Significado del Estado de Caridad en San Vicente de Paúl (IV)

Mitxel OlabuénagaFormación VicencianaLeave a Comment

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  1. UNA FORMA DE SER QUE UNIFICA

El estado de Caridad apunta al modo de ser de Jesucristo que, como verdadero Dios, es Caridad. Así lo recuerdan las Hijas de la Caridad al finalizar uno de sus ejercicios comunitarios, el de la lec­tura espiritual y rezar esas palabras de la Sagrada Escritura dichas por Vicente de Paúl a las primeras Hermanas en distintos ocasiones: Dios es Caridad y quien permanece en caridad en Dios permanece y Dios en él.

Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, también es «amor permanente al prójimo». Por eso, les dice a nuestras primeras Hermanas: «Para ser verdaderas Hijas de la Caridad, hay que hacer lo que hizo el Hijo de Dios en la tierra. ¿Y qué es lo que hizo principalmente?… trabajó continuamente por el prójimo, visitando y curando a los enfermos, instruyendo a los ignorantes para su salvación. “Qué felices sois, hijas mías, por haber sido llamadas a una condición tan agradable a Dios» ¡La caridad hará excelente vues­tro servicio!’ Pero, ¿sabéis lo que es hacerlo con caridad? Es hacer­lo en Dios, porque Dios es caridad, es hacerlo puramente por Dios; es hacerlo en gracia de Dios.

Vivir en Dios, para Vicente de Paúl, se traduce en vivir en el ejercicio de la caridad para con el prójimo pobre, poniéndose a su servicio: es unirse al prójimo por caridad para así, unirse a Dios por Jesucristo. Por eso, las Hijas de la Caridad somos totalmente de Dios sirviendo a su Hijo Jesucristo en la persona de los pobres. De ahí que caridad, Dios, pobres formen una unidad en la vida y misión de la Compañía. Así fue en la experiencia de fe de Vicente de Paúl, quien descubrió a Jesucristo como Manantial y Modelo de toda Caridad y quien supo entrar en este espíritu de Cristo y reali­zar sus obras de salvación y alivio de los afligidos.

Podemos preguntarnos: En san Vicente, ¿el estado de Caridad es incompatible con el de Perfección? Está claro que, en su tiempo lo era pues «impediría las acciones de vuestro estado», les dice a las Hermanas. Pero. en la significación que él le da, ¿es, evangéli­camente, desacorde con el estado de perfección? Yo creo que no. Y, de ningún modo, afirmar esto es equiparar las formas diversas de seguimiento de Cristo. Lo que yo me atrevo a afirmar es que el esta­do de Caridad en san Vicente, más que oponerse al estado de per­fección, lo supera adelantándose en varios siglos a la evolución y reflexión en la que se encuentra actualmente la vida Consagrada y, en ella, la vida religiosa apostólica.

Vivir en estado de Caridad, estar continuamente amando afec­tiva y efectivamente, no es vivir en la dinámica del estrés sino en la entrega total de sí, en un servicio integral a los pobres e integra­dor de nuestra vida. Es aspirar a encontrar a Dios en todas partes haciendo de la existencia entera ene búsqueda y encuentro con Él.

El estado de Caridad, presidido por el ejercicio de esta virtud, afecta al ser y no solo a la actividad. Y, porque la caridad es cues­tión de ‘ser’, de estado de vida, y no sólo de actividad, se manifes­tará en todos los ámbitos que configuran la vida y abarcará toda la existencia. En el estado de Caridad, como modo de ser, la caridad nunca será un medio para ser. sino ‘una manera de ser’, ‘que actúa en coherencia’.

Vicente de Paúl experimentó que en el servicio a Cristo en los pobres nos descentramos y nos trascendemos pues, aunque un cla­mor continuo de sufrimiento e injusticia lo siga poniendo en entredicho, los pobres nos abren a la gran verdad de lo Real: ¡somos hijos y hermanos! A las Hijas de la Caridad nos enseñó también que, ade­más de ser hijas y hermanas. por vocación ¡somos siervas!

Cristina Calero

CEME 2015

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