Luisa de Marillac, Pensamiento 048: Reglamento para la Casa principal

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Luisa de MarillacLeave a Comment

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Author: Luisa de Marillac .
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[i]E. 48 (A. 91 bis) Reglamento para la Casa principal. pp.740-752

Las «Oficialas» electivas

La Superiora

La primera Asistenta

La Tesorera

La Despensera

La Celadora de las Hermanas Nuevas.

Las que están al frente de oficios interiores (o caseros)

La despertadora

La Maestra de escuela

La Portera

La Boticaria

La Panadera

La Cocinera

La Hortelana (o jardinera)

La Lavandera

Obligaciones de la Superiora

1. El autógrafo está redactado así. Este párrafo debe leerse después del siguiente.152. 2. 1 Debe creerse muy incapaz de virtudes sólidas puesto que Dios la ha escogido para servir a las demás a fin de que, por ese medio, la confusión de no ser lo que ella querría que las otras fuesen, la lleve a adquirir el conocimiento propio.

Considérese como el mulo de la Compañía cargado con preciosos tesoros de los que debe dar exacta cuenta. No debe mirarse a si misma cuando se trate, en general y en particular, del Bien de la Compañía, el cual ha de procurar más en lo tocante a lo espiritual que a lo material, de lo que no obstante debe cuidar también con esmero, poniendo gran confianza en la divina Providencia tanto para lo uno como para lo otro.

1. Después de su elección debe pensar que ha de estar enteramente desprendida del cuidado de si misma, una vez, que se ha entregado totalmente a Dios pala cumplir su santa voluntad en tan importante empleo.

Su principal afán ha de ser que las Reglas se cumplan puntualmente, con suavidad y no por la fuerza y así debe insinuarlo en el espíritu de sus Hermanas con su ejemplo, primero, y también con sus palabras.

3. Como no puede desempeñar tan gran labor ella sola, tendrá confianza en sus Hermanas «oficialas» (Consejeras), pero no hasta el punto de descargarse por entero en ellas; actuará, en el sentido de estar al corriente de todo, como 2. Cf. el original autógrafo del que se aparta por error la edición impresa 1383.si estuviera ella sola 2, No dará nunca muestras de verse importunada por los consejos o permisos que vayan a pedirle. Velará de continuo por todo lo que ocurre en toda la Compañía, tanto a las que están en la Casa como a las de las Parroquias y las aldeas, aunque sin inquietarlas ni dar a conocer por qué medios se entera de lo ocurre, para no disgustar a nadie.

4. Procurará que el gran número de asuntos no la vuelva amargada o entristecida lo que podría retraer a las Hermanas de dirigirse a ella, y a ella misma de hablarles con cordialidad, por lo que estará muy sobre si.

5. Hará cuanto pueda para no mostrar sus debilidades a las Hermanas, no dejándose llevar a hablar a las unas de las otras ni por sus primeros impulsos, teniendo la discreción necesaria para discernir los momentos oportunos para advertirles sus faltas.

Así como debe tratar de ser asequible para que las Hermanas le hablen con confianza, también ha de cuidar con discreción de no darles pie para que se aparten del respeto.

153. El medio de que debe servirse para atraer a las Hermanas a la perfección debe ser más el hacérsela estimar que el infundirles temor por los castigos que recaerían en 3. Estas líneas están tachadas con un trazo oblicuo.las que no fueran fieles 3.

Hablará con frecuencia en general y a veces en particular con sus Hermanas «oficialas» (o Consejeras), tanto para conocer mejor lo que sucede en la Compañía, como para informarlas de las necesidades o cosas de las que se haya enterado o haya observado, pero con gran cordialidad y dulzura, mirando a dichas Hermanas como parte de si misma.

Tratará de no hacerlas sufrir en el ejercicio de su trabajo, aceptando siempre que sea posible, lo que no haya sido hecho por orden suya y lo aprobará mientras no haya en ello un perjuicio notable.

Inspirará a las demás estima por las Hermanas «oficialas», para que no duden en comunicarles lo que pueda serles útil, y no dejará ver lo que no apruebe en ellas en cuanto a la dirección a menos de una gran necesidad.

No añadirá ni disminuirá nada en las prácticas de las Reglas, pero dispensará de algunos ejercicios a las Hermanas que lo necesiten, aunque no para siempre sin haber antes obtenido permiso del señor Superior, como de cualquier otra cosa aunque sea de poca importancia.

Tendrá sumo cuidado en no decir ni escribir nunca nada de parte del Superior sin que él lo sepa y lo apruebe, por temor a hacerlo desacertadamente. En lo posible, hará que le lleven las llaves de la entrada de la Casa, y en su ausencia encargará de este cometido a la primera Asistenta.

Será puntual en contestar las cartas de las Hermanas que estén lejos y se servirá de este medio para ayudarlas en su perfección, manifestándoles estima por su virtud y buena voluntad mas que señalándoles sus faltas si de ello no hay gran necesidad.

Estará sobre si para que no se le escape decir lo que se le haya (comunicado) en secreto, de cualquier tipo que sea, ya que esto podría hacerle perder la confianza que las Hermanas deben tener en ella. Usará de gran prudencia para advertir a las Hermanas sus faltas lo que no hará nunca, a ser posible, en el mismo momento sin necesidad y de haberla, pondrá gran cuidado en hacerlo con dulzura y cordialidad.

Oficio de la Primera Asistenta

154.La Primera Asistenta,lo mismo que las demás «oficialas», aceptarán la elección que se haya hecho de ellas sin oponer muchas palabras de excusa y menos de negativa, humillándose ante las demás con temor de no saber cumplir debidamente sus obligaciones, con la confianza de que Dios la ayudará a hacer lo que por sí misma no podría. Arraigará en su espíritu la convicción de que debe ejercer su cargo con sumisión a su Superiora, no hacer nada sin comunicárselo ni mandar hacer lo que piensa que ella no permitiría y no ocultarle nada, por mal hecho que haya estado, de lo que ocurra en la Compañía. Pensará que no tiene poder para actuar ni mandar actuar si no es por orden de su 4.Palabra tachada por la propia Luisa de Marillac(Superiora) (4) o estando ella ausente, y que se conduzca de tal suerte que las Hermanas se aperciban de ello.

Cuando las Hermanas le pidan consejo en cosa de alguna importancia, las enviará a la Superiora, y si no puede ser (en ese momento) les dirá que ella se encargará de decírselo 2.

Y como tiene igual obligación que la Superiora de hacer observar las Reglas, estará al cuidado de todo para advertir a las otras Hermanas «cooficialas» si faltasen a sus ejercicios, pero con suavidad y caritativamente, recibiendo de la misma manera los avisos que a ella se le den.

Cuando la obediencia la obligue a ausentarse, lo comunicará a la segunda Asistenta para que no quede nada por hacer.

Tratará de dar en todo buen ejemplo a toda la Comunidad por su modestia, observancia y caridad que marquen su recogimiento por la presencia de Dios.

No se cansará de advertir a las Hermanas sus faltas y lo que tengan que hacer, convencida de que para destruir una costumbre e implantar otra son necesarios muchos actos reiterados, y no hará como las que sin tener en cuenta su obligación ni el bien que resulta de formar a otras para la práctica de la virtud y para el trabajo, prefieren hacer ellas las cosas antes que repetir lo mismo durante tanto tiempo o tantas veces.

Su principal cuidado será el de observar las Hermanas que faltan a las reglas para informarse del motivo que tienen, advertirles la falta que cometen y ponerlo en conocimiento de la Superiora cuando le dé cuenta cosa que hará todas las semanas, a ser posible, o bien cuando aquélla le pregunte, y lo hará con sencillez, apertura de corazón y gran caridad.

Oficio de la Tesorera

155. 5. En el original están añadidas por Luisa de Marillac las palabras «o ecónoma».El oficio de la Tesorera 5 además de representar a la Superiora en ausencia de ésta y de la primera Asistenta, (es el de) cuidar de que se observen las reglas y de que cada una de las Hermanas se emplee en ello. Tendrá una llave del arca de caudales y otra del cepillo en el que se guarda el dinero que se recibe a diario. En presencia de la Superiora lo apuntará en el Registro, entregará a la despensera 100 francos todos los meses, recibiendo cuentas de ella también mensualmente, en cuanto sea posible en presencia de la Superiora, y si observara algún gasto extraordinario o excesivo, se informará (del caso) y no pudiendo ella sola remediarlo, se lo advertirá a la Superiora con dulzura y caridad. Cuando en el cepillo haya más de 100 escudos, si la Superiora no lo advirtiera, le sugerirá humildemente que lo pase al arca.

Hará cuanto esté de su parte para que no se contraigan deudas, y para ello contribuirá todo lo que pueda a que se administre bien el dinero.

Tendrá sus cuentas en regla sin retraso para rendirlas todos los años puntualmente en presencia del señor Superior o de aquel en quien su caridad delegue.

Oficio de la Despensera

156. La Hermana Despensera apuntará cuidadosamente, todos los días, los gastos, tomando cuenta con exactitud a las Hermanas encargadas de la compra diaria y procurando que no rebasen la cantidad ordinaria. No innovará nada en la economía de la casa cuidando de que nada se pierda o estropee; y si ocurriera algún deterioro en este sentido al que ella no pueda aporta, remedio, se lo comunicará a la Superiora cuanto antes, para impedir que pase a ser costumbre.

Cuidará de que las provisiones generales se compren en el tiempo oportuno y con tal motivo avisará a la Superiora para que vea si hay dinero en Casa. Tendrá en su poder la llave de la despensa para seguir de cerca a la Hermana de la cocina y estar al tanto para que nada se eche a perder, tanto por la necesidad de que lo poco que se da a las Hermanas esté bien preparado, como por buena administración.

Oficio de6. Directora del Seminario La palabra original es «Surveillante», Vigilante. Ha parecido más aceptable la de Celadora, que tiene el mismo sentido (N d.l.T.). la Celadora 6

157. La Hermana Celadora tendrá un cuidado especial en considerar las obligaciones de su cargo y en adquirir las virtudes necesarias para ejercerlo, despojándose de sus pasiones para obrar sin interés y, si posible fuera, sin juicio propio, sino implorando con frecuencia la ayuda del Espíritu Santo para no ver a sus Hermanas y lo que hagan más que con su luz, tanto a las de la Casa como a las de las Parroquias cuando vienen o cuando a ella se la envíe a visitarlas. Dará cuenta en toda verdad de lo que observe, dando por cierto lo cierto y haciendo lo mismo con lo dudoso. Cuando las Hermanas de las Parroquias vengan a la Casa para confesarse, cuidará de que no se haga ruido por los accesos que llevan al confesonario, y si esos accesos no están cerrados con llave, hará que una Hermana se quede al cuidado.

Dará de vez en cuando vueltas por la Casa para impedir los pasatiempos de las Hermanas que vienen con las de la Casa, porque en esas conversaciones suelen deslizarse a menudo quejas, chismes y murmuraciones, que no son las mejores disposiciones para la confesión.

En el ejercicio de este cargo, usará de gran prudencia y dulzura, advirtiéndoles lo que tienen que hacer y soportando con agrado las réplicas que le den las más aficionadas a tales conversaciones, haciéndoles comprender que su oficio la obliga a ello y que cuando se acostumbren, no les parecerá mal.

Dará cuenta de vez en cuando de su oficio a la Superiora y lo hará sin faltar a la verdad ni a la caridad.

158. Y el principal cometido de esta Hermana será el velar por las Hermanas nuevas; durante los primeros ocho o quince días tratará de estudiar su humor y disposiciones naturales.

Cambiará impresiones con la Superiora con el fin de ver juntas aquello para lo que parezcan más aptas y en lo que más necesiten se las ejercite.

Durante esos primeros quince días o más les advertirá que recen el rosario a la hora en que la Comunidad empieza a hacer la oración, para pedir a Dios por la intercesión de la Santísima Virgen y de San José la gracia de poder hacer oración cuando la obediencia se lo permita.

A las seis saldrá de la Capilla con dichas Hermanas para instruirlas sobre las verdades de la fe y sus obligaciones de cristianas y enseñarles todo lo necesario para la salvación

Y cuando las haya instruido suficientemente desde el principio, les hará comprender la necesidad que tienen las Hermanas de la Caridad de recordar su primera educación y que no deben pretender cambiar de alimentación o de vestido si no es para acercarse más a la vida de sus Amos, que son los Pobres, a los que tienen que tratar siempre con respeto.

Les advertirá las faltas que cometan contra la modestia, les enseñará la manera de dar cuenta de las prácticas que hacen de esta virtud, cómo deben portarse con las Hermanas antiguas, advirtiéndoles que les pidan perdón tan pronto como se den cuenta de que han faltado a su deber, y también cómo han de obrar con sus Hermanas recién llegadas como ellas.

En el segundo mes, les enseñará la manera de hacer oración, explicándoles todos los días la práctica de un punto y cada día también un artículo de las Reglas sencilla y brevemente, advirtiéndoles que el quebrantar algunos de ellos puede ponerlas en peligro de cometer un pecado mortal contra los mandamientos de la Ley de Dios.

159. A las 2, después de la lectura de toda la Comunidad, dicha Hermana Celadora irá con las Hermanas nuevas a su lugar particular y las instruirá sobre la excelencia de los Sacramentos y por qué vía nos vienen comunicados, que es la de los méritos de la Sangre de Jesucristo; les advertirá la gran dicha de las almas que los reciben bien y la desgracia de las que los reciben mal; les hará dar cuenta del empleo de la mañana con relación a las faltas contra las Reglas y contra las Hermanas. Les enseñará los actos necesarios para hacer una buena confesión y una buena comunión, aun cuando sea una confesión de sólo ocho días, y el aprecio que deben hacer de los confesores.

Omitía decir que a la 1, hará rezar el Padrenuestro u otra oración a las que no lo sepan y lo que pueda en ese tiempo mientras dan las 2.

Cuando la Superiora u otra de las Hermanas «Oficialas» quieran emplear a una de dichas Hermanas nuevas, pondrán cuidado en no hacerlo a las horas de sus Ejercicios, y la Hermana a la que se le ordene hacer algo, irá a decírselo a la Hermana Celadora, la cual no demostrará nunca que lo encuentra mal, pero si ve algún inconveniente en ello, irá a consultarlo con la Superiora y lo advertirá con suavidad a la Hermana que quería servirse de la Hermana nueva.

Oficio de la «Despertadora»

160. La Hermana que tenga el encargo de despertar (a las demás) debe considerar que su oficio está en relación con el de nuestros Angeles de la Guarda y se encomendará por la noche al suyo para que pueda tener la campana en la mano a las 4 en punto, después de haberse vestido decentemente, tanto en atención a su salud como a la modestia.

Recorrerá sin ruido todos los rincones de los dormitorios para despertar, diciendo con voz moderadamente alta: «Hermanas, levántense en nombre de Dios».

A las 4 y media tocará para la reunión.

A las 5 y cuarto, el Angelus.

A las 11 y media, la comida.

A las 12 y cuarto la Hermana que sirve a la mesa es de ordinario una de las Hermanas «Oficialas», se tocará para levantarse de la mesa, y la lectora rezará las «gracias».

A las 6, el examen antes de la cena, y a las 8, el rezo de la noche.

Oficio de la Portera

161. La Hermana Portera pensará con frecuencia en la confianza que se deposita en ella al encomendarle un oficio tan importante, y, por ello, como las demás, pedirá la gracia de cumplirlo bien. Y como está sola, cuidará de tener una labor que pueda fácilmente transportar, para no perder el tiempo.

No conversará de cosas inútiles ni del mundo con los que estén esperando. Y como habitualmente serán pobres, hará lo posible en cuanto de ella dependa, para darles algunos consejos, incluso a las nodrizas 2.

No se alejará de la puerta para no hacer esperar a los que lleguen. Y si recibe quejas de alguien por haber esperado mucho, le pedirá humildemente perdón.

Cuando oiga la llamada para entrar o salir, ese sonido debe advertirla esté en guardia para presentarse y hablar con modestia. Cuando pregunten por una Hermana, no debe dar la seguridad de que está en casa, sino hacer sentar a esas personas y avisar a la Superiora o a la Asistenta en ausencia de aquélla, dando sencillamente la contestación que le digan y sin comunicar a la Hermana que han preguntado por ella.

No debe tampoco encargarse de ningún mensaje para las Hermanas ni decirles que no han querido salgan ellas a hablar; y si se le ruega transmita algún recado, dárselo con toda fidelidad a la Superiora.

Que ponga cuidado de las cosas que se le digan para poder transmitirlas después, con el fin de que no haya desorden por no saber lo que han dicho de la ciudad.

Tendrá gran cuidado con las llaves de 12 puerta para no dejarlas allí y de cerrar las demás puertas de la entrada del patio, adonde no debe dejar entrar a nadie sin permiso.

Hará pasar a los enfermos a la Sala de San Cosme, para que esperen allí las sangrías o curas; a las niñas de la escuela, no las dejará salir de ella, a las familias que cuidan de los niños y a las nodrizas los hará entrar en el recibidor cercano 2. Rogará a las personas de buena posición y a las de clase inferior se sienten en el recibidor de San Pedro y tendrá cerrada la puerta de enfrente que da al refectorio.

Cuidará de cerrar la puerta con dos vueltas de llave antes de que caiga la noche en invierno, y no se dirigirá a ella nunca sola, ni abrirá después de las siete y media en invierno y de las ocho en verano sin permiso. Llevará las llaves a la Superiora a las nueve, después de haber cerrado bien todos los accesos. Y si hubiera dificultad en cerrar alguno, que se lo diga a la mencionada Superiora.

Oficio de la Maestra de Escuela

162. Enseñará a leer a las Hermanas que están aprendiendo desde las 6 hasta las 7, hora en que dichas Hermanas tienen que ir a Misa, con excepción de las que tienen que limpiar el dormitorio y la pieza grande de abajo, las cuales harán su oración solas en la capilla, después de las «repeticiones» que hace la Hermana Primera Asistenta o la que, en caso de necesidad, se haya nombrado para ello.

Irá a las 8 en punto a la escuela, se pondrá de rodillas para pedir la asistencia del Espíritu Santo tanto para sí como para las niñas, con el fin de que sean instruidas sólo para gloria de Dios.

Cuidará de que cada una de las niñas, al llegar a clase, haga lo mismo.

Hará repetir la lección a las niñas con atención y no negligentemente y pensará con frecuencia que esas almas tienen que aprender por medio de ella lo que es necesario para salvarse; que se lo pide Dios, que los padres de las niñas se descargan en ella (de esa obligación),y que se lo urge el interés de las mismas niñas.

A las 10 y media, llevará a las niñas a Misa, las colocará a todas delante de ella para acostumbrarlas a estar como es debido en la iglesia, con respeto y buenos modales, de regreso a Casa alabará a las que se hayan portado bien y reprenderá con suavidad a las que hayan cometido alguna falta, dándoles a entender su gravedad e importancia. Les dirá que regresen a sus casas con modestia y que sean respetuosas y obedientes con sus padres, guardándose de ofender a Dios y las despachará enseguida para poder estar ella en el examen antes de la comida.

A la 1 de la tarde irá al lugar destinado para enseñar a escribir a las Hermanas que tengan permiso para ello. No hará escribir más de cuatro líneas a cada una, con calma, sin agitarse. Despachará a las que hayan escrito las primeras. Si hubiera alguna un tanto torpe para aprender de memoria las oraciones, cuando hayan terminado con la escritura se las hará repetir. Después de la instrucción que se hace terminada la lectura de las 2, irá a la escuela y hará lo mismo que cuando entró en ella por la mañana; hará repetir a las niñas más bien menos que más, pero despacio y con atención 2 Cuando sean numerosas, pedirá ayuda a la Superiora para no omitir nada, principalmente en invierno.

163. No dejará de hacer que las niñas oren a Dios por la mañana y por la tarde antes de marchar.

Pondrá más atención en instruirlas bien en los misterios de la Fe y las buenas costumbres, dándoles a conocer el bien y el mal, que en hacerlas adelantar en la lectura y enseñarles de memoria cantidad de frases que sirven sólo para halagar la curiosidad y la vanidad y no son verdadera ciencia ya que ésta consiste esencialmente en comprender bien lo que se aprende y en llevarlo a la práctica.

Las instruirá en conocer lo que son los sacramentos y lo que hay que hacer para recibirlos bien y el aprecio en que deben tenerse.

Y para que sus advertencias sirvan de provecho a las almas a las que se dirige se ejercitará ella misma en un gran amor por la salvación de esas almas y en tener gran estima por su empleo del que se reconocerá indigna, guardándose mucho de darles ningún mal ejemplo, corrigiéndolas sin pasión y presentándose siempre ante ellas con modestia.

No tomará nunca nada de lo que las niñas quieran darle, ni siquiera como aguinaldos; y si fuera cosa de poca monta y alguna madre se lo enviara, lo tomará si tiene permiso de la Superiora.

Explicará todos los jueves el Catecismo haciéndolo de manera inteligible, empleando palabras distintas, en varias formas, para hacer las mismas preguntas, con el fin de que las niñas lo comprendan con su inteligencia y no por rutina.

Les enseñará de qué forma ha de transcurrir para ellas el día y a dar cuenta de cómo lo han practicado. Pondrá todavía mayor atención en la época en que tenga que prepararlas para hacer la primera Comunión, haciéndoles comprender que probablemente recibirán gracias mayores para su salvación si llevan a ella una buena preparación.

Oficio de la Boticaria

164. Su primer cuidado será el de instruirse bien en la forma de hacer las mezclas (y remedios), poniendo gran exactitud en observar todo lo que sea necesario, no utilizando más que buenas drogas, que revisará con frecuencia, para que si algo se echara a perder pueda remediarlo rápidamente.

Tendrá en cuenta cuando lleguen las estaciones o épocas indicadas, para hacer los jarabes, ateniéndose a las dosis prescritas y haciendo las cosas con diligencia pero sin dejar a medio cocer ni tampoco cociéndolo demasiado.

Como su oficio está en relación con la salud de la Compañía, pondrá todavía mayor cuidado en la salud de su alma, con el fin de que todos sus cuidados sean gratos a Dios.

Escuchará caritativamente a las Hermanas cuando acudan a comunicarle sus males, no inclinándose demasiado a los remedios y poniendo al corriente a la Superiora de lo que ella sepa. Cuidará a todas las Hermanas por igual sin acepción (de personas). En caso de enfermedad dará puntualmente a todas aquello que necesiten. Será discreta para no decirles nada que pueda afligirlas, compadecerá, animará a las pusilánimes y aprensivas y ayudará a unas y otras a someterse siempre a la voluntad de Dios.

Advertirá a la Superiora la calidad de alimentación que les sea necesaria y también (si entiende necesitan recibir) los sacramentos, y que las visite para impedir que caigan en un gran abatimiento.

Cuando se haga necesario llamar a un médico, lo dirá y será muy cuidadosa en seguir las prescripciones. Estará al tanto para que la Hermana nombrada Enfermera cumpla bien su obligación; no administrará a las enfermas nada que pueda hacerles daño ni les dirá nada que pueda entristecerlas, ni contará fuera nada de lo que se diga en la Casa o se dé de comer a las Hermanas.

165. Enseñará a las Hermanas a sangrar una vez tengan permiso para ello 2. Será ella, mientras le sea posible, quien haga las curas y sangrías a los pobres que acuden a la Casa, y se enterará por la Superiora de quiénes pueden aprender a hacerlo para llevarlas consigo cuando ella lo hace 2.

Dará buen ejemplo a las Hermanas, tanto de la Casa como de fuera, ya que el oficio que ejerce es uno de los principales, y así debe tener en cuenta que todo lo que ella diga tiene repercusión por lo que ha de tener cuidado con sus palabras: que no se le escape nada que pueda desedificar.

Se guardará muy mucho de ser curiosa, de querer averiguar lo que ocurre en las Casas de cada una de las Hermanas. Hará que se vigile, en lo posible, para no sangrar a nadie que tenga medios para acudir a los cirujanos y que aquellos a los que se les haga lo necesiten verdadera-mente; que a las mujeres casadas en las que no se aprecie una enferme-dad de importancia, ni tampoco a las solteras, no se las sangre sin conocerlas bien o al menos sin haberlo recetado el médico, y que no se sangre nunca a una mujer en estado sin esa misma receta 2

Puesto que es costumbre vender los medicamentos, los suministrará a mejor precio que en las boticas y siempre de buena calidad.

Llevará un libro de cuentas para apuntar lo que se le deba y tachará inmediatamente lo que se le haya pagado.

Tendrá un cepillo en la botica en el que echará todo el dinero que reciba y del que tendrá la llave para poder sacar dinero cuando necesite hacer algún pago; cada tres meses rendirá cuentas a la Superiora y a la Tesorera, apuntando ella lo que entregue y la Tesorera lo que reciba.

Oficio de la Panadera

166. Estimará en mucho su empleo, ya que el pan es lo más necesario para vida, tratará de hacerlo siempre lo mejor que pueda, aunque sin mezclar la harina de manera distinta que de ordinario.

Cuidará de que el horno no esté ni demasiado caliente ni demasiado frío, y para ordenar mejor el tiempo, procurará tener siempre leña cortada, que pondrá a secar en el mismo horno una vez que haya terminado la hornada.

Será muy puntual y fiel: cuidará de que no se pretendan hacer golosinas como galletas o pastelería, ni que las Hermanas vayan a coger pan tierno o partirlo en trozos.

Tendrá cuidado de que las harinas, mezclas y el salvado, no se estropeen, conservará el granero en buen estado.

No empleará, para amasar, agua demasiado caliente, ya que da un pan más moreno y basto; no tendrá en cuenta su cansancio, ni su compañera, para no seguir trabajando más la masa, dándolo por suficiente. Más bien descansará un rato si es necesario.

El Oficio de la Cocinera

167. Es uno de los más importantes para el buen orden de la Casa y por ello se animará a sí misma como si todos los días tuviera prisa, aunque, no obstante, sin agitación. Cuidará de tener preparada, ya desde por la noche. agua suficiente para poder poner la olla por la mañana temprano, y lo mismo leña.

Irá, a la Capilla como las demás a las 4 y media, hará la oración en paz y saldrá después del toque del Angelus para ir a encender la lumbre y poner la Olla, de la que no se separará hasta que esté hirviendo y la haya espumado; después de encender la lumbre, podrá, en la misma cocina terminar el rezo que se hace en ese momento, sin dejar de vigilar el fogón.

Después de haber espumado el puchero, irá a Misa, a no ser que haya algún enfermo a quien se tenga que dar un caldo, en cuyo caso lo preparará, yendo después a Misa con el debido permiso.

Si algún día ocurriera que no se hubiera picado la verdura la víspera, pedirá le dejen una Hermana para que la ayude, haciendo lo mismo los días en que lo necesite antes de dejar de tener la comida dispuesta para las 11 y media.

Cuando haya en la Casa alguna Señora u otra ejercitante, pondrá todavía mayor cuidado para que su comida esté a punto a la hora debida.

No esperará a que esté próxima la hora de comer para darse prisa, sino que toda la mañana trabajará con diligencia, informándose con tiempo de lo que tenga que poner para comer.

Procurará con esmero estar limpia ella misma y cuidará de que lo esté todo lo que haga, para evitar que haya nada que pueda repugnar en la sopa o demás raciones.

Recibirá con humildad las advertencias y reprimendas que se le hagan, y tendrá voluntad de aprovecharse de ellas.

Ordenará lo que ha de preparar de tal manera que haya siempre igual cantidad de raciones.

Se las ingeniará para que la carne no esté ni demasiado pasada ni medio cruda; cuando se trate de carne guisada en trozos preparará la salsa como es debido ni demasiado picante o salada o con demasiada vinagre, ya que todo esto es perjudicial para la salud; pero tampoco debe estar sin sazonar de tal manera que resulte incomible para las Hermanas.

Empezará a preparar los potajes a las once y cuarto, para que se puedan servir las porciones con tranquilidad y rapidez, sin agitación y ruido para no interrumpir a la lectora.

Empezará a las 5 a preparar la cena, a no ser que haya enfermas o ejercitantes porque en tal caso empezará a las 4 y media, y cuando ya lo tenga todo en marcha 2, irá a la capilla a las 5 y media para escuchar la lectura y hacer un cuarto de ora de oración, yendo a terminarla a la cocina, para que pueda estar lista para entregar las porciones cuando las Hermanas vayan al refectorio, es decir, a las 6 y cuarto o un poco antes.

15.12.1645, Testamento de SL : ver n. E. 111.


[i]E. 48 Rc s A 31 bis. Original autógrafo.

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