Señor:
Creo que su caridad recordará que le he hablado de esa buena joven de Saint-Cloud para quien va dirigida la adjunta carta, que le ruego se tome la molestia de leer. La divina Providencia no ha permitido que haya encontrado oportunidad de vender sus heredades, y lo que ha hecho ha sido dejarlas en arriendo a su hermana que es solvente y que ha quedado en pasarle todos los años una renta de treinta escudos. Nuestras Hermanas la aprecian y no encuentran inconveniente en recibirla si su caridad lo aprueba. Nos gustaría saber si las pobres familias nutricias podrán recibir algún dinero en estas fiestas, y si los niños, todavía de pecho, que nos devuelvan por falta de pago, tendremos que ponerlos con otra nodriza valiéndonos del dinero entregado para los nuevos Expósitos. Haremos todo lo posible para que se los vuelvan a llevar, si es que logramos darles algo de dinero, pero ya en otras ocasiones nos han devuelto niños.
Tenemos gran necesidad de la ayuda de Dios en el asunto de mi hijo2 quien creo tendrá el honor de hablarle personalmente, pues se ha tomado la libertad de pasar esta noche en casa de usted, por temor a un encuentro desagradable. Ya le dirá los incidentes enojosos de este asunto, que creo haber tenido siempre sometido a la voluntad de Dios, en la que tengo el honor de ser, señor, su muy obediente y agradecida hija y servidora.







