Regla comentada de la SSVP (2. Espiritualidad vicentina y vocación)

Francisco Javier Fernández ChentoDocumentos de la Sociedad de San Vicente de PaúlLeave a Comment

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Author: Sociedad de san Vicente de Paúl · Year of first publication: 2005.
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2. Espiritualidad vicentina y vocación

La Fe en Cristo y la vida de gracia

«Según lo dicho, rehabilitados ahora por la fe, estamos en paz con Dios, por la obra de Nuestro Señor Jesús Me­sías, pues por El tuvimos entrada a esta situación de gra­cia, en la que nos encontramos y estamos orgullosos con la esperanza de alcanzar el esplendor de Dios.» (Romanos 5-2).

2.1 El amor en unión con Cristo

Los Vicentinos, convencidos de la verdad de lo anunciado por el Apóstol, deseamos corresponder al amor de Cristo hacia todos los hombres, entregándonos con esperanza a aquellos que Él eligió como sus mejores representantes: los pobres. En cada una de nuestras comunidades, en cada una de nuestras Conferencias, elevamos juntos nuestra ora­ción al Señor por nosotros mismos y por aquellos con los que queremos compartir personalmente su sufrimiento. Los Vicentinos esperan que algún día no sean ellos los que amen, sino que el mismo Cristo ame a través de ellos – «Y ya no vivo yo, vive en mi Cristo; y mi vivir humano de ahora es un vivir de la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mi» (Galatas 2-20) – y que incluso antes, en su entrega a ellos, los pobres pueden vislumbrar un atisbo del infinito amor de Dios para con los hombres.

Comentario.- Los vicentinos partimos del convencimiento de la infinita bondad del Señor que nos ha regalado la salvación con Su sacrificio. ¿Qué podemos hacer para co­rresponder, aunque sea con todas nuestras imperfecciones a tal entrega del mismo Dios?: solo intentar ser un pálido reflejo de Su Amor. Solo intentar crecer cada día en ese Amor por los hombres como El nos enseñó. Sabiendo que solo lo lograremos si, cada uno de nosotros, cada día, in­tentamos descubrir en cada momento, en cada una de nuestras actuaciones ¿qué haría el Señor ante la situación concreta que se nos presenta?. Para ello, es necesaria la oración y el conocimiento de la Escritura en la que encon­tramos:»… El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho» (Jn 14;26)

2.2 El viaje juntos hacia la santificación

A los Vicentinos, se les llama para caminar juntos hacia la santidad, porque la verdadera santidad es la aspiración a la unión con Cristo en amor, lo que representa la esencia de su vocación y la fuente de su inspiración. Aspiran a arder en el amor de Dios como lo enseñó Jesucristo y a profundizar en su propia fe y fidelidad. Los Vicentinos son conscientes de su propia debilidad y vulnerabilidad y de la necesidad de la gracia de Dios. Buscan Su gloria, no la suya propia. Su ideal es ayudar a aliviar el sufrimiento solo por amor, sin pensar en cualquier recompensa o ventaja para ellos mismos. Se acercan a Cristo, sirviéndole en el pobre y entre ellos mismos. Crecen más perfectos en el amor, expresando un amor compasivo y tierno hacia el pobre, y entre ellos.

Por lo tanto, su camino hacia la santidad, se realiza prin­cipalmente:

Visitando y entregándose personalmente a los pobres, cuya fe y valentía enseña a los vicentinos cómo vivir. Los vi­centinos asumen como propias, las necesidades de los po­bres.

Acudiendo a la reunión de la Conferencia o Consejo, donde la espiritualidad compartida y fraterna, debe ser fuente de inspiración.

Potenciando la vida de oración y de reflexión, individual y comunitaria, que comparten con sus consocios. Medi­tando sobre su experiencia vicentina, cerca de los que su­fren, que puede brindar experiencias espirituales, acerca de ellos mismos, de los demás y de la bondad de Dios. Transformando su preocupación en acción y su compasión en amor práctico y efectivo.

El caminar juntos hacia la santidad, dará más fruto si las vidas personales de los miembros se caracterizan por la oración, la meditación de las Sagradas Escrituras y otros textos de inspiración y por la devoción a la Eucaristía, a la Virgen María, bajo cuya protección nos hemos acogido desde nuestros orígenes, y conociendo y siguiendo el Ma­gisterio de la Iglesia.

Comentario.- Es sin duda uno de los artículos fundamen­tales de la Regla. Hay que leerlo muy despacio y meditarlo en lo profundo del corazón y compartirlo con nuestros consocios. No caminamos solos. No estamos llamados a salvarnos solos. Hacia la perfección, cada consocio ca­mina junto a sus hermanos. Es responsable de sus propias acciones y del ejemplo y de la ayuda en su caso, que preste a sus consocios. Nada es posible hacia el exterior de la Conferencia, si los consocios no se aman. Ningún servicio a los pobres está asegurado, si los consocios no somos conscientes del servicio que nos debemos entre nosotros. Es la explosión de nuestro amor en la Conferencia, el car­burante que nos permitirá más tarde, entregarnos a los que sufren. Nadie da lo que no tiene.

«La verdadera Santidad es la perfecta unión con Cristo y la perfección del amor»

Esta definición de la Santidad procede de Vaticano II. «po­dremos llegar a alcanzar la perfecta unión con Cristo o santidad» (LG50), expresada por los que se esfuerzan hacia «..la perfección de la Caridad….» (LG39). La lla­mada a ser persona que irradia un amor perfecto no es nada más que una llamada a la santidad. «Por ello, la vo­luntad de Dios, su Santificación» (1Th 4;3; Eph 1:4).

¡Se llama a los Vicentinos para que lleguen a ser santos!

2.3 Oración en unión con Cristo

En todas las Conferencias alrededor del mundo y en sus vidas personales, los Vicentinos elevan sus oraciones a Dios, deseando unirse a la oración de Cristo y de la Iglesia, por ellos mismos, y por los pobres, que son sus «maestros» y cuyo sufrimiento desean compartir.

Comentario.- ¿Solos? Nada podemos. La oración indivi­dual y comunitaria, de los consocios, asegura la unión con Cristo y la capacidad para extender Su Amor. Una oración en la que debemos sentirnos unidos con la de la Santa Iglesia y escuchando las enseñanzas de los que sufren. Ellos son sin duda, los maestros que mejor nos enseñan el camino de la renuncia y de la entrega generosa. San Vi­cente decía «Enséñame un hombre de oración y será capaz de cualquier cosa». Proclamaba que la oración «es una fuente de juventud» que nos revigoriza.

2.4 La espiritualidad del Beato Federico Ozanam

La espiritualidad de uno de sus fundadores el Beato Fede­rico Ozanam, inspira profundamente a los vicentinos. El Beato:

Buscó la renovación de la fe para todos en Cristo y en la labor civilizadora de las enseñanzas de la Iglesia a través de los tiempos.

Soñó con establecer una red de caridad y justicia social que abrazase al mundo.

Logró la santidad como laico viviendo el Evangelio ple­namente en todas las facetas de su vida.

Tuvo afán de verdad, democracia y educación.

Comentario.- Las Conferencias, deben aprovechar las en­señanzas de uno de nuestros fundadores, quizás al que más debemos en cuanto a doctrina vicentina y cuya vida de perfección, ha sido reconocida por la Santa Iglesia. Un laico, padre de familia, esposo ejemplar y ejemplar pro­fesional y amigo. No debemos desaprovechar la lumino­sidad que el Señor nos regaló con la presencia de Federico Ozanam.

Las palabras y el ejemplo de Ozanam llevaron otros a Cristo. Los Vicentinos están llamados a proclamar la Buena Nueva por la palabra y las acciones. (ver comen­tario artículo 1.11)

Los miembros comparten la aspiración de Ozanam en la creación de la «red de caridad» contribuyendo con su ayuda al Consejo General. Una de las funciones princi­pales del Consejo General, es crear Conferencias y Con­sejos en todos los países del mundo, suministrando la ayuda financiera, los voluntarios y siempre la oración.

2.5 Espiritualidad de San Vicente

Colocada la Sociedad bajo el patronato de San Vicente de Paúl por los fundadores, sus miembros se inspiran en su espiritualidad, plasmada en sus actitudes, sus pensamien­tos, su ejemplo y sus palabras.

Los aspectos más importantes, para los vicentinos, de la espiritualidad de San Vicente son:

Amar a Dios, nuestro Padre, con el sudor de nuestras fren­tes y la fuerza de nuestros brazos.

Ver a Cristo en el pobre y al pobre en Cristo.

Compartir el amor compasivo y liberador de Cristo, el Evangelizador y Servidor de los pobres.

Estar atentos a la inspiración del Espíritu Santo.

Comentario.- Los fundadores, eligen como patrón y ejem­plo de vida a Vicente de Paúl. El gran santo de la Caridad. ¿Cómo olvidarnos de él?. ¿Cómo no conocer en profun­didad sus obras e intentar seguir sus pasos?. La audacia y creatividad de Vicente, la santa audacia y la santa cre­atividad, deben ser un ejemplo constante para los vicenti­nos al enfrentarnos con las dificultades que a veces presenta la ayuda a los más necesitados. Soñemos como atenderles. Soñemos nuevas soluciones que nos permitan ayudarles a salir de la situación en la que se encuentran. Soñemos como aquel Vicente que «inventa» las Hijas de la Caridad. Que las manda por el mundo, sin la sujeción del convento. Con la sola sujeción del servicio a los pobres en los que encontraran a Cristo.

«Estar atentos a la inspiración del Espíritu Santo».

A través de este texto y de los que se refieren a los caris­mas, ( artículos 1.1 – 3.119, y a la oración 1.7 – 3.9), la Regla pide a la Sociedad estar abierta cada vez más a la luz y a la energía del Espíritu Santo. No podremos vivir «la vida sobreabundante» (Jn 10.-10) que nos quiso de­jarnos Cristo, salvo que estemos abiertos al soplo del Espíritu Santo. Una intervención, ayuda del Espíritu Santo, que con frecuencia se manifestará en pequeños regalos que normalmente no los consideraremos como gracias ex­traordinarias. Sin embargo, son esas pequeñas e inocentes intervenciones las que nos facilitarán habitualmente el servicio a los pobres.

2.5.1 Virtudes esenciales

Los Vicentinos buscan imitar a San Vicente en las cinco virtudes esenciales que fomentan el amor y respeto por los pobres:

Sencillez que incluye franqueza, integridad, generosidad. Humildad – aceptar la verdad tanto de nuestras debilidades como de nuestros dones y carismas, aún sabiendo que todo nos lo ha dado Dios para los demás, y que no podemos lo­grar nada de valor eterno sin Su gracia.

Afabilidad – confianza amistosa y buena voluntad inven­cible.

Sacrificio – suprimir nuestro ego con una vida abnegada – los miembros comparten su tiempo, sus posesiones, sus talentos y se entregan en un espíritu de generosidad.

Celo – pasión por el desarrollo humano pleno de las per­sonas y por su eterna felicidad.

Comentario.- Leer despacio. En estas virtudes, está la esencia de lo que debe ser un vicentino y como debe pro­ducirse. ¿Difícil?. En el Amor, en el encuentro con Dios, todo es posible.[«…estudiando sus más íntimas acciones –se refiere al estudio de San Vicente de Paúl- y sorpren­dido los secretos de su pensamiento, saben que, si merece el glorioso título de Padre de los pobres, es por haber aprendido a amarlos amando a Nuestro Señor Jesucristo; que si les prodiga inteligentes cuidados, capaces de elevar a los necesitados en vez de humillarlos, es porque los honra como a imágenes y hermanos de su Divino Maes­tro……..se consideraba un dócil instrumento de la Divina Providencia, a la que quería obedecer, pero nunca sobre­pasar, porque prefería que el bien lo hicieran otros antes que él mismo. El no se presentaba mas que cuando los otros obreros abandonaban el campo. Después de haber trabajado con fatiga de sus brazos y sudor de su rostro, su profunda humildad le hacia considerar que nada había hecho y que era un servidor inútil.» (Introducción al Ma­nual S.S.V.P. 1.845)]

2.6 Una vocación para cada momento de nuestra vida

La vocación vicentina afecta a todos los aspectos de la vida diaria de los miembros, haciéndoles más sensibles y cui­dadosos con sus actividades familiares, laborales y de ocio. Los Vicentinos están disponibles para el trabajo en las Conferencias, después de cumplir con sus deberes fami­liares y profesionales.

Comentario.- Seguimos a Cristo como vicentinos, en cual­quier momento y en cualquier situación de nuestra vida. No debemos establecer departamentos estancos para nuestra pertenencia a las Conferencias. No. Por el contrario: es nuestra experiencia, la que se obtiene traba­jando en las Conferencias, en contacto con el que sufre, en nuestra experiencia en la oración individual y comuni­taria, las que han de informar toda nuestra vida. No un rato o un día de la semana. Toda la vida: como padres, como hijos, como esposos, como profesionales, como ami­gos. Todo debemos aspirar a que este presidido por el Amor de Cristo.

«haciéndoles más sensibles y cuidadosos»…

Los Vicentinos deberán ser más conocidos como gente que sabe escuchar. Es así como tienen que ser percibidos por sus familiares, vecinos más cercanos, sus colegas en el tra­bajo, y por cualquier persona con la que están en con­tacto. Escuchar es otra forma de amar.

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