Santa Luisa, mujer formadora, digna de imitación

Francisco Javier Fernández ChentoLuisa de MarillacLeave a Comment

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Author: Gregorio Ado Tellechea, C.M. · Year of first publication: 2010.
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1. La educación ayer y hoy

De santa Luisa aprendieron mucho las primeras hermanas, pero no se agotó la fuente con ellas, sino que hoy día también podemos aprender de ella. Dice san Vicente de Paúl que no es suficiente con ver la manzana, sino que debemos aspirar a saborearla: «Porque fijaos, vemos una manzana en el árbol, y aunque la vemos muy bien y, al verla, nos parece muy hermosa, no por eso la tenemos, ni gozamos de ella porque no la poseemos. (Rep. Oración, 27-05-1655.pág 107).  Hasta el siglo XX, a excepción de las primeras comunidades de Hijas de la Caridad, quizá ni siquiera nos fijábamos en la manzana, pues a lo más que llegábamos era a contemplar el árbol de san Vicente, sin embargo en las primeras Hermanas la presencia de santa Luisa fue de inestimable valor. Los estudiosos, por lo visto, también se dejan llevar por las tendencias. No tiene demasiada lógica que haya quedado relegada al silencio quien, seguramente, más influyó en el nacimiento y en el devenir de la Compañía.

Entre los muchos aspectos que podría resaltar de santa Luisa de Marillac me atrae especialmente esa capacidad para afrontar con solvencia y buena gestión los encargos que  le dieron. Puede ser conveniente volver la mirada a los orígenes, porque así se pueden explicar usos y costumbres, también actitudes que han llegado hasta nosotros. Pero aún más importante es la luz que nos puede proporcionar en la planificación del futuro que siempre realizamos de manera consciente o inconsciente. Considero que el futuro lo planificamos, ya que nunca he conocido en la Compañía que esa planificación se deje a lo que venga y como venga. Al contrario, el futuro lo vamos preparando entre todos con aciertos y también algunos desaciertos propios de la condición humana. Otra cosa bien distinta es, si planificamos en continuidad o discontinuidad con los orígenes y las exigencias del presente y del futuro inmediato.

La educación que nos dieron a nosotros procuraba ser completa y para siempre. De tal manera, que con ella pudiéramos desenvolvernos en la vida y durante todo el tiempo de nuestra existencia que, por lo general, era bastante más corta que en la actualidad. Además, como no había muchos libros, ni demasiados recursos a nuestro alcance, se nos enseñaba a desarrollar la memoria. Durante bastante tiempo ha existido la idea de formar en lo más básico y general, para que un día pudiera servir de base para una posterior especialización. Ya en la década de los setenta del siglo pasado, se comenzó a introducir las optativas en el COU, algo que hoy es habitual incluso en la Educación Secundaria de primer ciclo. Sin embargo, la diferencia mayor que se observa en el estilo de educación actual es el de la provisionalidad. No se educa en todo y para siempre, sino que tiende a formar a una persona con una serie de capacidades abiertas. Podríamos decir que el alumno se forma con una constitución intelectual maleable. De modo que en el futuro estará capacitado para desarrollar las capacidades y destrezas que se pidan de él en las situaciones cambiantes de una sociedad que se mueve a velocidades vertiginosas. En este estilo de educación no cuenta tanto la cantidad de conocimientos adquiridos, cuanto la capacidad de conocimientos capaz de adquirir en el futuro. Por tanto deberá continuar aprendiendo durante toda la vida, más aún, tendrá que adaptarse continuamente a nuevas circunstancias y realidades. En nuestra sociedad occidental se vive en un continuo movimiento de cambio. No suelen ser movimientos bruscos, la mayor parte de las veces, pero en el plazo de una decena de años ha cambiado la realidad completamente. Quienes llevan las contabilidades de las comunidades y de las obras conocen bien los cambios que se han dado en tan solo los últimos diez años, sin contar los que se avecinan, que aunque parezcan los últimos, serán los antepenúltimos de los antepenúltimos.

Se ha presentado a santa Luisa como una mujer comprometida, mujer de Iglesia, mujer espiritual, teóloga etc. Pero no podemos olvidar que fue mujer formadora durante toda su vida de Hija de la Caridad. Es la tarea que más le apasionaba y para la que tenía capacidades naturales sobresalientes. Con el fin de tratar de comprender su aportación a la formación será necesario aplicar algún método al estudio y, así, sondear en esa tarea profunda y delicada que realizó entonces y el modo como lo realizó. Nos podemos preguntar si su formación trataba de ser completa y para siempre o, si era una formación continua. También es interesante indagar el ámbito de la formación que proporcionaba, si era global o si insistía especialmente en algunos campos como la formación religiosa. Espero y deseo que este conocimiento que podamos adquirir sobre su estilo de formación nos anime a imitarla, no tanto para actuar como ella, sino para recibir su impulso para actuar como requiere nuestra sociedad.

2. Formación que recibió

En las biografías sobre santa Luisa ocupa muy poco espacio los cuarenta primeros años de su vida. En parte, porque apenas existen datos históricos. También, porque esa primera parte de su vida no ha parecido demasiado ejemplarizante a ciertas personas o no eran muy acordes con los usos y las costumbres de la época. Sin embargo, hoy día, se han desmontado muchos de los prejuicios de épocas pasadas recientes que nos capacitan mejor para asimilar sus orígenes y primera juventud. Incluso, podríamos considerar su vida familiar moderna. Su situación familiar que podía salir fuera de los cánones establecidos por el antiguo régimen, hoy los podríamos considerar hasta de demasiado conservador, porque la vida familiar se ha diversificado bastante en las formas. De tal manera, que nos resultaría difícil definir cuál es la estructura familiar normal hoy, mucho más flexible que en otras épocas pasadas.

Santa Luisa nació y se educó en una estructura familiar algo deficiente para aquellos tiempos. No todo debieron ser dificultades, como muchas veces se ha insistido, sin demasiadas razones objetivas. Si en los primeros biógrafos se silenció toda su infancia y juventud, como si apenas hubiera existido, en la década de los setenta del siglo pasado se comenzó hablar sobre esa época con mucha mayor naturalidad. En esa época no sólo se reveló su nacimiento ilegítimo en el seno familiar, sino que también se conjeturó sobre sus sentimientos en esa etapa de su vida, quizá sin mayores argumentos. La ley de Protección de Datos protege los datos personales de la persona como una propiedad que le pertenece. Los datos personales se han de guardar con el mismo cuidado que un dinero que nos han dejado prestado. La ley no incluye los datos históricos, pero algo se puede aprender de ello. En ese sentido, hay expresiones que han ido demasiado lejos al expresarse sobre sus sentimientos de soledad y abandono en la infancia y en la juventud. Es cierto que ella misma manifiesta por escrito que conoció el camino de la cruz durante una parte importante de su vida. Nosotros podríamos añadir que durante la mayor parte de su vida, como en la de cada uno de nosotros también. Incluso, esa afirmación cierta de santa Luisa o la de cualquiera de nosotros en un momento determinado, no sería razón suficiente para sacar demasiadas conclusiones, salvo que involuntariamente nos expongamos a graves errores.

El comentario precedente es necesario, porque si partimos de una visión bastante negativa de su primera infancia, habría que concluir necesariamente que su formación fue muy deficiente. Sin embargo, por la información que tenemos de santa Luisa a lo largo de su vida, se percibe que tuvo una sólida formación literaria, religiosa y artística. Se puede decir que todos tenemos experiencia suficiente como para afirmar que para obtener una buena formación intelectual se necesita una base personal con las necesidades básicas cubiertas. Con hambre, con sueño y otras necesidades básicas sin satisfacer difícilmente se puede acceder a la formación intelectual. Por lo cual, será prudente considerar que Luisa de Marillac disfrutó de unas condiciones personales bastante buenas, a juzgar por los frutos obtenidos. Algunos expertos en educación suelen decir que los mejores estudiantes suelen ser los de la clase media, ya que los de la clase alta tienen demasiados recursos como para sacrificarse lo necesario. Como ya se ha comentado, los de la clase baja tienen suficientes problemas como para dedicarse a asuntos que no sean de inmediata necesidad. En Luisa de Marillac podemos pensar que se dieron las circunstancias necesarias para una buena educación, como así debió resultar. Ya sabemos que nunca perteneció a la alta sociedad, pero tampoco nunca le faltaron recursos suficientes para tener una excelente formación.

Puesto que conocemos más la etapa de madurez de santa Luisa, habrá que partir de ahí para entender de alguna manera los inicios. Por los datos que tenemos, podemos apreciar un rasgo de mucha valentía en ella, para afrontar todo tipo de situaciones. No sé si alguno de nosotros será capaz de recordar algún momento en que aparezca el miedo en el actuar de Luisa. Los sentimientos son más bien de duda o de prudencia, también algunos estados de decaimiento, como a la vuelta de las visitas a las Caridades hacia 1632. Me inclinaría, más bien, a pensar que tiende a tomar decisiones acertadas que no impliquen retrocesos en la tarea a desarrollar. En ese aspecto, se la puede considerar admirable. Si retrotraemos esa forma de actuar a su infancia, podemos pensar que fue muy lúcida en todas las decisiones referentes a su educación. Porque, aunque los maestros tienen su importancia en la educación, el alumno es el principal responsable de la misma. En el monasterio de Poissy encontró magníficas maestras y, posiblemente, alguna de su propia familia que le ayudaría de manera especial, pero hay que suponer que fue ella misma la principal artífice de su formación. Hay que suponer que coincidieron todo un conjunto de condiciones tanto personales como ambientales, para que dieran el resultado tan excelente que muchos conocemos y valoramos en un alto grado. El mismo san Vicente le escribe alguna frase en latín, porque sabe que la entiende: «Mulierem fortem quis inveniet?» (CEME I, 145)

Tal vez, en los años de su primera adultez se pueden percibir en ella los mayores signos de inestabilidad. Ciertamente, tuvo que afrontar situaciones realmente complejas y complicadas. Desde el matrimonio, la formación de la familia, la viudez, la consagración religiosa etc. A pesar de todo, con bastantes dificultades, se puede considerar que superó la situación con una nota de notable alto. En ello debió influir la buena formación recibida y el haberse mantenido asida a la misma a lo largo de ésta época, como también lo hará en toda su vida posterior. Aún en la época que podemos considerar más inestable de su vida, se relacionó con la mayoría de los grandes maestros espirituales de su tiempo. Podríamos decir que se relacionó con los mejores maestros espirituales del mundo, pues los tiempos gloriosos de los españoles ya iban en descenso. Sin esta actitud de búsqueda constante no hubiera llegado a conocer a san Vicente. No es que san Vicente buscara a santa Luisa, sino que se la encontró, porque era ella la que andaba en búsqueda infatigable. El primer sentimiento que tuvo fue de repugnancia respecto a san Vicente, pero aquí se deja ver la calidad que acompaña a santa Luisa. A pesar de la repugnancia primera, no se da por vencida en su búsqueda. Ya a estos niveles, no es fácil delimitar el mérito humano y la gracia divina. Como en el monasterio de Poissy coincidieron las mejores condiciones para una sólida formación, en adelante se crearán las condiciones necesarias para que aquella formación diera sus mejores resultados. Si santa Luisa no hubiera tenido una gran amplitud intelectual, posiblemente, hubiera pensado que su vida no podía seguir creciendo más que en un monasterio. En un monasterio se formó, al convento de las capuchinas se encaminó en su juventud y en ese ambiente pensaba que se desarrollaría su vida. La fundación de las Hijas de la Caridad parece una ironía en el orden lógico de su vida, pues ni vivirán en monasterios, ni tendrán muros ni claustros. Tendrá que empezar a aprender de nuevo. Todo va a ser nuevo en su vida, menos su fe inquebrantable y su admirable disposición para aprender día a día.

3. Formadora en las Caridades

Santa Luisa ya había prestado muy buenos servicios para atender a las necesidades que iban surgiendo en las Cofradías de Caridad. En los primeros tiempos las ayudas fueron materiales, tanto en aportaciones económicas como en diversos trabajos de costura. El estilo vicenciano ya se pone de manifiesto en las primeras épocas, principalmente en el estilo pausado en el actuar, pero que no conoce retrocesos. Así como los apóstoles se fueron formando en el seguimiento de Jesucristo, también santa Luisa comienza su aprendizaje en el estilo vicenciano. Sólo son unas limosnas y unos trabajos. En principio no hay ningún otro proyecto, mientras la providencia no disponga otra cosa. Ese día, habrá que darlo todo, pero principalmente la persona. Será que los pobres no se contenten  sólo con las obras de caridad. Tal vez, estas caridades sólo sean una excusa, para la total entrega personal.

Si la preparación de los apóstoles duró cuatro años, la de Luisa de Marillac duró un año más. San Vicente comenzó su dirección espiritual en 1625 y el 6 de mayo de 1629 ya fue enviada a la misión apostólica de la animación de las Caridades. El encargo que le encomendó san Vicente fue la de animar y ordenar el funcionamiento de las Cofradías. Santa Luisa todavía es muy impetuosa en su actividad, hasta el punto que san Vicente le recomienda continuamente el trabajo sosegado. Pero tanto en la primera época de colaboradora de las Caridades, como en ésta en la que se dedica completamente tendrá que ir aprendiendo. Es una mujer que tiene casi cuarenta años y aún está aprendiendo. Esta actitud nos interesa sobremanera, por ser un dato importante en el estilo de los Fundadores y, que sin embargo, nos puede pasar desapercibido.

Ella fue aprendiendo el modo de animar y establecer las Caridades, pero al mismo tiempo se manifestó creativa. Podríamos decir que hasta excesivamente creativa. San Vicente no se lo reprochó, al contrario, alabó su valentía en decisiones concretas que tomó. No sólo cumplió bien la tarea que le encomendó, sino que superó todas las expectativas que se había formado san Vicente, cuando la envió. Se podría decir que la formación de las niñas fue la aportación genuina de santa Luisa. En todos los lugares donde fue se preocupó de la formación de las niñas en un tiempo en el que ni siquiera los niños recibían una educación escolar. Se entregó con tanto empeño a esta tarea que en algún momento hasta se sobrepasó en su celo. San Vicente lo comprende y aconseja como un buen maestro:»Es muy difícil, señorita, hacer algún bien sin contrariedades; y puesto que debemos, en cuanto nos sea posible, consolar las penas de los demás, creo que había usted un acto agradable a Dios si visitara al señor párroco, le presentará sus excusas por haber hablado a las hermanas de la Caridad y a las jóvenes sin su permiso, que usted quería hacer en Villepreux sencillamente lo mismo que había hecho en Saint-Cloud  y otros lugares«(CEME I, 143). El texto manifiesta bien el estilo y el ánimo que santa Luisa mostró en la tarea. Pero, quizá fue el empeño en la educación de las niñas, lo que más impresionó en aquel ambiente rural. Ese empeño ha llegado casi intacto hasta nuestros días, pues las Hijas de la Caridad se han dedicado a esa tarea en casi todos los pueblos donde se han instalado. Ellas se encargaban de los Parvulitos niños y niñas de los pueblos. En esta tarea santa Luisa fue tremendamente decidida y creativa. Aún veinte años más tarde, en el Consejo del 30 de octubre de 1647 defendió la escuela mixta de niños y niñas hasta los ocho años. Fue san Vicente quien no se atrevió a corroborar esa opinión por considerar que iba en contra de las leyes civiles, las cuales las Hijas de la Caridad debían ser las primeras en observarlas. Probablemente, las verdaderas razones para oponerse eran otras.

En estos cuatro años en los que santa Luisa se dedicó de lleno al buen gobierno de las Caridades, las cartas de san Vicente fueron incesantes. En la actualidad conservamos del  orden de dos por mes, en torno a unas veinte cartas por año. Podemos pensar que fácilmente llegaron a escribir una carta por semana de recibo y respuesta. En varias ocasiones, san Vicente muestra un interés desmesurado por tener noticias de primera mano de todo aquello que hace santa Luisa. Es un dato que puede tener su interés. El comienzo de la Caridades en Chatillón no tuvo inicio por algo que san Vicente hubiera conocido directamente, sino que le llega la información de otros. Una vez que tiene conocimiento es un maestro en la organización y solución de los problemas. No le preocupan los problemas, aún más, se manifiesta bastante frío ante ellos. Habla con toda naturalidad de que habían sacado tres cadáveres causados por la peste de la casa vecina de santa Luisa. Es el conocimiento de los datos lo que le preocupa, tal vez, porque se siente capacitado para resolver los problemas una vez que los conoce. En ese sentido, podemos entender que no le preocupen los problemas que puedan surgir en las Caridades, pero sí el tener conocimiento de ellos, para poder aplicar las soluciones necesarias. De tal manera, que preparaba reglamentos distintos o adaptados en bastantes parroquias en las que se establecían las Caridades.

El establecimiento de las Cofradías en París supuso una dificultad añadida y quizá inesperada. Tanto san Vicente como santa Luisa se tuvieron que emplear a fondo y aportaron los conocimientos que cada uno tenía. Desde luego, que era san Vicente quien dominaba mejor el medio rural. Cuando santa Luisa le propone alguna solución ante determinados problemas, san Vicente se lo desaconseja con rotundidad, dándole a entender que si paga por algunos servicios prestados, después nadie querrá realizarlos voluntariamente sin cobrar, con lo que se acabaría con la obra de las Caridades. En ese terreno san Vicente se desenvuelve con toda soltura. Sin embargo, en el establecimiento de las Caridades en París es santa Luisa quien conoce mucho mejor el modo de pensar y de actuar de las Señoras. San Vicente no sólo no domina el estilo de vida de las damas parisinas, sino tampoco la mentalidad de los parisinos. Llega aplicarles el termino francés «salmigondis» para expresar que les gusta hacer mezclas disparatadas (CEME I, 161). En cambio santa Luisa, parece que había aprendido bien la lección y estaba en capacidad para establecerlas en París. Comenzó por su propia parroquia de san Nicolás de Chardonnet y siguieron otras muchas el mismo camino

4. Hermana y modelo entre las Hijas de la caridad

Uno puede dejarse llevar por la inercia y considerar que las Hijas de la Caridad son una prolongación de las Damas de la Caridad. Incluso, podemos pensar que santa Luisa repitió con ellas la experiencia adquirida en la animación de las Caridades. Sin embargo, muy pronto podemos tomar conciencia de que son situaciones muy diferentes. La tarea que san Vicente le encomendó parece ser mucho más delicada que la primera, porque en las Caridades participaba en las reuniones y solucionaba los posibles problemas que naturalmente surgían. En cambio, en la formación de las Hijas de la Caridad el material de trabajo o, dicho de otro modo, el banco de trabajo sobre el que actúa son las propias personas. Desde el principio comprendió bien que la tarea era delicada. Sin duda le expresó a su director las dificultades que tenía. Aunque no sabemos la respuesta nos la podemos imaginar por lo dicho a otra hermana formadora que se sentía incapaz de la tarea, el padre Vicente le respondió:»Hija mía, usted no sabe nada por sí misma; usted no tiene capacidad ni luz para nada; pero nuestro Señor Jesucristo actuará en usted y será él mismo su capacidad y su luz. Sea usted una hermana de oración y nuestro Señor le enseñará todo lo que hay que saber» (Consejo del 22 marzo de 1648). En ese momento santa Luisa estaba delante y probablemente pudo reconocer las mismas palabras que ella había escuchado en otro tiempo.

Del relato que acabamos de mencionar se deduce que la formación que impartió santa Luisa de Marillac fue primera y principalmente una formación espiritual. Así se lo pidió expresamente san Vicente con la advertencia de que no hablara mucho tiempo, no tanto por la capacidad de escucha de las alumnas, sino por las propias fuerzas físicas de ella. El mismo san Vicente se comprometió en la labor, para secundar la tarea que realizaba santa Luisa. No era, por tanto, san Vicente el formador principal, quien impartía la enseñanza más sólida. Sino que su tarea consistía en apoyar la obra de la superiora de aquella original Cofradía de Caridad.

Debemos considerar original aquella situación, porque no había muchos precedentes o ejemplos en los que pudieran encontrar ayuda. Se trataba de una asociación totalmente nueva y se quería dar una formación a personas que nunca antes se había formado. Según las costumbres de la época, las muchachas pudientes y con dote ingresaban en un convento o monasterio, donde tenían su proceso de formación que era el noviciado, donde lo hubiese. Las muchachas que no tenían dote eran admitidas como legas, para desempeñar las labores más bajas del servicio, y por tanto, no necesitaban de ninguna formación. Bastaba con que fuera buena persona. Así sucedió en alguna ocasión, en la que quedó vacante el puesto de la lega del monasterio y la priora le ofreció el puesto a una Hija de la Caridad. Santa Luisa le tuvo que instruir también a la priora dándole a entender que aquella persona servía a los pobres por vocación, de la misma manera que ella vivía su vocación a través de la oración. Esa era la labor principal de santa Luisa, para la cual no encontraba ni ejemplos, ni libros ni otros apoyos diferentes de su director.

La tarea era para desalentarse antes de comenzar, porque la base humana era muy deficiente. Sin embargo, santa Luisa se entregó a la tarea, como antes se había empeñado en la educación de las niñas y, consiguió los frutos nadie hubiera esperado ni imaginado. La formación era principalmente espiritual, sobre la importancia del servicio a los pobres, los actos que deben practicar todo buen cristiano, el comportamiento que deben tener las unas con las otras y con las señoras a las que sirven. Todo ello lo enseñaba más el propio estilo de vida que se llevaba en la Casa que por las enseñanzas teóricas que tampoco faltaban. Con todo, la formación intelectual se realizaba con los medios más rudimentarios posibles. Las Hermanas no debieron resistir las primeras conferencias de san Vicente, por eso, con el asesoramiento de santa Luisa debieron buscar otro método que se adaptara mejor a ellas. Encontraron el método de los díálogos a base de preguntas y respuestas que le obligaban a san Vicente a no elevarse demasiado del nivel de las Hermanas que tenía delante.

Junto a la formación espiritual y cristiana, santa Luisa tuvo que darles una formación humana básica. Así lo requerían las circunstancias de su trabajo y el trato con las señoras. En un principio, fueron rechazadas del Gran Hospital de París por no considerarlas a la altura del servicio que se requería. Un poco después, fueron reclamadas de nuevo, porque comprendieron que eran las que mejor servían a los enfermos y a las señoras. Pero además de esa formación necesaria para el trato con las personas de fuera, era primordial la buena educación y los buenos modales para mantener la convivencia entre las propias Hermanas, pues nunca se pensó que vivieran solas, sino que como mínimo convivían dos. Sin una formación humana disciplinada y mortificada, en la que tanto insistieron los fundadores, no hubieran pasado del nivel de aquellas primeras relaciones en las que una abofeteó a otra o del lenguaje brusco de las campesinas. De ese primer pulido en adelante había aún mucho trabajo que realizar. La labor más delicada de santa Luisa se llevó a cabo en ese segundo estadio donde se trabajan las cualidades propias de una buena Hija de la Caridad. Por lo que conocemos de la actuación de las Hermanas en las diferentes obras a las que fueron enviadas, podemos hacernos idea del buen nivel de formación humana que lograba conseguir entre ellas. Fue en este estadio donde tuvo que refinar los métodos y sobreponerse incluso a su propia naturaleza. Fue ella misma la que convivió más cerca de aquella que era más ruda o de la que tenía un carácter más difícil. De modo, que cuando más adelante surjan los problemas comunitarios con tal o cual Hermana, sabrá aconsejar calma y prudencia no sólo en teoría. Como dirá ella misma, en estos asuntos espirituales hay que tener más paciencia que en otros órdenes de la vida, ya que no se puede comenzar por enviar a sus casas a todas aquellas que nos disgustan.

El número de Hermanas que formaba no era pequeño, pues llegaba a formar hasta treinta Hermanas al mismo tiempo. Además del esfuerzo personal que aquella tarea conllevaba, estaban los económicos que no eran pequeños. Parece que tanto antes, como después a lo largo de los siglos no se ha escatimado lo necesario para la buena formación. Por una parte, consiguieron unas rentas de algunas tierras del Rey de Francia y de Navarra. También contaban con los beneficios de la línea de diligencias que llegaban hasta Rouen. Las Señoras de la Caridad también hacían sus aportaciones. Como reconocía el mismo san Vicente, que no conocía ningunas religiosas en París que tuvieran una economía tan saneada como las Hijas de la Caridad. No sólo no tenían que vender sus posesiones para mantener el convento, sino que llegaron a construir una casa sobre un terreno de dos hectáreas sin ocasionar ninguna deuda. Si se trataba de formación, ciertamente en base a una buena administración, pero no se escatimaban los medios para sostener allí a las Hermanas el tiempo que requiriese su formación. Si en la casa no había medios suficientes para formarse había que recurrir fuera. San Vicente les comenta que, si es necesario para formar maestras, recurran a las Ursulinas de París. Las Hermanas también se formaban en la Casa para elaborar medicamentos, hacer sangrados y otras técnicas necesarias para atender a los enfermos pobres. Pero en todo lo demás se observaba una gran austeridad, porque el restante pertenecía a los pobres.

Santa Luisa como formadora enseñó mucho más con el ejemplo de su vida que con sus palabras. Probablemente, esto último es la faceta que más apreciaron y agradecieron las Hermanas. Para ella también supuso un gran esfuerzo. Como dice ella misma, cuando era incapaz de separar materialmente las mandíbulas, llegaba al recreo y era capaz de reír con más fuerza que los demás días. Quiso vivir y ser una Hija de la Caridad más y ser educadora testigo, pero la edad y los achaques no se lo permitían. Intentó vestir como las Hijas de la Caridad, se tocó de la misma manera que ellas, pero tuvo que volver a su anterior atuendo, porque el cuerpo no lo soportó. Así mismo, tenía dificultades para levantarse juntamente con ellas. Y no digamos con ciertas comidas con las que siempre sufrió hasta el punto de llegar a enfermar. Ella también tenía que dejarse formar por su director y dejarse guiar por sus enseñanzas: aquellas de descansar y tomar otros aires, que solían ser las buenas medicinas de aquél tiempo. A veces, tanto ella como san Vicente aprovechaban alguna visita alguna Caridad o Parroquia del campo, para aprovechar los buenos aires del lugar y descansar.

No dejó ninguna deuda monetaria a sus sucesores, pero sí que las dejará para toda aquella Hermana que desempeñe su mismo cargo en lo sucesivo.

Conclusión

  • La importancia de una formación académica básica, a poder ser en los primeros años. Nadie debiera estar excluido de la misma, ni por razones económicas, sociales o religiosas.
  • La formación hay que darla siempre, aunque haya carencias o falte totalmente en la infancia. Ese es el caso de bastantes de las primeras Hermanas, que carecían de la formación más elemental.
  • La formación religiosa y espiritual es la más importante. Enriquece mucho más a la persona que cualquier otra clase de formación. De tal manera que si faltara ésta, la persona seguiría siendo de escasa formación, pero no al contrario. Algunas Hermanas con una formación académica muy básica y una continuada educación religiosa pueden llegar a cotas muy altas de desarrollo intelectual y en las relaciones humanas.
  • Los Fundadores siempre se preocuparon de la formación básica académica y de una esmerada formación religiosa a todas las personas que servían a los pobres. Siempre mayor a las que se dedicaban con mayor intensidad a los mismos.
  • Siempre hay que estar en estado de aprender y emprender las actividades que sean necesarias, aunque se piense que uno no está preparado para ello. Sobre la marcha irá aprendiendo. Como se dice en los cursos de calidad y mejoramiento, no hay problema con la persona que no sabe, el problema es la persona que no quiere.
  • Santa Luisa como formadora de Hijas de la Caridad destacó por enseñar más con la vida que con las palabras, por su paciencia, por corregir casi siempre en particular y, por una gran discreción en todo aquello que conocía por su oficio.

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