[i]E. 55 (A. 85) (Instrucciones a las Hermanas enviadas a Montreuil-sur-Mer). pp.758-762
(1647)
176. Nuestras Hermanas 1. Ana Hardemont, ver C. 120, n. 2Ana Hardemont 1 y 2. María Lullen ver C. 200, n. 3María Lullen 2 marchan a Montreuil para ver lo que la divina Providencia quiere que hagan allí.
Se acordarán de que han de buscar lo primero a Dios y su gloria y después, el interés de las personas con las que tienen que actuar, para servirlas lo mejor posible, atendida la disposición de su espíritu.
En tercer lugar, recordarán que en su manera de obrar y en su conducta no han de hacer nada que pueda ser perjudicial a la Compañía de las Hijas de la Caridad, ni entre ellas ni fuera, porque en el Interés de la Compañía tenemos que honrar a Dios.
Y sobre todo se guardarán mucho de hacer como cosa suya particular las obras en las que Dios nos hace el honor de emplearnos, ya sea por vana complacencia, satisfacción u otras miras de vanidad a las que con frecuencia debemos renunciar.
Serán lo más exactas que puedan, (mientras van de viaje) por los caminos, en cumplir sus Reglas; si no pueden hacer la oración por la mañana antes de marchar, la harán sin falta en la diligencia; antes de salir de la habitación en la que hayan pernoctado, harán el acto de adoración, y lo mismo por la noche el examen, de rodillas.
Llevarán consigo algún libro para hacer lectura en la diligencia y procurarán que sus ejercicios no llamen la atención y no hacerse importunas a los demás.
Tendrán cuidado de que no se les escapen palabras poco recatadas o demasiado libres, ni acciones poco modestas, y para evitarlo, cada una velará por la otra para avisarla caritativamente si por inadvertencia se hubiera descuidado algo, y la que reciba el aviso lo echará a buena parte aun cuando no hubiere sido consciente de su falta.
177. En las posadas, si se les presenta ocasión de decir algunas palabras buenas a un pobre o a las criadas, lo harán con humildad, sin mofarse de su ignorancia.
Al bajar de la diligencia, antes de pensar en las comidas, irán a la iglesia más cercana a adorar a Dios en el Santísimo Sacramento.
Por todos los pueblos por donde pasen, harán desde el coche el mismo acto de adoración, saludarán al Angel Custodio del lugar y a los de las almas que allí habitan, encomendándoselas para gloria de Dios.
Si antes de que la diligencia marche después de comer, pueden visitar a algunos pobres enfermos, lo harán o irán al hospital, si lo hay en el lugar.
Llegadas a Montreuil, irán derechas a la iglesia y después al Castillo para saludar al señor Gobernador 3, diciéndole que van a recibir sus órdenes y mandatos.
178. Recordarán que las verdaderas Hijas de la Caridad, para cumplir lo que Dios pide de ellas, deben ser como una sola y puesto que la naturaleza corrompida nos ha despojado de esa perfección, separándonos por el pecado de nuestra unidad que es Dios, debemos, para asemejarnos a la Santísima Trinidad, no ser más que un corazón y no actuar sino con un mismo espíritu como las tres divinas Personas, de tal suerte que cuando la Hermana que está para los enfermos pida la ayuda de su Hermana, la Hermana que está para la instrucción de las niñas no dejará de ayudarla, e igualmente si la que está encargada de las niñas le pide ayuda a la de los pobres, ésta hará otro tanto, no considerando uno y otro empleo sino como cosa de Dios y teniéndose ambas por escogidas por la Providencia para obrar unánimes y unidas; por lo tanto, nunca se habrá de oír: eso es tarea suya y no mía.
Si se las aloja fuera del hospital, no irán a éste más que como 3. Conde de Lannoy Gobernador de Montreuil-sur-Merel señor Conde 3 se lo ordene.
Si las alojan en el hospital, aunque han ido para servir a los pobres de la ciudad, no obstante, si el señor Conde quiere que se encarguen de la escuela de niñas y del cuidado de los enfermos de dicho hospital, lo harán así y no se ocuparán de otra cosa
179. Si el señor quiere que le cuenten todo lo que ocurre en el hospital, en esto es en lo que tienen que tener gran prudencia y caridad.
Prudencia, para no detenerse más que en las cosas importantes y no en cantidad de naderías que no merecen se las mencione. Y lo que piensen tienen obligación de decir, lo dirán con la mayor caridad que puedan, pensando que no todo lo que tiene apariencia de mal es siempre malo, sino que muchas veces lo es tan sólo en nuestros sentimientos y opiniones; y para evitar que nuestras Hermanas se hagan sospechosas y se creen la enemistad de las mujeres y doncellas que desde hace tiempo gobiernan dicho hospital, tienen que empezar por tratarlas con mucho respeto, demostrarles mucho amor y cordialidad y no hacer nada sin su permiso, ni siquiera tomar un puchero, una sartén que puedan necesitar para ellas, ni ninguna otra cosa.
A este respecto recordarán la enseñanza y ejemplo de nuestro muy Honorable Padre, de que entren en dicha casa con la disposición de sufrir, de humillarse más allá de lo que hubieran imaginado, como pedir perdón a las que vieran enfadadas con ellas aunque no les hubieran dado ningún motivo por su parte.
Y si se les metiera en la cabeza a alguna de esas mujeres y muchachas que ellas no han ido sino para hacerlas saltar y salir del hospital, ¡en nombre de Dios, Hermanas!, sufran esas pequeñas sospechas, pero al mismo tiempo, traten en cuanto puedan de evitarlas con su sumisión y cordialidad; piensen que en efecto les deben ese respeto y mírenlas como a sus madres y personas a las que Dios ha escogido para empezar esa buena obra que han llevado adelante tan acertadamente durante tantos años.
No les repliquen nunca a las quejas y reprensiones que puedan dirigirles, y aunque tengan la seguridad de que el señor Conde las apoyará a ustedes, no se escuden en ello y piensen más bien que están ahí a modo de prueba; porque si llega a ocurrir que esas buenas mujeres cumplan regularmente, y entre ustedes se den divisiones y discordias, infaliblemente serán ustedes despedidas; esto ha de obligarlas a hacer sus acciones con mayor pureza de intención, con la mira puesta en Dios sólo, con más humildad, desconfiando de ustedes mismas y confiando en El, para que si acaso se nos despidiera, podamos tener motivos para creer que tal es la voluntad de Dios, lo que no causará ningún perjuicio a la Compañía ni escándalo a nadie.
180. Deben ustedes ir, pues, con intención de hacer la voluntad de Dios, que pensarán les es manifestada a través del señor Conde, a quien mirarán en Dios y a Dios en él para obedecerle con mayor perfección, y recordarán que nuestro muy Honorable Padre se lo ha enseñado así y es posible que las grandes bendiciones que él ha recibido de Dios se deban a esta santa práctica
Su bondad (del señor Conde) hará que con frecuencia se comunique en toda libertad con ustedes; estén sobre sí para no apartarse del respeto y reserva en las palabras y, sobre todo, queridas Hermanas, si Dios permitiera que ocurriera alguna pequeña desavenencia entre ustedes, no le digan nada a él, ni tampoco a ninguna otra persona quienquiera que sea, y pongan sumo cuidado en no dejar ver los pequeños disgustos que puedan tener.
Tienen que ser también muy cuidadosas en no decirse palabras duras la una a la otra, pero sobre todo delante de la gente; en cuanto a zaherirse con pullas, la caridad no permitirá que ocurra nunca, con la ayuda de Dios.
La gran unión que debe reinar entre ustedes se conservará mediante la tolerancia con los pequeños defectos de su hermana y dándose cuenta la una a la otra de lo que hayan hecho durante el día y de a dónde van o han estado.
Y cuando se trate de alguna dificultad que les presenten sus oficios, como si a la que sirve a los enfermos le surgiera alguna duda o lo mismo a la de los niños, lo tratarán juntas, y cuando lo hayan resuelto, las dos a ser posible, se lo comunicarán al señor Conde o a la Superiora (del hospital) si la hay.
Y una vez hayan expuesto sencillamente lo que suele hacerse de ordinario en París y en otros lugares, si quieren que ustedes lo hagan de manera distinta y la cosa no implica ofensa de Dios, háganlo como se les ordene, pensando en cómo nuestro muy Honorable Padre sigue esa misma práctica, creyendo que las opiniones de los demás valen siempre más que la suya.
181. Una de las cosas que más necesitan nuestras Hermanas para que Dios bendiga sus trabajos y los haga redundar en su gloria, es tener contento al pueblo; si por todas partes se da esta misma necesidad, más aún en ese lugar: el pueblo tiene especial cariño por la casa del hospital y es necesaria gran dulzura y cordialidad para ganarse a la gente; será por eso conveniente que todas las mañanas las Hermanas pidan, cada una interiormente (para no multiplicar las oraciones que ya se hacen por Regla), la bendición de nuestro bondadoso Dios para actuar según el espíritu de su Hijo cuando estaba en la tierra, al emprender las obras de Caridad que tengan que hacer, o más bien que ese mismo espíritu actúe por medio de ellas; que empiecen cada jornada pensando se encuentran acompañadas por Jesucristo, la Santísima Virgen y los Angeles de la Guarda; bueno será también que tengan devoción a los Angeles de la Guarda de todas las almas de la ciudad.
Nuestras Hermanas se acordarán de tener gran respeto a los sacerdotes, principalmente al que está en el hospital, con el que no deben tener ninguna familiaridad y si la necesidad requiere que le hablen, lo harán siempre las dos juntas o una de ellas acompañada de otra persona; y tomen su confesor de la parroquia, pensando que siempre encontrarán una bendición de Dios en obedecer.
182. En lo que se refiere a su comportamiento con los enfermos, ¡por Dios! que no sea para salir del paso, sino llenas de afecto, hablándoles y sirviéndoles con el corazón; informándose con detalle de sus necesidades, hablándoles con mansedumbre y compasión, proporcionándoles sin importunidad ni agitación la ayuda que sus necesidades requieran y sobre todo poniendo gran celo en su salvación; no separándose nunca del pobre o un enfermo sin haberle dicho alguna palabra de Dios, y cuando los vean en una gran ignorancia, enséñenles a hacer actos de fe, de contrición y de amor, como seria el decir; Creo todo lo que la Santa Iglesia cree, y quiero vivir y morir en esa creencia; y a veces pueden sugerirles actos explícitos de fe en los principales articulas de nuestro credo, por separado.
No olvidarán entregar la nota de los gastos de su viaje y el resto del dinero al señor Conde. Si están alojadas por separado, ya sea dentro ya fuera del hospital, y tengan que llevar sus gastos aparte dándoles dinero el señor Conde Para ello, y tienen por otro lado que hacer algún gasto para los pobres, sería necesario que la una manejase el dinero de sus gastos y la otra el de los pobres; y si se hiciera como en las parroquias de París, donde se entrega una cantidad al año, no seria necesario rendirle cuentas de esa cantidad; pero si él no lo limitara y hubiese que pedirle dinero a medida que se gastase, tendrían que rendirle cuentas, lo mismo que de lo de los pobres pero por separado.
Tocante a la comida, aunque se la ofrecieran mejor que la de la Casa, no tienen que cambiarla.
Nuestras Hermanas tendrán en cuenta el estar lo más recogidas que puedan en todo lugar y no hacer visitas a nadie ni admitir a nadie en su vivienda en plan de visita o conversación inútil.
Cuando se les proponga alguna cosa y duden si deben hacerla, deben deferirla todo lo que puedan para tener tiempo de pedir el parecer de su Superiora.
Suplicamos encarecidamente a nuestras queridas Hermanas que nos den noticias suyas, al principio cada quince días; que rueguen a Dios por nosotros y por toda la Compañía, y por nuestra parte pediremos con frecuencia a Dios las bendiciones de que tienen necesidad para el cumplimiento de la voluntad de Dios, quien sea eternamente bendito.
[i]E. 55 Rc S A 85 Original autógrafo.







