Señorita:
La gracia de Nuestro Señor sea siempre con nosotros.
Le doy mil millones de acciones de gracias por el precioso regalo que me ha enviado, señorita, y le pido a Dios que sea él su única recompensa y me haga a mí digno de merecerla por los servicios que estoy obligado a devolverle.
Llegué ayer por la tarde de nuestra misión con buena salud, y deseo mucho que también la suya siga igual. Apenas logre desembarazarme de unos pequeños asuntos que me entretienen, iré a agradecerle tantas y tantas muestras de su benevolencia. Le suplico, señorita, que me la siga concediendo y que crea que mi corazón recibe un consuelo que no puedo expresar, en la confianza de que es uno con el suyo y con el de Nuestro Señor, y que son un mismo amor con el del mismo Señor y el de su santa Madre.







