Regla comentada de la SSVP (Presentación)

Francisco Javier Fernández ChentoDocumentos de la Sociedad de San Vicente de PaúlLeave a Comment

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Author: Sociedad de san Vicente de Paúl · Year of first publication: 2005.
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Presentación

La presentación de la Regla de la Confederación de la So­ciedad de San Vicente de Paúl en el mundo, acompañada de sus Estatutos internacionales de funcionamiento en ver­sión comentada que siguen a estas líneas, aprobada en la Asamblea General extraordinaria de Roma en el mes de octubre del 2.003, es un momento singular en la vida de las Conferencias.

A lo largo de los ciento setenta años de existencia de la So­ciedad, únicamente ha contado con tres textos fundamen­tales incluido el presente. Dos de ellos, por lo tanto, han tenido una duración extraordinariamente larga.

Para una Institución de nuestras características, la Regla es siempre importante. Lo es tanto más cuando únicamente obliga en conciencia a los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que solamente están obligados a seguirla, mientras permanezcan en la fraternal comunidad que se extiende por el mundo.

Efectivamente, una organización tan profundamente cris­tiana y católica, vocacionalmente entregada a los pobres, a los marginados, a aquellos que sufren y cuyo servicio al mismo Dios nos señala como meta para alcanzar la vida eterna «….y pondrá a las ovejas a su derecha..» (Mt. 25, 31-46), obliga únicamente en conciencia. Obliga a aque­llos que deseamos unirnos desde hace más de ciento se­tenta años, con el objetivo de servirnos entre nosotros, servir a los pobres y extender el Reino.

Hay quizás en ella, en la Regla, cinco aspectos que mere­cen ser destacados por encima de cualesquiera otros: la ne­cesidad de oración, individual y comunitaria; la entrega personal en la acción; la fraternidad en la que debemos vivir; la universalidad de nuestra entrega al servicio de los pobres y nuestra vocación eclesial.

Sin oración, es imposible entender la propia existencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl, de las Conferencias. Efectivamente, la primera Conferencia, surge de la oración conjunta de unos cuantos jóvenes en el Paris de comienzos del siglo XIX, que quieren convertir su oración en acción. Aquellos jóvenes que están acostumbrados a una vida de oración en común, desean prolongarla en la entrega a los más pobres. Entregarse a aquellos más necesitados. Pero lo hacen, sin olvidar potenciar la necesidad de la oración previa a cualquier acción concreta a favor de los otros: de los que sufren.

Tampoco es fácil entender el servicio en las Conferencias, si no se acepta la necesidad de realizarlo personalmente, en contacto con aquel que nos necesita y en su ambiente: En el sitio en el que se siente más seguro y cómodo. Desde orígenes, las Conferencias «han ido» a los pobres sin es­perar que estos vinieran a ellas. Esto es y así lo destaca la Regla, los vicentinos buscan la ayuda a los más necesita­dos, precisamente en el lugar en que ellos se encuentren mas seguros. Más seguros incluso sicológicamente. Tanto ha buscado la Sociedad de San Vicente ese contacto en el lugar del otro, del pobre, que se ha convertido en un clá­sico entre nosotros, el concepto de la «visita» como expresión casi de lo más íntimo de nuestra entrega. La «visita» al pobre en su casa. La «visita» como expresión de un en­cuentro siempre personal e íntimo entre los miembros de la Sociedad y aquellos a los que quieren servir.

Para conseguirlo, para alcanzar esa íntima entrega y en­cuentro con los más pobres, es necesaria una previa y fuerte comunidad fraterna en el seno de cada una de nues­tras Conferencias. Si la Regla, como queda señalado, nos llama a un profundo encuentro en y con la oración indivi­dual y comunitaria, no lo hace de forma menos determi­nante para señalarnos la necesidad de una relación entre los consocios vicentinos radicalmente fraterna. ¿Cómo puede ser posible amar a los demás, a los que no conoce­mos, sin amarnos entre nosotros?. La Regla nos llama a potenciar esa fraternidad que ha presidido siempre la ac­tuación y la propia existencia de las Conferencias de San Vicente de Paúl.

En un mundo cada día más abierto a la comunicación y a la cercanía que nos regalan los nuevos medios de comuni­cación, la pobreza no puede ser ya sentida únicamente en las manifestaciones que tenemos más próximas. Por el contrario, el fenómeno que conocemos como «globaliza­ción», debe hacernos sentir responsables de cualquier po­breza a lo largo y ancho del mundo. Estamos llamados, somos y debemos sentirnos responsables, de la atención a la lucha contra cualquier clase de pobreza de la que tenga­mos conocimiento. Esté donde este. Afecte a quien afecte. Por alejada que se encuentre. En definitiva, nos recuerda la Regla, que debemos sentirnos llamados a la atención en la lucha contra el sufrimiento y que la labor de nuestros consocios en otras latitudes, es también nuestra labor.

Finalmente, somos Iglesia y a ella nos unimos en cualquier lugar para realizar nuestro apostolado. Entendemos, nos recuerda la Regla, que cuando nos acercamos a cualquiera que sufre, cuando ayudamos a disminuir ese sufrimiento, cuando ponemos unas gotas de bálsamo en la herida del que se encuentra herido por la vida, no pretendemos otra cosa sino llevar el mensaje de Amor de Cristo y de su Igle­sia. Somos conscientes de la extraordinaria exigencia de esa representación y de nuestra responsabilidad de hacer visible una imagen cercana, comprometida, amable de la Santa Iglesia. Somos conscientes de que en múltiples lu­gares, únicamente a través de la Sociedad, de cada Confe­rencia, puede ser percibida la Iglesia en su conjunto y entrega a los más pobres.

Al presentar esta edición comentada de la Regla y los Es­tatutos Internacionales, el Consejo General hace una lla­mada a todos los responsables del servicio vicentino, para que la hagan conocer lo más rápidamente posible y la pon­gan al alcance de cada uno de los miembros de la Socie­dad.

El propio Consejo General se siente llamado a esta divul­gación y por ello, y al igual que ya lo hizo con la primera Regla que nos dimos a comienzos del siglo XIX, ha pre­parado esta edición comentada de la Regla y de los Esta­tutos que ahora presentamos con ocasión de nuestra Asamblea General en Salamanca (España). Cada artículo, lleva un pequeño comentario que nos ayudará a la comprensión del mismo y facilitará la asunción de las aspira­ciones que presente.

Que el Buen Dios haga útil para la Sociedad cada uno de estos comentarios.

José Ramón Díaz-Torremocha XIV Presidente General

París, junio 2005

Prólogo a la edición de 2.004

La presentación de la Regla de la Confederación de la So­ciedad de San Vicente de Paúl en el mundo, acompañada de sus Estatutos internacionales de funcionamiento que si­guen a estas líneas, aprobada recientemente en la Asam­blea General extraordinaria de Roma en el pasado mes de octubre del 2.003, es un momento singular en la vida de las Conferencias.

A lo largo de los ciento setenta años de existencia de la So­ciedad, únicamente ha contado con tres textos fundamen­tales incluido el presente. Dos de ellos, por lo tanto, han tenido una duración extraordinariamente larga.

Para una Institución de nuestras características, la Regla es siempre importante. Lo es tanto más cuando únicamente obliga en conciencia a los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que solamente están obligados a seguirla, mientras permanezcan en la fraternal comunidad que se extiende por el mundo.

Efectivamente, una organización tan profundamente cris­tiana y católica, vocacionalmente entregada a los pobres, a los marginados, a aquellos que sufren y cuyo servicio el mismo Dios nos señala como meta para alcanzar la vida eterna «»….y pondrá a las ovejas a su derecha..» (Mt. 25, 31-46), obliga únicamente en conciencia. Obliga a aque­llos que deseamos unirnos desde hace más de ciento se­tenta años, con el objetivo de servirnos entre nosotros, servir a los pobres y extender el Reino.

Hay quizás en ella, en la Regla, cinco aspectos que mere­cen ser destacados por encima de cualesquiera otros: la ne­cesidad de oración, individual y comunitaria; la entrega personal en la acción; la fraternidad en la que debemos vivir; la universalidad de nuestra entrega al servicio de los pobres y nuestra vocación eclesial.

Sin oración, es imposible entender la propia existencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl, de las Conferencias. Efec­tivamente, la primera Conferencia, surge de la oración con­junta de unos cuantos jóvenes en el Paris de comienzos del siglo XIX, que quieren convertir su oración en acción. Aque­llos jóvenes que están acostumbrados a una vida de oración en común, desean prolongarla en la entrega a los más pobres. Entregarse a aquellos más necesitados. Pero lo hacen, sin ol­vidar potenciar la necesidad de la oración previa a cualquier acción concreta a favor de los otros: de los que sufren.

Tampoco es fácil entender el servicio en las Conferencias, si no se acepta la necesidad de realizarlo personalmente, en contacto con aquel que nos necesita y en su ambiente: En el sitio en el que se siente más seguro y cómodo. Desde orígenes, las Conferencias «han ido» a los pobres sin es­perar que estos vinieran a ellas. Esto es y así lo destaca la Regla, los vicentinos buscan la ayuda a los más necesita­dos, precisamente en el lugar en que ellos se encuentren mas seguros. Más seguros incluso sicológicamente. Tanto ha buscado la Sociedad de San Vicente ese contacto en el lugar del otro, del pobre, que se ha convertido en un clásico entre nosotros, el concepto de la «visita» como expre­sión casi de lo más íntimo de nuestra entrega. La «visita» al pobre en su casa. La «visita» como expresión de un en­cuentro siempre personal e íntimo entre los miembros de la Sociedad y aquellos a los que quieren servir.

Para conseguirlo, para alcanzar esa íntima entrega y encuen­tro con los más pobres, es necesaria una previa y fuerte co­munidad fraterna en el seno de cada una de nuestras Conferencias. Si la Regla, como queda señalado, nos llama a un profundo encuentro en y con la oración individual y comunitaria, no lo hace de forma menos determinante para señalarnos la necesidad de una relación entre los consocios vicentinos radicalmente fraterna. ¿Cómo puede ser posible amar a los demás, a los que no conocemos, sin amarnos entre nosotros?. La Regla nos llama a potenciar esa frater­nidad que ha presidido siempre la actuación y la propia exis­tencia de las Conferencias de San Vicente de Paúl.

En un mundo cada día más abierto a la comunicación y a la cercanía que nos regalan los nuevos medios de comuni­cación, la pobreza no puede ser ya sentida únicamente en las manifestaciones que tenemos más próximas. Por el contrario, el fenómeno que conocemos como «globaliza­ción», debe hacernos sentir responsables de cualquier po­breza a lo largo y ancho del mundo. Estamos llamados, somos y debemos sentirnos responsables, de la atención a la lucha contra cualquier clase de pobreza de la que tenga­mos conocimiento. Esté donde este. Afecte a quien afecte. Por alejada que se encuentre. En definitiva, nos recuerda la Regla, que debemos sentirnos llamados a la atención en la lucha contra el sufrimiento y que la labor de nuestros consocios en otras latitudes, es también nuestra labor.

Finalmente, somos Iglesia y a ella nos unimos en cualquier lugar para realizar nuestro apostolado. Entendemos, nos recuerda la Regla, que cuando nos acercamos a cualquiera que sufre, cuando ayudamos a disminuir ese sufrimiento, cuando ponemos unas gotas de bálsamo en la herida del que se encuentra herido por la vida, no pretendemos otra cosa sino llevar el mensaje de Amor de Cristo y de su Igle­sia. Somos conscientes de la extraordinaria exigencia de esa representación y de nuestra responsabilidad de hacer visible una imagen cercana, comprometida, amable de la Santa Iglesia. Somos conscientes de que en múltiples lu­gares, únicamente a través de la Sociedad, de cada Confe­rencia, puede ser percibida la Iglesia en su conjunto y entrega a los más pobres.

Al presentar el nuevo articulado de la Regla, de los Esta­tutos Internacionales y de los Requisitos Básicos para los Estatutos internos de cada Consejo Superior o país, el Con­sejo General hace una llamada a todos los responsables del servicio vicentino, para que lo hagan conocer lo más rápi­damente posible y lo pongan al alcance de cada uno de los miembros de la Sociedad.

José Ramón Díaz-Torremocha XIV Presidente General

París, abril 2004

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