Luisa de Marillac, Carta 0128: Al señor Vicente

Francisco Javier Fernández ChentoEscritos de Luisa de MarillacLeave a Comment

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Hoy, sábado víspera de Pentecostés

(3 de junio de 1645)

Señor:

Ruego a nuestro buen Dios que la medicina le haya encontrado en estado de poder hacer efecto para su salud; aunque he temido que fuera demasiado pronto. Hace unos días pensaba en proponerle que tomara los caldos, y me parece habrían de sentarle bien; si nos lo quiere permitir, nosotras podríamos llevárselos desde mañana. Yo los he tomado esta semana y he sentido un gran alivio.

No puedo esperar más tiempo, mi muy Honorable Padre, para decirle el estado en que me encuentro estos días de ejercicios. Creo que Dios no quiere que goce plenamente de esta suavidad: desde ayer, he estado muy distraída a causa de una de nuestras enfermas que recibió la Extremaunción. Es una buena Hermana que estaba en San Bartolomé, hija de un comerciante de Tours, y que se llama Catalina de Gesse1. Otra enferma, esa de espíritu, no hace más que reprocharnos que ha pedido verle a usted y que no queremos avisar a su caridad; intentaremos deshacernos de ella después de estas fiestas, si Dios quiere. Y en cuanto a mí, amado Padre, ¿qué he de hacer mañana? ¿Comulgaré sin haberle dado a conocer todas las maldades que he descubierto en mi examen?

¡Ah, Dios mío! ¡Cuántos motivos tengo para confesar y reconocer que no hago nada que merezca la pena! Mi corazón no se llena, sin embargo, de amargura, aunque tendría motivos para temer que la misericordia de Dios se canse de ejercerse en un sujeto que le desagrada siempre. Hoy es el aniversario de la caída de nuestro piso2; mañana, el de aquel día en que nuestro buen Dios me dio a conocer su voluntad y en el que mucho desearía que su santo amor se diese a mi corazón como su ley perpetua. Vea, mi muy Honorable Padre, lo que necesito para ello y si su caridad puede decirme alguna palabra que me ayude; tenga también la bondad de decirme si mañana, en alguna de mis meditaciones, debo considerar el Evangelio del día o la venida del Espíritu Santo, o si dedico a ese tema todas las meditaciones del día. Le pido perdón por ser tan importuna, aunque me parece que en esto hago la santa voluntad de Dios, por la que soy su muy agradecida hija y obediente servidora.

P.D. Encomiendo a mi hijo a sus oraciones, por amor de Dios. Se me ha ocurrido, de pronto, preguntar si tiene en su habitación un crucifijo grande.

  1. Catalina de Gesse, oriunda de Tours, entró en la compañía de las Hijas de la Caridad hacia 1641-42. Sirvió a los pobres enfermos en la parroquia de San Bartolomé y después en San Gervasio. En 1648, es enviada a Maule. En 1655, se hallaba en Montmirail.
  2. Accidente que ocurrió en 1642 (ver C. 72, n. 6).

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