Señorita:
Le deseo buenas tardes y que no llore por la felicidad de Miguel, ni se apene por lo que le pueda suceder a nuestra hermana…
Dios, hija mía, tiene grandes tesoros ocultos en su santa Providencia; ¡y cómo honran maravillosamente a Nuestro Señor los que la siguen y no se adelantan a ella! Sí, me dirá; pero es por Dios por quien yo me preocupo No es por Dios por quien se preocupa, si se apena en su servicio.







