Presentación
La presentación de la Regla de la Confederación de la Sociedad de San Vicente de Paúl en el mundo, acompañada de sus Estatutos internacionales de funcionamiento en versión comentada que siguen a estas líneas, aprobada en la Asamblea General extraordinaria de Roma en el mes de octubre del 2.003, es un momento singular en la vida de las Conferencias.
A lo largo de los ciento setenta años de existencia de la Sociedad, únicamente ha contado con tres textos fundamentales incluido el presente. Dos de ellos, por lo tanto, han tenido una duración extraordinariamente larga.
Para una Institución de nuestras características, la Regla es siempre importante. Lo es tanto más cuando únicamente obliga en conciencia a los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que solamente están obligados a seguirla, mientras permanezcan en la fraternal comunidad que se extiende por el mundo.
Efectivamente, una organización tan profundamente cristiana y católica, vocacionalmente entregada a los pobres, a los marginados, a aquellos que sufren y cuyo servicio al mismo Dios nos señala como meta para alcanzar la vida eterna «….y pondrá a las ovejas a su derecha..» (Mt. 25, 31-46), obliga únicamente en conciencia. Obliga a aquellos que deseamos unirnos desde hace más de ciento setenta años, con el objetivo de servirnos entre nosotros, servir a los pobres y extender el Reino.
Hay quizás en ella, en la Regla, cinco aspectos que merecen ser destacados por encima de cualesquiera otros: la necesidad de oración, individual y comunitaria; la entrega personal en la acción; la fraternidad en la que debemos vivir; la universalidad de nuestra entrega al servicio de los pobres y nuestra vocación eclesial.
Sin oración, es imposible entender la propia existencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl, de las Conferencias. Efectivamente, la primera Conferencia, surge de la oración conjunta de unos cuantos jóvenes en el Paris de comienzos del siglo XIX, que quieren convertir su oración en acción. Aquellos jóvenes que están acostumbrados a una vida de oración en común, desean prolongarla en la entrega a los más pobres. Entregarse a aquellos más necesitados. Pero lo hacen, sin olvidar potenciar la necesidad de la oración previa a cualquier acción concreta a favor de los otros: de los que sufren.
Tampoco es fácil entender el servicio en las Conferencias, si no se acepta la necesidad de realizarlo personalmente, en contacto con aquel que nos necesita y en su ambiente: En el sitio en el que se siente más seguro y cómodo. Desde orígenes, las Conferencias «han ido» a los pobres sin esperar que estos vinieran a ellas. Esto es y así lo destaca la Regla, los vicentinos buscan la ayuda a los más necesitados, precisamente en el lugar en que ellos se encuentren mas seguros. Más seguros incluso sicológicamente. Tanto ha buscado la Sociedad de San Vicente ese contacto en el lugar del otro, del pobre, que se ha convertido en un clásico entre nosotros, el concepto de la «visita» como expresión casi de lo más íntimo de nuestra entrega. La «visita» al pobre en su casa. La «visita» como expresión de un encuentro siempre personal e íntimo entre los miembros de la Sociedad y aquellos a los que quieren servir.
Para conseguirlo, para alcanzar esa íntima entrega y encuentro con los más pobres, es necesaria una previa y fuerte comunidad fraterna en el seno de cada una de nuestras Conferencias. Si la Regla, como queda señalado, nos llama a un profundo encuentro en y con la oración individual y comunitaria, no lo hace de forma menos determinante para señalarnos la necesidad de una relación entre los consocios vicentinos radicalmente fraterna. ¿Cómo puede ser posible amar a los demás, a los que no conocemos, sin amarnos entre nosotros?. La Regla nos llama a potenciar esa fraternidad que ha presidido siempre la actuación y la propia existencia de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
En un mundo cada día más abierto a la comunicación y a la cercanía que nos regalan los nuevos medios de comunicación, la pobreza no puede ser ya sentida únicamente en las manifestaciones que tenemos más próximas. Por el contrario, el fenómeno que conocemos como «globalización», debe hacernos sentir responsables de cualquier pobreza a lo largo y ancho del mundo. Estamos llamados, somos y debemos sentirnos responsables, de la atención a la lucha contra cualquier clase de pobreza de la que tengamos conocimiento. Esté donde este. Afecte a quien afecte. Por alejada que se encuentre. En definitiva, nos recuerda la Regla, que debemos sentirnos llamados a la atención en la lucha contra el sufrimiento y que la labor de nuestros consocios en otras latitudes, es también nuestra labor.
Finalmente, somos Iglesia y a ella nos unimos en cualquier lugar para realizar nuestro apostolado. Entendemos, nos recuerda la Regla, que cuando nos acercamos a cualquiera que sufre, cuando ayudamos a disminuir ese sufrimiento, cuando ponemos unas gotas de bálsamo en la herida del que se encuentra herido por la vida, no pretendemos otra cosa sino llevar el mensaje de Amor de Cristo y de su Iglesia. Somos conscientes de la extraordinaria exigencia de esa representación y de nuestra responsabilidad de hacer visible una imagen cercana, comprometida, amable de la Santa Iglesia. Somos conscientes de que en múltiples lugares, únicamente a través de la Sociedad, de cada Conferencia, puede ser percibida la Iglesia en su conjunto y entrega a los más pobres.
Al presentar esta edición comentada de la Regla y los Estatutos Internacionales, el Consejo General hace una llamada a todos los responsables del servicio vicentino, para que la hagan conocer lo más rápidamente posible y la pongan al alcance de cada uno de los miembros de la Sociedad.
El propio Consejo General se siente llamado a esta divulgación y por ello, y al igual que ya lo hizo con la primera Regla que nos dimos a comienzos del siglo XIX, ha preparado esta edición comentada de la Regla y de los Estatutos que ahora presentamos con ocasión de nuestra Asamblea General en Salamanca (España). Cada artículo, lleva un pequeño comentario que nos ayudará a la comprensión del mismo y facilitará la asunción de las aspiraciones que presente.
Que el Buen Dios haga útil para la Sociedad cada uno de estos comentarios.
José Ramón Díaz-Torremocha XIV Presidente General
París, junio 2005
Prólogo a la edición de 2.004
La presentación de la Regla de la Confederación de la Sociedad de San Vicente de Paúl en el mundo, acompañada de sus Estatutos internacionales de funcionamiento que siguen a estas líneas, aprobada recientemente en la Asamblea General extraordinaria de Roma en el pasado mes de octubre del 2.003, es un momento singular en la vida de las Conferencias.
A lo largo de los ciento setenta años de existencia de la Sociedad, únicamente ha contado con tres textos fundamentales incluido el presente. Dos de ellos, por lo tanto, han tenido una duración extraordinariamente larga.
Para una Institución de nuestras características, la Regla es siempre importante. Lo es tanto más cuando únicamente obliga en conciencia a los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que solamente están obligados a seguirla, mientras permanezcan en la fraternal comunidad que se extiende por el mundo.
Efectivamente, una organización tan profundamente cristiana y católica, vocacionalmente entregada a los pobres, a los marginados, a aquellos que sufren y cuyo servicio el mismo Dios nos señala como meta para alcanzar la vida eterna «»….y pondrá a las ovejas a su derecha..» (Mt. 25, 31-46), obliga únicamente en conciencia. Obliga a aquellos que deseamos unirnos desde hace más de ciento setenta años, con el objetivo de servirnos entre nosotros, servir a los pobres y extender el Reino.
Hay quizás en ella, en la Regla, cinco aspectos que merecen ser destacados por encima de cualesquiera otros: la necesidad de oración, individual y comunitaria; la entrega personal en la acción; la fraternidad en la que debemos vivir; la universalidad de nuestra entrega al servicio de los pobres y nuestra vocación eclesial.
Sin oración, es imposible entender la propia existencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl, de las Conferencias. Efectivamente, la primera Conferencia, surge de la oración conjunta de unos cuantos jóvenes en el Paris de comienzos del siglo XIX, que quieren convertir su oración en acción. Aquellos jóvenes que están acostumbrados a una vida de oración en común, desean prolongarla en la entrega a los más pobres. Entregarse a aquellos más necesitados. Pero lo hacen, sin olvidar potenciar la necesidad de la oración previa a cualquier acción concreta a favor de los otros: de los que sufren.
Tampoco es fácil entender el servicio en las Conferencias, si no se acepta la necesidad de realizarlo personalmente, en contacto con aquel que nos necesita y en su ambiente: En el sitio en el que se siente más seguro y cómodo. Desde orígenes, las Conferencias «han ido» a los pobres sin esperar que estos vinieran a ellas. Esto es y así lo destaca la Regla, los vicentinos buscan la ayuda a los más necesitados, precisamente en el lugar en que ellos se encuentren mas seguros. Más seguros incluso sicológicamente. Tanto ha buscado la Sociedad de San Vicente ese contacto en el lugar del otro, del pobre, que se ha convertido en un clásico entre nosotros, el concepto de la «visita» como expresión casi de lo más íntimo de nuestra entrega. La «visita» al pobre en su casa. La «visita» como expresión de un encuentro siempre personal e íntimo entre los miembros de la Sociedad y aquellos a los que quieren servir.
Para conseguirlo, para alcanzar esa íntima entrega y encuentro con los más pobres, es necesaria una previa y fuerte comunidad fraterna en el seno de cada una de nuestras Conferencias. Si la Regla, como queda señalado, nos llama a un profundo encuentro en y con la oración individual y comunitaria, no lo hace de forma menos determinante para señalarnos la necesidad de una relación entre los consocios vicentinos radicalmente fraterna. ¿Cómo puede ser posible amar a los demás, a los que no conocemos, sin amarnos entre nosotros?. La Regla nos llama a potenciar esa fraternidad que ha presidido siempre la actuación y la propia existencia de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
En un mundo cada día más abierto a la comunicación y a la cercanía que nos regalan los nuevos medios de comunicación, la pobreza no puede ser ya sentida únicamente en las manifestaciones que tenemos más próximas. Por el contrario, el fenómeno que conocemos como «globalización», debe hacernos sentir responsables de cualquier pobreza a lo largo y ancho del mundo. Estamos llamados, somos y debemos sentirnos responsables, de la atención a la lucha contra cualquier clase de pobreza de la que tengamos conocimiento. Esté donde este. Afecte a quien afecte. Por alejada que se encuentre. En definitiva, nos recuerda la Regla, que debemos sentirnos llamados a la atención en la lucha contra el sufrimiento y que la labor de nuestros consocios en otras latitudes, es también nuestra labor.
Finalmente, somos Iglesia y a ella nos unimos en cualquier lugar para realizar nuestro apostolado. Entendemos, nos recuerda la Regla, que cuando nos acercamos a cualquiera que sufre, cuando ayudamos a disminuir ese sufrimiento, cuando ponemos unas gotas de bálsamo en la herida del que se encuentra herido por la vida, no pretendemos otra cosa sino llevar el mensaje de Amor de Cristo y de su Iglesia. Somos conscientes de la extraordinaria exigencia de esa representación y de nuestra responsabilidad de hacer visible una imagen cercana, comprometida, amable de la Santa Iglesia. Somos conscientes de que en múltiples lugares, únicamente a través de la Sociedad, de cada Conferencia, puede ser percibida la Iglesia en su conjunto y entrega a los más pobres.
Al presentar el nuevo articulado de la Regla, de los Estatutos Internacionales y de los Requisitos Básicos para los Estatutos internos de cada Consejo Superior o país, el Consejo General hace una llamada a todos los responsables del servicio vicentino, para que lo hagan conocer lo más rápidamente posible y lo pongan al alcance de cada uno de los miembros de la Sociedad.
José Ramón Díaz-Torremocha XIV Presidente General
París, abril 2004