SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA LA BELLA CASTEJON DEL PUENTE (Huesca)
Castejón del Puente es un pequeño pueblo de la provincia de Huesca a unos 10 kilómetros de Barbastro. A unos dos kilómetros de dicho pueblo, y sobre una colina que mira al río Cinca, se eleva el santuario de Nuestra Señora de la Bella. El P. Roque Faci, a quien hay que acudir siempre que del tema mariano en Aragón se trate, en su libro Aragón, Reino de Cristo y dote de María Santísima, publicado en Zaragoza en 1739, cuenta cómo se apareció una imagen de la Virgen antes de la dominación árabe y cómo fue escondida en un hueco de la pared de la misma iglesia parroquial para evitar que fuese profanada en dicha invasión. Es tradición que la iglesia fue dedicada a otros usos. Una vez recuperada la población de los moros y tratando de restaurar la ya vieja iglesia, encontraron al derribar sus muros la imagen de la Virgen allí escondida. Por esta razón se le llamó la Vieja o Antigua; epíteto dado a muchas imágenes marianas por razón de su antigüedad. Por influencia del catalán, algunos la comenzaron a llamar de la Viella, pasando después a Bella por la hermosura de la santa imagen. Era de talla, sentada con una azucena en su mano derecha. El Niño a su izquierda, con el orbe en una mano y bendiciendo con la otra. La devoción popular la vistió con mantos en el siglo XVIII. Quizá fuese entonces cuando se cambió la primitiva imagen por otra, más a tono con los tiempos y con más facilidad para ser vestida. Esta fue quemada en 1936, siendo la actual una copia de aquella. La fama de sus gracias y favores ha sido siempre tal, que es dicho popular «que todo lo cura». El santuario, con su puerta románica, no muy grande, tenía anejo una amplia casa en la cual se afirma se alojó el rey Felipe IV a su paso por estas tierras camino de Cataluña.
En esta casa, en 1711, se formó una congregación de sacerdotes, con el título de Misionistas o Píos Operarios, que fueron aprobados por el Papa Clemente XII y cuyo fin era formar al clero y dar misiones populares. El fundador, V. Francisco Ferrer y Paúl, que se decía pariente de San Vicente de Paúl, cuya fama de santidad se extendió por toda la diócesis, atrajo junto a sí a numerosos sacerdotes que edificaron con sus vidas y trabajo apostólico la diócesis de Barbastro, llegando a fundar también seminarios en Zaragoza, Jaca, Orihuela y Sesa (Huesca), donde murió y se encuentra enterrado a la entrada del Santuario de la Virgen de la Jarea. Sea por la escasez de personal y muchas fundaciones en poco tiempo, sea por no tener un voto de permanencia, a los cuarenta años de la fundación sólo dos sacerdotes quedaban de la referida Congregación de Misionistas. Uno de ellos, don Domingo Torres, al ver que nadie pedía el ingreso y sentirse ya viejo, dejó todos sus bienes, que eran muchos, a la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl si quisiera encargarse del santuario de Nuestra Señora de la Bella, con su adjunto seminario o fundar casa en cualquier lugar del Obispado de Barbastro. A la muerte de don Domingo Torres en enero de 1751, el obispo que lo era entonces de Barbastro, Fray Juan Ladrón de Guevara, pidió a nuestra casa de Barcelona se encargase del santuario-seminario Nuestra Señora de la Bella. Con el permiso de nuestro P. General y la presencia del obispo tomaron pacífica posesión nuestros misioneros de dicha casa-seminario de Nuestra Señora de la Bella el 11 de abril de 1752.
Era entonces Castejón del Puente un pueblo de unos 200 habitantes, seis sacerdotes para el culto de su iglesia parroquial. Ocho meses llevaban nuestros misioneros en el santuario cuando el pueblo les puso pleito, ya que decían haber cedido el santuario a la Congregación de Misionistas del Ferrer y no a la de San Vicente de Paúl. El nuevo obispo, Fray Diego Rivera, apoyó y defendió a la Congregación de la Misión, donando a perpetuidad en lo material y en lo espiritual todos los derechos del santuario.
Siete años permanecieron nuestros misioneros en el santuario de Nuestra Señora de la Bella. En estos años se acrecentó el culto en el santuario a la vez que se formaron los nuevos sacerdotes diocesanos bajo el manto de la Virgen. Dieron numerosas misiones por todos los pueblos de la diócesis como consta en los libros de la comunidad, según el contrato fundacional llevando el nombre del santuario por donde quiera que misionaban, dándoles el pueblo el nombre de «misioneros de Nuestra Señora de la Bella». Sin duda que los siete años de la estancia de los misioneros Paúles en diccho santuario fue la época de oro de éste.
Pero los pleitos del pueblo de Castejón contra la Congregación de San Vicente de Paúl seguían. La casa-seminario comenzaba a ser insuficiente. Por estas razones la comunidad solicitó del señor obispo de Barbastro poder trasladarse a la ciudad episcopal. Vio con buenos ojos el señor obispo este traslado, que se realizó el 17 de abril de 1759.
Con la ida de los misioneros Paúles decreció el culto en el santuario de Nuestra Señora de la Bella, a pesar de haber puesto el pueblo de Castejón un sacerdote como capellán.
En diversas ocasiones sufrió el santuario saqueos. Hoy le amenaza ruina inminente. La imagen de la Virgen de la Bella se encuentra en la parroquia de Castejón. De lo que fuera casa-misión y seminario no queda más que un montón de ruinas.
El pueblo de Castejón quiso en el Año Mariano salvar de la ruina el santuario restaurándolo, para que la Virgen de la Bella continúe desde su antigua casa siendo el amparo de todos los que la invocaban con los tradicionales «gozos», que también durante tantos años nuestros misioneros Paúles le rezaron:
«Pues sois de gracias y dones
Olimpo que más descuella,
Alcanzádnos, Virgen Bella,
del cielo las bendiciones».
Fernando Espiago
Madrid, 1992







