Septiembre 1631
Usted es admirable en su humildad, de la que yo recibo un consuelo muy grande y muy especial, pero sobre todo por la satisfacción que dice usted haber recibido en la visita que ha hecho a nuestra casa del arrabal. La hermana superiora me escribe también que ella y todas sus hijas han recibido con ella un grandísimo contento. Dios sea bendito, alabado y glorificado por todo y quiera dar a mi queridísimo padre una gran corona por las fatigas y caridad que tiene para con nuestras buenas hermanas. ¡Ay, mi queridísimo padre, qué bueno es usted siempre con nosotras! Lo conozco por esa porcioncita de lágrimas que ha derramado, al ver nuestras últimas respuestas.







