a la debilidad para robustecerla en el menosprecio de las cosas de la tierra y en el amor a su Majestad; hiere y cura; crucifica en su cruz para glorificar en su gloria; en una palabra, da la muerte para hacer vivir en la eternidad. Apreciemos esas apariencias de mal para obtener los verdaderos bienes que producen, señorita, y así seremos felices en este mundo y en el otro.
Por lo demás, le agradezco a la madre el honor que me hace al acordarse de mí, y le prometo darle explicación de sus quejas. ¡Dios mío, qué esperanza tengo de un buen cuartito de hora para oírle contar la conducta de sus hijas con ella y cómo se ha portado la comunidad!, Pero deseo que no sea tan pronto, porque las enfermedades crecen o, por lo menos, no disminuyen. Hoy me han dicho que sacaron ayer tres cuerpos de una casa junto a la de la señorita Le Gras y que ha muerto un padre del Oratorio en Saint-Jacques y otro en Notre-Dame-des-Vertus.
La deseo buenas tardes y soy su servidor.
VICENTE DEPAUL







